El Estado Islámico produjo una lamentable innovación en la forma de la larga historia del terrorismo. Las ejecuciones ejemplarizadoras de antaño, cuyos testigos directos eran unos pocos, ahora son transmitidas por Internet en tiempo real y su horrendo impacto llega a los cuatro rincones del planeta. Este cambio no oculta el primitivismo del método, la decapitación. Pero recientemente apareció una nueva forma de terrorismo, más sutil que la tradicional y cuyas víctimas se cuentan por millones: el terrorismo financiero. Su principal exponente no es el infame verdugo vestido de negro, sino un afrodescendiente de suaves modales, laureado con un Premio Nobel de la Paz y que ocupa la presidencia de los Estados Unidos. Este sujeto ha lanzado una furiosa ofensiva para lograr el “cambio de régimen” en Cuba y reemplazar al gobierno de la revolución por un protectorado norteamericano. Para el logro de esta finalidad apela al terrorismo financiero: no sólo ha mantenido el ilegal, inmoral y criminal bloqueo en contra de Cuba, sino que en los últimos meses ha redoblado su patológica agresividad al imponer durísimas sanciones a bancos de terceros países que participen en transacciones comerciales relacionadas con la isla caribeña.
El objetivo de este empeño es dañar la viabilidad económica de Cuba e infringir un brutal castigo a toda una colectividad para que se arrodille ante sus verdugos. No hay aquí daga ni cimitarra, pero el objetivo es el mismo; las víctimas, muchas de ellas mortales, de este nuevo terrorismo, se pueden medir por miles. Ratificando en los hechos que Estados Unidos es un imperio, Washington hizo de la extraterritorialidad de su legislación un poderoso instrumento de dominio. Aplicando las leyes Torricelli y Helms-Burton, sancionóal banco BNP Paribas con una multa de 8834 millones de dólares por su intermediación en transacciones realizadas por los gobiernos de Cuba, Sudán e Irán, caracterizados como “enemigos” e incluidos en la lista de países que promueven, amparan o protegen al “terrorismo”. Una multa que, según los expertos, es la más elevada jamás impuesta a un banco en toda la historia del capitalismo.
A raíz de esta descomunal sanción, el BNP canceló todas sus operaciones con organismos y entidades cubanas, ejemplo que para perjuicio de la isla fue velozmente imitado por numerosas instituciones bancarias de todo el mundo, aterrorizadas también ellas ante esta nueva muestra de prepotencia imperial que Obama ejerce con una impunidad que supera aquella de la que hace gala el verdugo jihadista ante las cámaras. Un informe especial demuestra que en el período comprendido entre enero del 2009 y junio del 2014, es decir antes de la megamulta, Obama aplicó sanciones a 36 entidades de Estados Unidos y del resto del mundo por casi 2600 millones de dólares por el “delito de relacionarse con Cuba y otros países”.
Si el terrorismo financiero de Obama tiene eficacia es por la cobardía de los gobiernos que consienten la extraterritorialidad de la legislación estadounidense. Tal es el caso de Francia, cuyo presidente demostró carecer de las más elementales agallas políticas requeridas para el cargo. Se arrastró para suplicarle a Obama que intercediera por el BNP, a lo que éste le respondió que se trataba de un asunto exclusivamente jurídico y que nada podía hacer al respecto. La misma respuesta en relación con la ofensiva de los fondos buitre sobre la economía argentina. Si François Hollande hubiera poseído la milésima parte de la valentía de sus compatriotas en la Comuna de París le habría respondido que la legislación que apruebe el Congreso de los Estados Unidos no tiene vigencia en Francia, así como las leyes francesas no la tienen en Estados Unidos. Pero la descomposición moral del socialismo francés ya es irremediable. Lo reconfirma la actitud de su ministro de Finanzas, Michel Sapin, quien dijo que la medida aplicada por Washington era “desproporcionada”, no que era ilegal, inmoral e ilegítima, sino “desproporcionada”. El BNP se declaró culpable de dos cargos criminales: falsificar informes financieros y conspirar contra los EE.UU.; admitió la prohibición de efectuar transacciones en dólares por un año y obedeció a la orden de despedir a trece empleados del banco por su intervención en las transacciones objeto de la multa. En otras palabras: la Casa Blanca tiene el poder para cometer todas estas tropelías que violan desde la A hasta la Z la legalidad internacional y luego se declara impotente para conceder el indulto que haría justicia a los tres luchadores antiterroristas cubanos que continúan presos en las mazmorras imperiales.
Atilio Boron Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.