Ricardo Palmera, más conocido por su nombre de guerra, Simón Trinidad, dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–Ejército del Pueblo (FARC-EP), fue secuestrado en un operativo coordinado por la Agencia Central de Inteligencia, y ejecutado por los aparatos de seguridad colombianos y locales, en Quito, Ecuador, el 2 de enero del 2004, para ser deportado inmediatamente a Colombia, y extraditado finalmente a Estados Unidos, por el gobierno de Álvaro Uribe, el 31 de diciembre de ese año. Cabe señalar, que su presencia en Ecuador obedecía a tareas que desempeñaba como negociador de la paz, en un fracasado intercambio de prisioneros.
En Estados Unidos, Simón Trinidad enfrentó, en varios juicios, acusaciones de tráfico de drogas, que no pudieron comprobarse y fueron retiradas, aunque finalmente los tribunales de ese país lo condenaron a una sentencia de 60 años, por el cargo de conspirar para secuestrar a tres ciudadanos estadounidenses, contratistas militares de la corporación Northrop Grumman, quienes, por cierto, llevaban a cabo una misión de espionaje supervisada por el Comando Sur y financiada por el llamado “Plan Colombia”, que formó parte medular de la estrategia contrainsurgente estadounidense, con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico. Estos mercenarios fueron capturados cuando su avión aterrizó de emergencia en territorio de las FARC, mientras volaba por la región de Caquetá, en la que Simón Trinidad nunca opero, ni fue responsable.
Durante estas dos décadas, Simón Trinidad ha estado recluido en una prisión de máxima seguridad en Colorado, conocida como el “Alcatraz de las Montañas Rocosas”, en una pequeña celda de confinamiento solitario, con la luz siempre encendida, sin acceso a lecturas, y sin posibilidad de escribir, recibir o enviar correo. La periodista independiente Tanya Núñez señala que “después de años de aislamiento, recientemente, a Simón se le concedió permiso para interactuar con otros prisioneros y hacer ejercicio fuera de su celda durante un par de horas al día. Aun así, sus condiciones sólo pueden describirse como indignas, tortuosas y completamente injustas.” (https://derechosdelospueblos.net/).
A partir de estos antecedentes, es de celebrarse que la Coordinadora Americana por los Derechos de los Pueblos y de las Victimas de la Prisión Política lance una campaña internacional para exigir a los gobiernos de Estados Unidos y Colombia la repatriación de Simón Trinidad, antes que finalice el mandato del presidente Joe Biden, el 20 de enero de 2025. En una carta abierta dirigida a los dos mandatarios, firmada por más de trecientas personas y organizaciones de derechos humanos de todo el mundo, se solicita que se “tomen las medidas legales pertinentes y necesarias para repatriar a Ricardo Palmera a Colombia, a la mayor brevedad posible, para que pueda participar en el desarrollo del Plan de Paz Total. Que hasta que Palmero sea repatriado a Colombia, se le permita participar en sesiones virtuales con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). (bit.ly/bringsimonhome)”
Con toda razón, Jorge Enrique Botero, quien escribe un libro con el significativo título: Un hombre de hierro, sostiene que Simón Trinidad “es uno de los colombianos más sobresalientes del siglo XX, pues en esta época no es fácil encontrar a una persona que abandona todas las comodidades del estrato 6 a cambio de ser fiel a sus ideas.”. Efectivamente, el origen familiar de Ricardo Palmera es de un sector acomodado y políticamente influyente, graduándose como economista y trabajando como profesor universitario durante nueva años, y gerente bancario en Valledupar, en el norte de Colombia, antes de unirse a las FARC. “Su naturaleza humanista, las circunstancias políticas y sociales de la época y la enorme desigualdad y corrupción que presenció trabajando en el Banco de Comercio en Valledupar, lo impulsó a volverse políticamente activo en organizaciones de izquierda y defender a campesinos y clase trabajadora. Fue en 1987, después de presenciar el asesinato de la mayoría de sus amigos y camaradas dentro del partido político de izquierda, Unión Patriótica, que Palmera, bajo amenaza él mismo, decidió dejar a su familia y su carrera y unirse a las guerrillas rebeldes en la montaña, adoptando el nuevo nombre.” (https://derechosdelospueblos.net/).
Habiendo participado en enero de 1999, como diputado federal, en los diálogos de paz en El Caguán, Colombia, durante el gobierno de Andrés Pastrana, junto con el entrañable Carlos Payán, entonces senador, conociendo en esa ocasión al legendario comandante Manuel Marulanda, Tiro Fijo, y a Raúl Reyes, importante negociador de la guerrilla asesinado en un bombardeo a su campamento, considero que la iniciativa para la liberación y repatriación de Simón Trinidad, será muy importante para lograr la paz en ese hermano país, tan lacerado por siglos de guerras y cruentos conflictos armados.
Tomado: Rebelion