Según la más reciente encuesta realizada de conjunto por el Wall Street Journal (WSJ) y la National Broadcasting Corporation (NBC), dos de las entidades más señaladas de los llamados medios establecidos o mainstream media, la ciudadanía estadounidense ha perdido confianza en los políticos, las instituciones públicas, y el sistema político en general.
La encuesta revela que la aprobación del Presidente Obama, este mes, llegó a un mínimo histórico del 40 %, aunque solo un 19 % de los encuestados opinó positivamente de los políticos republicanos.
La encuesta revela fenómenos alarmantes, especialmente para quienes patrocinaron la pesquisa. Deja ver, por ejemplo, que casi dos de cada tres encuestados (62 %) están insatisfechos con el “papel de los Estados Unidos en el mundo”; que casi dos tercios de los encuestados (64 %) expresa insatisfacción con el “estado de la economía estadounidense”; que tres de cada cuatro estadounidenses (76 %) desconfía de la afirmación de que “la vida para la generación de nuestros hijos será mejor de lo que ha sido para nosotros”; que más de la mitad (54 %) de los encuestados cree que “el ensanchamiento de la brecha en los ingresos entre los ricos y todos los demás socava la idea de que todos los estadounidenses tienen oportunidad de lograr un mejor nivel de vida”.
Pero, sin dudas, la más cruda manifestación de rechazo popular contra el ordenamiento existente en la nación es que el 79 % de los encuestados se mostró insatisfecho con el “sistema político”.
El destacado periodista y escritor marxista estadounidense Zoltan Zigedy, al analizar estos datos, destaca que ello muestra la desconexión entre los sentimientos y deseos de las masas, de una parte, y las acciones y opiniones de los políticos y sus lacayos de los medios de comunicación, de la otra.
“El sistema político no respeta ni refleja la voluntad popular y eso equivale a decir que el país no funciona democráticamente, lo que indica que en Estados Unidos tenemos lo que a los medios les ha dado por calificar de “Estado fallido”.
Es una amarga ironía que el liderazgo antidemocrático de Estados Unidos se yerga arrogante en garante de la democracia en el resto el mundo y asuma el privilegio de indicar a los demás cómo deben vivir y actuar, sostiene ZZ.
Quizás nada expone tanto esta hipocresía como la trágica destrucción de Irak. Durante dos décadas, con un incontrolado impulso por dominar todas las reservas de petróleo en el Medio Oriente e intolerantes ante cualquier régimen que manifieste siquiera un asomo de rebeldía, las sucesivas administraciones de Estados Unidos han invadido, bombardeado, ocupado, aterrorizado económicamente y reavivado las animosidades étnicas y religiosas…, y todo ello en nombre del fomento de la “democracia”. Como resultado, un estado que era estable y viable ha pasado a ser lo que ahora se califica de una democracia “fallida”.
La palabra “democracia” tuvo alguna vez una significación importante para los estadounidenses. Había una relación —no muy fuerte, pero la había— de ella con la voluntad y los intereses colectivos de la mayoría del pueblo, las masas. Nadie con raciocinio pensaba que la democracia era perfecta, completa o absoluta, pero muchos se forjaban esperanzas, a partir de promesas electorales, de lograr un gobierno democrático e instituciones democráticas.
“La democracia heredada de los revolucionarios de las colonias sirvió a los intereses de la burguesía, pero dejó agrietada la puerta para algunas reformas democráticas acordes con los intereses de las masas (aunque la puerta se ha cerrado de golpe cada vez que ha surgido el peligro de un cambio verdaderamente democrático)”, advierte ZZ.
Pero hoy, en los Estados Unidos, la palabra “democracia” se utiliza para falsear, engañar y oprimir; sirve para enmascarar a un régimen oligárquico que emplea fuerzas tipo Gestapo para la vigilancia de la ciudadanía.
La “democracia” pretende legitimar un sistema bipartidista que produce resultados de partido único. La “democracia” se compra y se vende como cualquier otra mercancía. Y “democracia” es el protector de riqueza y de poder.
Zoltan Zigedy propone que, en Estados Unidos, la palabra “democracia”, al igual que la palabra “terrorista”, sean retiradas del uso cotidiano hasta que gente sensata, con un compromiso de principios con el sentir popular, puedan contrarrestar su difamación.
Tal vez la palabra “democracia” deba salvaguardarse en un estante hasta que surja un movimiento verdaderamente merecedor de ese calificativo. A juzgar por la reciente encuesta de WSL/NBC, es eso lo que la ciudadanía espera.
Tomado: Granma