martes, 7 de noviembre de 2023

Ucrania: Bloqueo, presión y posible negociación

 Las palabras de esta semana de Valery Zaluzhny en The Economist, su valoración sobre el estado de la ofensiva ucraniana y las dificultades para luchar contra las tropas rusas, cuyas capacidades han aumentado notablemente en el último año han sido un buen termómetro para valorar el estado en el que se encuentra la guerra y las perspectivas a corto plazo. Firmemente aferrado a la línea oficial marcada por las autoridades políticas, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania insiste en la vía militar para restablecer la integridad territorial del país según sus fronteras de 1991. Ese ha sido el objetivo desde 2014 y la entrada de Rusia en la guerra ha permitido a Ucrania exigir a sus socios el suministro de las armas para lograrlo.

En este tiempo, Ucrania ha recibido más de 43 mil millones de dólares tan solo en asistencia específicamente militar por parte de Estados Unidos, segundo donante mundial solo por detrás de la Unión Europea. A excepción de los F16 que lleva meses solicitando y que serán entregados en los próximos meses, Kiev ha logrado gradualmente el envío de todas aquellas armas que se encontraban en su lista de deseos, la carta a Ded Moroz a la que se refería hace un año el entonces ministro de Defensa Oleksiy Reznikov. Aun así, los miles de millones de inversión en la actual contraofensiva y las miles de bajas que se han producido en los últimos cinco meses no se han traducido en la ruptura del frente ni un gran avance ucraniano hacia Melitopol, Berdiansk o Crimea.

Para revertir esta situación y presionar a las tropas rusas, con mayor capacidad de reclutamiento (debido a la mayor población de Rusia) y capacidad artillera, de guerra electrónica y aviación, Valery Zaluzhny propone un suministro masivo de todo tipo de armamento y desarrollo de capacidades técnicas y tácticas que, como él mismo admite, podrían llevar entre uno y dos años. Al contrario que las autoridades políticas, Zaluzhny no promete ya una victoria, sino que busca los medios para continuar lo que es ya una guerra de trincheras que compara con la Primera Guerra Mundial, no en magnitud, pero sí en las dificultades de ambos ejércitos para avanzar unos metros.

Esa misma idea, calificada como “la guerra de pulgadas”, es el centro de un artículo publicado ayer por la NBC estadounidense y que rápidamente se ha convertido en uno de los temas más comentados tanto en Rusia como en Ucrania. Con una valoración de la situación en el frente muy similar a la que realiza Zaluzhny, el artículo se basa en conversaciones con oficiales y exoficiales de la administración estadounidense -que se mantienen anónimos, como es habitual- y su preocupación por la sostenibilidad del actual flujo de armamento y munición en las actuales circunstancias militares y políticas.

Los oficiales ponen en duda la capacidad de Estados Unidos de continuar suministrando la guerra. No se trata de dificultades de financiación ni tampoco de producción del armamento y munición que precisa la guerra, sino del efecto que la lucha electoral está teniendo ya en los procesos de aprobación de nuevos fondos y de la capacidad de la Administración estadounidense de justificar su necesidad.

“Existe un nerviosismo en el Gobierno de Estados Unidos por cómo se está prestando mucha menos atención pública a Ucrania desde que comenzó la guerra Israel-Hamas hace casi un mes”, afirma NBC, que añade que “los oficiales temen que el cambio pueda hacer más difícil asegurar asistencia adicional para Kiev”. Pese a esas dudas, basadas no solo en la situación en Oriente Medio sino también en el contexto preelectoral, en las últimas horas, Karine Jean-Pierre ha afirmado que existe apoyo bipartidista a la petición de Biden de 105 mil millones para Ucrania, Israel, Taiwán y el control de la frontera entre Estados Unidos y México.

La portavoz de la Casa Blanca ha añadido que la administración Biden espera que esos fondos sean aprobados por el Congreso, una afirmación que puede reflejar únicamente el deseo de la Casa Blanca y no las expectativas, pero que, de cumplirse, modificaría uno de los dos parámetros a tener en cuenta a la hora de continuar la asistencia militar estadounidense de forma indefinida.

Por el momento, Estados Unidos dice disponer únicamente de cinco mil millones de dólares de los fondos obtenidos previamente, tan solo una estimación, ya que recientemente se han recuperado más de seis mil millones que, supuestamente, habían sido mal calculados. No se trata de la primera vez que Estados Unidos se agarra a trucos fiscales y cambios en la forma de valorar el valor del equipamiento enviado a Ucrania para disponer de mayores cantidades.

Sin embargo, la cuestión de la capacidad de obtener los fondos suficientes no solventaría todas las dudas existentes actualmente. Aunque la idea de que una parte de la administración Biden, generalmente un sector del Pentágono, no cree en la posibilidad de una victoria ucraniana y valoraría la posibilidad de trasladar el conflicto a la vía diplomática no es nueva, en esta ocasión parecen haberse dado pasos que podrían apuntar en esa dirección. Como en ocasiones anteriores, estas informaciones basadas en fuentes anónimas y que posiblemente reflejen únicamente a una parte de la administración de la Casa Blanca han de ser tomadas con cierto escepticismo y comprendiendo que toda filtración cuenta con un matiz de teatralización.

Biden continúa buscando esos sesenta mil millones de financiación adicional para la asistencia militar a Kiev, se prepara la entrega de F16 y los intereses de Washington y Kiev de mantener la guerra contra Rusia siguen manteniéndose. Aun así, el escaso resultado que está obteniendo en forma de avances en el frente la enorme inversión que los países occidentales realizaron en la actual ofensiva ucraniana hace difícilmente sostenible la repetición de un flujo similar de armamento, munición y financiación incondicional y sin ninguna garantía de lograr los objetivos.

El artículo de Zaluzhny es representativo también por resaltar las capacidades rusas y, sobre todo, por no prometer la victoria segura en la que siguen insistiendo, al menos públicamente, Volodymyr Zelensky y su entorno más cercano.

Como el pequeño círculo que actualmente gobierna Ucrania está bien acompañado en su valoración por los representantes estadounidenses, que públicamente contradicen la creciente certeza de que el frente está estancado y la ofensiva ucraniana ha fracasado, John Kirby, secretario de prensa del Departamento de Defensa, ha afirmado esta semana que “no es un bloqueo. No es que estén congelados. Los ucranianos se están moviendo”. Jake Sullivan, Asesor de Seguridad Nacional, ha insistido en que “no valoramos el conflicto como bloqueado. Estamos viendo que se sigue tomando territorio de forma metódica y sistemática”.

Aún más alejado de la realidad, el siempre optimista Antony Blinken ha declarado que “hemos visto el progreso de la contraofensiva. Es muy alentador”. El frente sigue estático con enormes dificultades de ambos ejércitos para avanzar unos metros. Ahora mismo, las mayores batallas no se libran en Rabotino o en Tokmak como aspiraba Ucrania, sino en Avdeevka, donde las tropas rusas tratan de avanzar sobre una de las ciudades más fortificadas de Donbass.

Las posibilidades de una ruptura del frente son escasas y una parte de la administración Biden se ha mostrado dispuesta a filtrar “las preocupaciones entre oficiales estadounidenses y europeos de que la guerra ha llegado a un punto muerto y las dudas sobre la capacidad de continuar suministrando asistencia a Ucrania”. El artículo, que afirma que “oficiales estadounidenses y europeos han comenzado a hablar sigilosamente al Gobierno ucraniano sobre lo que podría significar unas posibles negociaciones de paz con Rusia”, se refiere incluso a un marco temporal, los próximos dos meses hasta la finalización del año, para que Ucrania pueda lograr algún éxito “o pronto pueden comenzar conversaciones más urgentes sobre negociaciones de paz”.

La opinión de esta parte de la administración Biden, que afirma que se han producido conversaciones en este sentido directamente con las autoridades ucranianas, es que a Ucrania se le acaba el tiempo, pero también el potencial humano. “El personal está en lo más alto de las preocupaciones de la Administración [estadounidense] ahora mismo”, afirma uno de esos oficiales anónimos.

Ucrania y sus aliados han ocultado hasta ahora el nivel de bajas, deserciones y huidas del país del personal militar o potenciales reclutas, aunque el tiempo transcurrido, la intensidad de la guerra y la manifiesta preocupación tanto de la Casa Blanca como del comando ucraniano confirman bajas elevadas y difíciles de sustituir. El artículo añade que “Estados Unidos y sus aliados pueden suministrar armamento a Ucrania, pero cita a uno los oficiales estadounidenses añadiendo que “si no tienen fuerzas competentes para usarlo, no hace gran cosa”.

Pese al titular del artículo, que da a entender que Estados Unidos y la Unión Europea están dispuestas a abandonar la asistencia al esfuerzo bélico ucraniano y apostar por la negociación, esta posibilidad no es sino una amenaza de futuro. “Estoy aquí para discutir el camino de adhesión a la Unión Europea, el apoyo financiero para reconstruir Ucrania como una democracia moderna y próspera. Y cómo continuaremos haciendo que Rusia pague por la guerra de agresión”, afirmó a su llegada a Kiev Úrsula von der Leyen, cuestionada incluso por sectores de la Unión Europea por su incondicional apoyo a Israel en su agresión contra Gaza. En su visita, la presidenta de la Comisión Europea mostró nuevamente el apoyo incondicional de la Unión Europea a Ucrania.

La insistencia de Biden por continuar financiando militarmente a Ucrania añade argumentos para negar que la intención de Washington sea trasladar la guerra al plano diplomático. Sin embargo, las filtraciones anónimas sobre las dificultades para continuar justificando el suministro militar son un elemento de presión al Gobierno ucraniano, principalmente a Zelensky, a quien de forma implícita se está exigiendo resultados. Este toque de atención se produce la misma semana en la que un extenso artículo publicado por la revista Time cita a miembros del círculo del presidente cuestionando la posibilidad de victoria y criticando la ingenuidad y tozudez de Zelensky en su insistencia en continuar la guerra.

Sumado al artículo que Político publicó hace unos meses y en el que abiertamente se defendía que Zelensky no es imprescindible, parece evidente que hay un cuestionamiento, al menos de parte de la administración estadounidense, de la capacidad del actual presidente de Ucrania de tomar las decisiones que consideran adecuadas. El apoyo incondicional al héroe Zelensky que se produjo en 2022 ha desaparecido ya.

El artículo de NBC aporta escasos detalles sobre las conversaciones con las autoridades ucranianas, aunque la propuesta que se menciona es suficiente para comprender que no serán un gran incentivo para Zelensky y su entorno. “Como incentivo para que Zelensky considere la posibilidad de negociar, la OTAN podría ofrecer a Kiev algunas garantías de seguridad, incluso sin formar parte de la Alianza oficialmente”, una propuesta llamativamente similar a la que Ucrania y sus aliados occidentales rechazaron en abril de 2022 y que implicaba también la recuperación de gran parte del territorio ucraniano capturado por las tropas rusas (a excepción de Donbass y Crimea).

La unanimidad existente en las altas esferas de la política occidental en aquel momento hizo imposible que existiera entonces un sector favorable a lograr la paz a cambio de dar por perdidos los territorios que habían mostrado su rechazo a Ucrania y habían mirado a Rusia en busca de protección. Ha tenido que pasar un año y medio, con miles de muertos a ambos lados de la línea del frente y con una destrucción que llevará años reconstruir, para que comiencen a aparecer ciertas fracturas y se presente, por primera vez, una tímida amenaza de la necesidad de negociar.

Slavyangrad

Tomado: Agencia Prensa Rural