miércoles, 14 de marzo de 2012

Cultivos de palma: entre la esclavitud y paramilitares

Carlos Julio Hernández, es un trabajador de Aceites Manuelita y, además, es el vicepresidente de Sintraimagra seccional Villavicencio, Meta.
Carlos Julio afirma que existe preocupación por la situación de los trabajadores y en especial los cooperados ya que había antiguamente unas siete cooperativas de las que se vieron obligados todos los trabajadores a marcharse por el pago de salarios muy bajos los cuales no les alcanzaba para alimentarse.
Antes que solucionar el problema, la empresa toma la determinación de traer personal nuevo de otros departamentos, como el Caquetá, Santander, Cali, entre otros. En los primeros días de enero trajeron aproximadamente trescientos trabajadores y lo peor fue que los trajeron engañados, que supuestamente venían a ganarse ochenta mil pesos diarios y libres de comida. Esa no es la realidad, la realidad es que allá no se alcanza ni a ganar, ni veinticinco mil pesos diarios y toca con esos pagar alimentación,seguridadsocial, parafiscales, dotación, herramientas de trabajo. Mejor dicho una cantidad de descuentos que le hacen. Tanto es el engaño con que trajeron a esa gente que ahora no tienen ni como ganarse el transporte para devolverse a sus casas a sus regiones de origen.
La empresa argumenta que la comunidad no les quiere trabajar, que son flojos, que por eso no los contratan. Pero la realidad es otra. Traen esa cantidad de gente y los vinculan a las nuevas empresa de Sociedades Anónimas Simplificadas (SAS). Hay una empresa que se llama Sertempo que es donde están contratándolos a tres, seis meses y máximo a un año. Les hacen un contrato y los ponen a firmar un documento con una letra tan pequeña que les tocaría leerla con lupa. De esa forma, como no saben lo que firman, se ven engañados, asaltados en su buena fe.
Las esposas, las compañeras de los trabajadores se ven obligadas a trabajar a destajo y le colocan como meta de ocho a diez lonas llenas de pepas desgranadas y les pagan es al destajo y no se alcanzan a ganar ni diez mil pesos libres.
Se ejerce, por la empresa, una presión contra nosotros los del sindicato, argumentan y dejan escapar rumores por ahí, que van a traer desde Cúcuta, para el departamento, como trescientos paracos (paramilitares). Eso nos tiene preocupados porque nosotros no podemos adelantar con fuerza el sindicato por cuidarse uno de esa gente, no puede uno hablar nada de la organización, ni publicar en carteleras documentos del sindicato. Estamos es asustados por ese problema.
Nosotros ya no alcanzamos prácticamente a ganarnos un salario mínimo, lo que ganamos no nos alcanza para el sustento de nuestra familia, ni para el estudio de los hijos.
Aceites Manuelita, entre los que trae de otras partes, les retiene la cédula para evitar que los trabajadores se vayan sin pagarles los exámenes y el transporte de la traída de su región. Eso sucedió y sigue sucediendo, pero la empresa los reúne y les dice que no comenten nada, pero hubo un día un compañero que no se aguantó más y nos comentó la situación. Inclusive, los traen con sus esposas para tenerlos más comprometidos y amarrados al trabajo bajo las condiciones que la empresa les imponga. Los meten en campamentos internos dentro de las plantaciones de palma para que no tengan con quien asesorarse ni con quien charlar y en el contrato que les hacen firmar establecen que no pueden hablar con nadie, ni asociarse con ningún sindicato y lo hacen, argumentando que les están abriendo los ojos para que se defiendan de la organización. A ellos no los dejan salir a hablar con nadie, ósea que los tienen como en un campo concentración, parece una nueva forma de esclavitud. Los tienen encerrados y no los dejan salir ni nada, les tienen ahí mismo la comida y todo para que no tenga contacto con nosotros para que no los asesoremos.
Estamos en la tarea de conseguir la firma de los que se están yendo para que nos cuenten la problemática de por qué se van y por qué fue que los trajeron engañados. A ver si se atreve, alguno o varios de ellos a denunciar semejante trato denigrante, injusto e inhumano.
Por Rafael Carrascal
Tomado: Agencia prensa Rural