lunes, 9 de julio de 2012

América Latina volviendo al pasado


La década de los noventa en América Latina se caracterizo por el fin de las transiciones que dieron paso a la democracia, luego de largas y sangrientas dictaduras ocurridas en la mayor parte de la región. Lo que según Samuel Huntington denomino como la tercera Ola de democratización. Es decir, luego de un largo periodo sin democracia, los habitantes podían participar activamente con el derecho al sufragio y elegir a sus mandatarios. Los golpes de estado habían quedado atrás.

En esta misma época los países habían iniciado un tránsito hacia la consolidación del modelo neoliberal y la apertura económica. En países como Chile la dictadura le fue útil a este modelo, todo ello contemplado en el Consenso de Washington, la receta impuesta por FMI, para los países como forma única para consolidar el capitalismo salvaje, con ello los Estados abandonaron las políticas sociales e implementaron la privatización en todo orden (salud, educación, vivienda, pensiones entre otros) y le dieron apertura a mercados internacionales.

Para América Latina una de las consecuencias inmediatas de este modelo de economía política fue: incremento del desempleo, la pobreza con la falta de prestación de servicios, los habitantes no contaban con el minino de agua, esta  hacia parte del mercado, lo mismo ocurrió con la salud, educación y vivienda. Este fue el panorama que caracterizo el fin del siglo XX.

Como respuesta a este modelo político, América Latina da un giro hacia nuevos sistemas alternativos de agrupamiento, enmarcadas en lo social, lo que se podría llamar como democracias sociales, que tiene como base las transformaciones sociales, lo que implica el abandono del modelo neoliberal y la puesta en marcha del Estado como garante de los derechos sociales. Pese a esto, no toda América Latina inició esa transformación, algunos países como Colombia, México, Perú, Chile entre otros, reafirmaron su modelo neoliberal, ultra conservador, con ello se dio el desmantelamiento total del Estado y la entrada de las corporaciones multinacionales a gran escala, que arrasaron con todo lo que encontraron a su paso, dejando una estela de violencia, desempleo y miseria.

El rompimiento con el pasado lo inició Venezuela y su llamado socialismo del siglo XXI, de ahí en adelante algunos países han dado pasos hacia  las transformaciones sociales, marcando distancia con el modelo neoliberal, lo que implica regular la entrada del capital extranjero, con ello darle mayor importancia a la industria nacional y  avanzar hacia un modelo social que incluya al conjunto de la sociedad en igualdad de condiciones.

Estos cambios han generado resistencia por las élites que se apropiaron del Estado y que durante décadas lo consideraron como su patrimonio, lo utilizaron para realizar sus objetivos particulares donde lograron amasar inmensas fortunas,  en detrimento de la sociedad. La función de servicio a la comunidad fue el discurso para permanecer en el poder y la violencia para controlar cualquier brote de descontento social. Al perder este patrimonio, las élites han buscado diversos métodos todos con el fin de volver a ocupar el solio presidencial. Para ello, es necesario volver a la estrategia antigua; los golpes de Estado.

Estos golpes de Estado tienen la particularidad que son más sutiles que los ejecutados años atrás por los dictadores, pero que guardan los mismos objetivos; instalarse en el poder e impedir cualquier cambio social. El primero de ellos, se dio en Venezuela sin mucho éxito, luego han seguido intentos como en Ecuador y Bolivia, sin mayor éxito. Sin embargo, esta seguidilla de golpes siguió su curso; paso a Honduras donde logro sus objetivos y Zelaya tuvo que abandonar el poder sacado por la fuerza y montado en un avión, lo que hacía recordar la nefasta época de las dictaduras. Para no cometer los mismos errores, el caso de Paraguay es el golpe de Estado más sutil, recurriendo al senado; argumentado “mal desempeño de las funciones” sin que se le brindara garantía alguna al presidente, fue destituido y alejado de sus funciones presidenciales; en este caso la democracia vuelve a estar en riesgo, ahora cobijada bajo el manto de respetar las instituciones y el orden. Un nuevo discurso para un viejo modelo de dictaduras.

Por ello, es de esperarse que cualquier argumento sea válido para derrocar algún presidente, que no cumpla con los lineamientos políticos de Washington y no represente a las élites nacionales, que han venido quedando huérfanas del poder. Para ello, van a utilizar desde el fraude electoral, la incompetencia del mandatario por enfermedad, crisis fiscal hasta los acostumbrados golpes militares.

Elaborado Por: Jesús Sierra. Estudiante de la Universidad Nacional de Colombia