Para las elecciones que se celebran
el próximo 9 de marzo, no existe novedad alguna, si revisamos con cuidado el
70% de los candidatos que se presentan pertenecen a la casta política que ha
dirigido este país, desde hace poco más o menos 40 años, sin que su paso por
algunas de las instituciones del Estado haya merecido algún recordatorio, salvo
lo extravagante de su sueldo, las clientelas que ha logrado acumular, los
torcidos y chanchullos para tramitar algunas leyes que lo blinden contra toda
investigación, el uso indebido de los carros que les otorgan a los congresistas
y los bienes que usufructúan en beneficio propio con el impuesto de todos los
colombianos.
Sin duda, este es el nuevo Congreso
que según dicen sus candidatos le apuntan a la renovación, al cambio radical, a
vivir bien. Parece un chiste de mal gusto, pensar que un Gerlein pueda
transformar la política colombiana cuando lleva 40 años ocupando un sillón del
Congreso, sin que sepamos cual ha sido su contribución al país, salvo su odio visceral
contra los homosexuales y las mujeres, realmente en palabras del propio senador
su permanencia en el Congreso es excremental. Igual que la presencia de otros
como Serpa, o el nefasto Uribe, no son garantía de cambio sino por el contrario
de la permanencia de una élite corrupta e inepta que se resiste a abandonar las
jugosas ganancias que les deja el Estado, pues, no olvidemos que la corrupción
en el gobierno de Uribe tuvo un crecimiento exponencial donde todos sus aliados
cercanos se han visto involucrados no solo en delitos graves, sino en
corrupción.
Pero lo nuevo y novedoso que pretende
la política no solo se concentra en estos pro-hombres de la patria, sino
también en las nuevas generaciones, vale decir, que los que ya se han retirado
han dejado sus retoños que vienen a significar un cambio generacional, que en realidad
no significa lo nuevo, sino asegurar mejor la repartición del botín que
significan los dineros públicos. De ahí, que la política colombiana signifique
una carrera de relevos, por el manejo de los dineros del Estado, los contratos,
las gabelas, las clientelas y la corrupción que se mueve alrededor.
Pues, si hacer política no resultara
tan rentable, sin duda hombres como Gerlein, Serpa, Uribe, Gaviria, Galán, Roy,
parapolíticos gobernando en cuerpo ajeno, entre otros muchos no estarían atornillados
a las sillas del Congreso, buscando beneficios propios y no comunes. La pregunta
que surge ¿Cuánto ha avanzado el país en reformas sociales? Y qué decir de la educación, que futuro puede tener
un país donde se construyen más cárceles que universidades o colegios. Será que
realmente estamos caminando por la senda del cambio.
Pese a esto, la izquierda colombiana
tampoco da muestra de transformación, pues Navarro y otros, están demostrando
que el cambio no es posible, o que solo ellos merecen un puesto en el Congreso.
Valdría la pena una renovación que se ajuste a los cambios que necesita el
país, sobre todo cuando se piensa en un país en paz. Definitivamente los
cambios no están en esta jornada electoral. Sin olvidar, los candidatos para la
presidencia, que como van las cosas Santos puede ser el ganador, premio que se
gana por inepto y corrupto o por sustracción de materia o por la ley de la
inercia, pues, si Petro no ha sabido gobernar a Bogotá a Santos le quedo grande
el país, pero pequeño para las multinacionales, sin olvidar que fue el ministro
de defensa de Uribe, donde hasta ahora está saliendo lo podrido que ha
resultado ese ministerio.