viernes, 24 de octubre de 2014

La OTAN y la Operación Cóndor

 Integrantes de los ejércitos secretos de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) en Europa, que cometieron miles de atentados y crímenes en varios países de esa región después de la Segunda Guerra Mundial, fueron partícipes claves en la Operación Cóndor, coordinadora criminal de las dictaduras del Cono Sur.
Entre estos, como se comprobó en documentos y testimonios de Cóndor y en investigaciones de la justicia argentina, estuvieron acompañando al dictador Augusto Pinochet desde los inicios de Cóndor —junto a los grupos terroristas cubanos de Miami— los dirigentes de las organizaciones fascistas italianas Ordine Nuovo, Vincenzo Vinciguerra; y de Avanguardia Nazionale, Stefano Delle Chiae, y otros autores de atentados terroristas y asesinatos en la Operación Gladio, modelo de los ejércitos secretos de la OTAN en Italia.
Estos crímenes cometidos en varios países de Europa “occidental” integran la historia negra de lo que fue la guerra sucia anticomunista, bajo la dirección de la CIA, el MI británico y el control de la OTAN, cuyos responsables y ejecutantes nunca han sido llevados ante la justicia.
En el libro Los ejércitos secretos de la OTAN : la Operación Gladio y el terrorismo en Europa occidental (edición española El Viejo Topo, 2005) el catedrático investigador Daniele Ganser, que trabaja en historia moderna en la universidad de Bale (Francia), da cuenta de una historia de terrorismo en esa región, que ha estado oculta bajo la alfombra durante demasiado tiempo.
Tomando como base un documento original de los servicios secretos militares italianos (SIFAR), fechado el 1ro. de julio de 1959 y titulado Las fuerzas especiales del SIFAR y la Operación Gladio, el investigador Daniele Ganser realizó un trabajo impactante.
“Este documento probaba que un ejército secreto vinculado a la CIA y la OTAN, llamado Gladio (espada), había existido en Italia durante la guerra fría (...) basándome en fuentes italianas, rápidamente me di cuenta sin embargo de que durante ese periodo los ejércitos llamados Stay-behind (que traduce el autor como “retaguardia” o “quinta columna”) habían existido en todos los 16 países de la OTAN. Investigaciones posteriores me llevaron a concluir que de los 16 países de la OTAN po­dían ser excluidos Islandia, sin fuerzas armadas, y Canadá, muy lejos de la frontera soviética”, escribe Ganser.
Sin embargo, el investigador pudo comprobar que también habían existido los ejércitos Stay-behind (secretos) con vínculos indirectos con la OTAN en cuatro países neutrales: Suecia, Finlandia, Austria y su nativa Suiza.
En 1990 el primer ministro italiano Giulio Andreotti “se vio forzado a confirmar que había existido un ejército secreto en Italia y en otros países de Europa Occidental que formaban parte de la OTAN” y que, coordinado por “la heterodoxa sección militar” de este organismo, el ejército secreto había sido organizado por la CIA estadounidense y el servicio secreto británico (M16 o SIS) para combatir al comunismo, recuerda Ganser.
Investigado entonces como “una red clandestina” por jueces, parlamentarios, académicos y periodistas a lo largo y an­cho de Europa el nombre en código de estos ejércitos secretos  eran en Italia, Gladio, en Dinamarca se denominaba “Ab­sa­lón”, en Noruega “ROC”, en Bélgica “Sdras”, y la lista sigue...
“En cada país el servicio secreto militar ponía en funcionamiento dentro del Estado al ejército secreto siempre en colaboración estrecha con la CIA y el M16 y a espalda de los parlamentos y la población”, cita Ganser, mientras que el encargado de coordinar las redes a nivel internacional era el “Allied Clan­destine Comnittee” (Comité Aliado Clandestino CAL) que también se llamó de Coordinación y Planificación.
DE GLADIO A CÓNDOR
Las investigaciones sobre la Operación Cóndor —que co­menzaron activamente después del asesinato en Washington del ex ministro chileno Orlando Letellier (una de las más importantes figuras del gobierno de Salvador Allende, derrocado por los militares chilenos y la CIA en septiembre de 1973)— se dinamizaron con el descubrimiento en diciembre de 1992 de algunos documentos claves, en el Archivo del Terror de la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989).
Entre estos documentos, la desclasificación de archivos y las investigaciones de distintos autores, se encontraron los datos de los fascistas italianos, no cualquiera, sino algunos de los más importantes criminales de los ejércitos secretos de la OTAN en Europa, como Delle Chiaie y Vinciguerra.
Delle Chiaie estuvo refugiado en España, bajo la dictadura de Francisco Franco, junto al jefe fascista italiano Valerio Borghese (“príncipe negro” o “príncipe Borghese”). Este líder fascista, miembro de la organización terrorista Ordine Nuovo, había sido salvado por el agente de la CIA James Angleton, después de la Segunda Guerra Mundial,
Cuando, a pesar de la guerra sucia anticomunista en 1968, “los votos combinados de los socialistas y comunistas derrotaron a la Democracia Cristiana Italiana (DCI), Borghese, con la estrecha colaboración de la CIA estadunidense”, como señala Ganser, y los hombres de Gladio intentaron el segundo golpe de Estado en Italia el 7 de diciembre de 1970.
El primer golpe en ese país sucedió en 1964 mediante la Operación Piano solo, durante la cual, masiva y sorpresivamente, se detuvo a líderes políticos y sindicales de la izquierda italiana, y también lo hizo en los 70, llevándolos a una ‘prisión controlada’, por Gladio en Cerdeña.

Esta segunda acción golpista se realizó bajo el nombre en código de Operación Tora Tora, “recordando el ataque japonés a las naves norteamericanas en el puerto de Pearl Harbour”.
La investigación de Ganser evidencia que durante cuatro décadas —desde los años 50— actuaron estos ejércitos secretos en las acciones terroristas de la contrainsurgente Operación Gladio y otras similares bajo diversos nombres en los países europeos y que estaban integrados por connotados fascistas, que además de su acción terrorista en Europa, y en nombre de la “lucha anticomunista”, estuvieron detrás de varios de los más impactantes crímenes de la Operación Cóndor, lo que no pudo haber sucedido sin que lo supieran los jefes de la OTAN.
Delle Chiaie y Vinciguerra, entre otros, viven como “testigos protegidos” en Italia, en realidad “protegiendo” a los servicios secretos de los países europeos , funcionarios y civiles que fueron parte de esa “guerra sucia”.
A estos y a los servicios de inteligencia italianos, franceses, alemanes, belgas, así como a los jefes de la OTAN de esos años, deberían citarlos a declarar en los juicios sobre la Operación Cóndor en América Latina y por los crímenes en la Europa de la post-guerra. (PL)
Tomado: Granma