
En
su campaña política su único caballo de batalla fue el tema de la paz, por lo
que él mismo se hizo llamar el presidente de la paz, no solo por mantener la
mesa de diálogos, sino por mantener el campo incendiado, advirtiéndoles a los
insurgentes que no va a bajar la guardia, por ello se ha negado a un cese
bilateral, esperando los partes de guerra que lo emocionen hasta las lagrimas,
con el fin de darle continuidad a su segundo mandato, por ello, utiliza la dinámica
de la confrontación que se ha dado durante la existencia del conflicto, para
deslegitimar los diálogos y quitarle peso político a la guerrilla.
Tal vez,
su memoria le falla al intentar justificar que la paz no le interesa, pues las
condiciones de dialogar en medio de la guerra no son de la insurgencia, con
ello, ha pretendido hacer cálculos sobre bajas en combate, neutralizados,
capturados, desertores, por lo que solo es cuestión de días, para que los pocos
guerrilleros que queden se vean obligados a firmar su pax.
Por ello,
continúa perfeccionando el sistema transnacional imperialista con el cual a
parcelado al país y lo ha entregado a multinacionales que se vienen apropiando
del territorio y los recursos naturales, con el fin de expandir el modelo de
acumulación a sectores como la minería, petróleo, entre otros más. De ahí, su insistencia
en afirmar que el modelo económico no se negocia. Con ello, mantiene felices a
los inversionistas, amigos y aliados. De ahí que Colombia sea considerada el
mejor lugar de negocios. Si esto es pensar en paz, entonces que es la guerra.
Pero
resulta que el presidente de la paz no solo no se ha comprometido con el tema
de la paz, sino que por el contrario se sigue preparando para la guerra de ahí que
no ha desaprovechado oportunidad estratégica para mejorar sus posiciones
militares no solo en el teatro de operaciones, con armamento, hombres sino
ampliando el fuero militar, lo que supone la continuidad.
Sin contar,
las medidas económicas antipopulares que generan hambre, miseria, desempleo,
con lo que las condiciones objetivas del conflicto siguen presentes y supone un
descontento generalizado que obligue a la protesta.
Protestas
que ahora serán sofocadas con el uso de pistolas taser, con la que no solo se
tortura a un manifestante sino pretende eliminar la protesta social, no con
cambios al interior del Estado sino mediante el uso de la fuerza, práctica que
le resulta más rentable y sienta precedente para el que piense en protestar.
Por ello
valdría la pena preguntarse qué tipo de paz, busca el gobierno, o si la paz es
propiedad privada del gobierno, sin olvidar que Santos llegó a su segundo
mandato no solo por el clientelismo y el no a Uribe, sino porque un sector
amplio de la izquierda apoyo los diálogos y por ende su segundo mandato. O su
desenfreno triunfalista le nubla la memoria.