martes, 7 de abril de 2015

¿Estamos ad portas del postconflicto?

Sobre los diálogos de paz en La Habana se ha especulado desde diversos sectores, algunos con el ánimo de continuar la confrontación armada, han creado toda una oposición sin argumentos que permitan un análisis riguroso de lo se cree se está negociando, basta con escuchar algunos congresistas y su pobre discurso y memoria sobre los diálogos, ya se les olvido los beneficios que acordaron entregarle a los paramilitares, tramitados en la ley de Justicia y Paz o la invitación que le hicieron a Mancuso para asistir al Congreso.

Para estos, eso no constituyó un exabrupto, pero si lo consideran cuando se trata de la insurgencia no solo su participación en el congreso sino en un futuro cercano convertirse en una opción política, aquí surge una pregunta cuántos de estos congresistas que rechazan la participación de la insurgencia en el Congreso no estarían complacidos de que Mancuso y demás, compartieran no solo sillón sino curul.

En un escenario democrático estas discusiones serían bienvenidas, contribuyendo a ampliar el sistema políticos, caso que no es el colombiano, con el antecedente de dirimir las diferencias o la oposición a bala, lo que permite presumir que algunos sectores no solo políticos sino económicos y sociales les beneficia mejor la guerra que la paz y sus intereses se construyen ahí.

Por otro lado, está el gobierno Santos quien solo ha utilizado el tema de los diálogos para fines propios e intereses políticos en la medida que este tema le garantice réditos no solo al interior de la sociedad sino frente a la comunidad internacional, estará feliz y promocionando al país como un centro de negocios, incluso se ha atrevido a hablar del postconflicto, lo que parece un chiste, sobre todo cuando viene de Santos, nada sorprendería que un día amaneciera diciendo que esos tales “diálogos de paz no existen” o que “esa tal guerrilla no existe”.

Por ello, de vez en cuando amenaza con levantarse de la mesa si esos rebeldes facinerosos no se doblegan a su propuesta de paz, incluso dice que les caerá toda la fuerza del Estado, como si eso ya no hubiera ocurrido. Pese a esto, según dice nos seguimos preparando para el postconflicto, la mala costumbre de los colombianos de ensillar antes de tener las bestias.

De manejar falsas expectativas para salir bien librado, si los diálogos por algún hecho fortuito se rompen, como buen jugador de póker siempre tiene el as bajo la manga. Qué les diría a los colombianos en su alocución presidencial que tenemos que aplazar el postconflicto porque esos bandidos no quisieron recibir la mano tendida del Estado y por ello, el presupuesto previsto para el postconflicto se debe gasta de forma inmediata en compra de armamento y en la persecución por tierra, mar y aire a esos bandidos, para estar tranquilos les garantizo que ya mañana me confirman el paradero de Timochenko.

De verdad el gobierno cree que nos estamos preparando para el postconflicto, cuando ni siquiera los temas claves para generar desarrollo y equidad les ha dado respiro, ningún cambio se ha visto durante su larga estadía en la casa de Nariño, aparte eso sí, de los TLC, de la cooperación con la OTAN, de hacer parte del selecto grupo de la OCDE, temas realmente importantes no para Colombia. Eso de que somos el tercer país más desigual del mundo o el primer en crisis humanitaria, no le dice nada, sin contar que somos los más felices.

Lo importante para el gobierno es invitar inversionistas a Bogotá y Cartagena para que conozcan el progreso y lo buenos anfitriones cuando de vender el país se trata, si hasta la pobreza y el desempleo han mejorado, en el sentido inverso por su puesto. Lo que hace pensar que el postconflicto está cerca.

Lo que si no ha dicho Santos, es que el postconflicto es un proceso largo que no solo con la firma de la paz se empieza a materializar. La puesta en marcha de los acuerdos, los procesos que se deriven de estos y las transformaciones sociales que impliquen cambios sociales y políticos son temas claves, que no son postconflicto, pero, le dan legitimidad a lo acordado.

Por otro lado, están los elenos mientras no se logre ningún acuerdo con esta guerrilla, de cual postconflicto hablamos, sin olvidar que el gobierno está en la obligación del desmonte definitivo de los paramilitares, no como lo ha planteado el Congreso declarar a las Bacrim actores del conflicto, esto sería la justificación más burda del sinfín del conflicto y de paso el reacomodo de algunos sectores que pierden con la paz y por supuesto el reencauche de las fuerza armadas, quienes justificarían su razón de ser, no el de cuidar las fronteras, sino el perseguir a los armados. Será que el gobierno está dispuesto a esto.

En un hipotético caso de postconflicto, este tampoco es de forma inmediata, el tiempo se define a partir de los cambios que empiece a experimentar la sociedad, ligados no solo a las operaciones militares, dejación de armas por parte de la insurgencia o asesinatos selectivos o a la desaparición de las bandas criminales. Sino a partir de un nuevo sistema político legitimó que funcione para toda la sociedad en igualdad de condiciones, se eliminen las asimetrías sociales, la pobreza y falta de educación sean temas del pasado.

Solo de esta forma Colombia empieza a transitar por la senda del postconflicto, cerrando la posibilidad a que nuevos actores sociales o grupos criminales tomen las armas con otros fines o los mismos. Será que en este periodo presidencial se logra?