miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Indultar al Estado?



En los últimos días se ha venido discutiendo sobre cómo debe ser la justicia transicional, algunos como un ex-presidente lanzo su muy “innovadora” propuesta que se puede resumir en echar todo en el mismo saco y ya, esto se puede interpretar como borrón y cuenta nueva.

Lo que parece poco probable, si tenemos en cuenta el largo conflicto interno que ha azotado los campos, las numerosas víctimas que ha dejado no solo de parte de la insurgencia, sino la forma como el Estado, ente regulador de toda sociedad, se ha aliado con un sin número de delincuentes, empresarios, políticos, paramilitares, multinacionales, con el fin expreso de eliminar la diferencia no con debates ni políticas acordes al desarrollo social y económico que le corresponde como nación, sino con el exterminio de la que han sido víctimas, por ello no pueden estar todos en el mismo saco.

Esto quedó evidenciado en el informe presentado por la Comisión histórica, aunque los expertos designados por el gobierno se esforzaron por negar la participación del Estado y la forma como este ha buscado mecanismo para eliminar la diferencia, anterior al surgimiento de las guerrillas, las evidencias históricas son irrefutables, al negar la existencia de nuevos actores sociales, políticos que reclamaban sus derechos a participar en la construcción de sus propias identidades.

No solo al obstaculizar el surgimiento del Partido Comunista, sino al quitarle la personería jurídica y sin ir más lejos a la eliminación a sangre y fuego del que fue víctima el partido político Unión Patriótica. La pregunta que surge ¿será que un Estado se puede considerar legitimó cuando actúa en connivencia con criminales para mantener el “statu quo”, contra una parte de la sociedad.

Es justamente en el Estado donde se encuentran las raíces del conflicto y la forma como ha pretendido ejercer control sobre la sociedad que busca nuevas alternativas de poder político, social y económico. Frente a una elite profundamente sectaria que se apodero del control estatal durante toda la vida republicana, para ello solo se necesita echar un vistazo desprevenido de los apellidos que se han repetido en una constante sinfín, como dato en Colombia han gobernado aproximadamente 48 familias que se han aliado, mezclado emparentado quedando convertidas en 24,conformando verdaderas dinastías. ¿Será que a esto se le puede considerar participación democrática?

Si bien, la historia tiene varias interpretaciones y estas se dan de acuerdo a quién la escribe e interpreta, lo que no se puede negar es la forma como el Estado actúo como dinamizador del conflicto, no solo en el periodo de La Violencia, que va desde finales del 40 hasta mediados de los años 60, donde estas mismas élites sin que le importara la sociedad enfrentó a los campesinos en los campos por unos supuestos colores políticos que en la esencia han constituidos una sola contienda política, lejos de constituir lo que Maurice Duverger denomina partidos políticos.

Fue así como estas élites que en ningún momento perecieron los rigores de la guerra, lograron pactar acuerdos, no con la sociedad sino entre ellos para permanecer en el poder y repartirse el botín del Estado de forma equitativa, esto les resultaba más fácil que dejar a los electores decidir, pues la permanencia de uno u otro color político los podría dejar por fuera de las ganancias que representa administrar el Estado.

La creación del Frente Nacional, no se puede plantear como lo han dicho algunos el freno a la violencia, descociendo las múltiples masacres que se presentaron, la represión por parte del Estado a comunidades enteras; como Marquetalia, Pato, Guayabero, Sumapaz, Villarica, solo para nombrar algunas. Ya estas son más selectivas y dirigidas con objetivos precisos con la ayuda de EEUU, como lo documenta el historiador Vega Cantor.

Frente a estos hechos el Estado según se ha dicho tenía que mantener el “orden” cuál no sabemos hasta ahora. Por lo que la responsabilidad viene a ser de la insurgencia más concretamente de un grupo de campesinos que producto de una mala noche se levantaron con el ánimo expreso de joder a la sociedad que en palabras del elocuente sociólogo francés Pécaut desataron una guerra contra la sociedad, por lo que el pobre Estado casi agónico se defendió, dejando solo un número limitado de muertes menos que las del Cono Sur, para ser más precisos.

Sin duda está es la justificación que tiene el Estado frente a su accionar violento en contra de la población, sin hacer mención no solo a este tipo de violencia, sino la que ha dejado su modelo económico, fortalecido por las políticas que solo han beneficiado a un sector de la sociedad, empobreciendo al resto, sin educación ni posibilidad de movilidad social.

Estas evidencias no solo muestran como el Estado ha actuado en contra de un sector de la sociedad, sino que ha permitido la continuidad del conflicto alimentándolo diariamente con planes estratégicos de orden militar, político y peor aún económico, la firma de los TLC, pueden explicar hacia donde nos dirigimos.

Sobre las discusiones en La Habana

Para los sectores que representan la institucionalidad, parece que lo más importante, no son los acuerdos a los que se pueda llegar, pues dan por entendido que las FARC, están negociando su salida más digna sin que medie cualquier acuerdo político, la discusión más importante parece ser cuantos años de cárcel pagara Márquez, Timocheko o Catatumbo, esta es la obsesión del procurador, Uribe y su sequito, además dan por entendido que jamás se convertirán en una opción política.

En lo que sí tienen razón es en decir que no se pueden igualar militares y guerrilleros, porque los primeros actuaron bajo la institucionalidad y protegidos por una Constitución por lo que se debe ser más severos, representan la institucionalidad y el orden. Caso contrario los insurgentes se levantaron en armas contra el Estado y asumieron el riesgo que deriva la militancia armada.    

Por ello, el gobierno sigue con sus planes de compra de armamento, el ensanchamiento del latifundio, desconociendo los acuerdos pactados y lo que se había establecido como las zonas de reserva campesina. Firmando acuerdos de cooperación con la OTAN, entre otros. Es decir, si se firma la paz seguiremos igual. Porqué el modelo económico no está en discusión ni el ordenamiento de las Fuerzas Militares, mejor si se acuerda como mejorar su capacidad y accionar dándole mejor campo de acción con un fuero militar y la creación de un fondo para la defensa de estos “héroes”, que sacrifican su vida porque el resto podamos dormir en paz.

Finalmente el Estado no debe ser indultado, por el contrario debe ser enjuiciado y con ello sus gobernantes, es decir se les debe hacer un juicio histórico a todos los que nos han mal gobernado, cuál ha sido su responsabilidad y los delitos que cometieron, sin duda la corrupción, el clientelismo la asociación con grupos de delincuentes, empresarios y políticos, creación de paramilitares; que constituyeron y constituyen lo que se puede denominar una empresa criminal, de ahí, que todos no caben en el mismo saco. No se debe eludir la responsabilidad de todos los que actuaron en la sombra y con ello contribuyeron a fortalecer sus riquezas, ordenando masacres, desplazando, entre otros muchos delitos, sin olvidar el papel violento de las multinacionales.

En este sentido deberá abrirse un capítulo, sobre cómo ha sido el accionar de estas, los empresarios y los beneficios que han recibido los gobierno de modo individual por dejar operar dichas compañías, así mismo con algunos empresarios que han buscados beneficios a partir de leyes y normas que solo los beneficia de manera particular. 


De no ser así Colombia seguirá transitando por los caminos de la violencia la exclusión social, alimentando la guerra. De ahí la importancia del documento de la comisión histórica, que debe servir de estudio al interior de la sociedad desde la escuela hasta la universidad, donde se generen debates académicos, de lo contrario el documento se convertirá en letra muerta.


Por: Jesús Sierra. Estudiante de La Universidad Nacional de Colombia