jueves, 5 de junio de 2014

Abstención y democracia


En Colombia desde que se estableció el voto universal en 1957, todo ciudadano mayor de edad podía participar libremente en la elección de presidente, o abstenerse de participar, sin que ello diera lugar a una sanción judicial. Esta participación democrática no ha sido obligatoria, por lo que al mismo tiempo que fue instaurada de manera universal, se tomó como forma de protesta hacia las élites.

Al hacerlo así el ciudadano no solo mostraba su descontento hacia el Estado y su gobierno, sino que consideraba que era la forma más apropiada de participación, pues, entendía que si bien el gobierno se beneficiaba de su participación, este iba a gobernar a espaldas de sus necesidades.

De ahí en adelante la abstención se fue constituyendo como protesta y tuvo acogida entre diversos sectores sociales (sindicatos, estudiantes, maestros, entre otros más), fue tal vez en la década de los 70, momento de grandes agitaciones sociales, cuando más se adopto la consigna de no votar, pues se creía que con ello las élites se debilitaban por falta de apoyo popular y abandonarían el poder, lo que hasta ahora no ha sucedido.

A pesar, del poco apoyo popular que han recibido los candidatos en las urnas, esto no ha sido impedimento para la continuidad en el poder de la élite, de ahí que Colombia sea la democracia más estable de la región, aunque sus gobiernos no representen a las mayorías y se haya constituido como el segundo país más desigual, lo que explica que no es un gobierno para todos.

Uno de los vacíos que dejó la Constitución de 1991, sobre la participación popular, puede estar en la forma como se contabilizan o no los votos abstencionistas, entendiendo que el sufragio no es obligatorio, estos deberían tener algún valor a la hora de contabilizar los votos, pues, se debe entender como una forma de participación, donde el ciudadano no se siente representado por ninguno de los candidatos o no cree en el sistema político, de ahí su decisión de abstenerse, peor aun cuando esta ocupa el 60% de los ciudadano habilitados con capacidad de decidir.

Al desconocer este modo de participación se limita aun más la democracia como sistema político, el voto en blanco que fue un mecanismo de participación incluido en una reforma a la Constitución del 91, no cuenta con una aceptación, pues no se tiene claro que pasa con estos votos, sin olvidar que algunos sectores políticos se han querido apropiar de este mecanismo, lo que ha hecho que el ciudadano no sienta representado su voto.

Si bien, la Constitución Nacional en su art. 190, establece una segunda vuelta, si ninguno de los candidatos tiene la mitad más uno de los votos escrutados, los candidatos que quedaron en el primer y segundo lugar pasan a una segunda vuelta. El candidato que obtenga la mayor cantidad de votos será elegido presidente. Vale resaltar, que no se hace mención sobre cuánto debe ser el mínimo de votos con el que se elige un presidente y si la abstención es mayor a la participación.   

A propósito de la segunda vuelta

Una de las discusiones actuales sobre la participación electoral se ha centrado en el tema de la paz y la guerra, lo que representaría Santos y Zuluaga (Uribe). De ahí, que distintos sectores hayan tomado partido por apoyar a uno u otro candidato. Aun así, se consideren opositores políticos, esto para los sectores que han anunciado su apoyo a Santos en favor de la paz. Evidenciado por el temor que representa el regreso de Uribe y su Estado policiaco, corrupto y delincuencial, donde las mafias y los paramilitares tuvieron asiento.

Pese, a querer hacer una diferencia entre Santos y Zuluaga (Uribe), no debemos olvidar que los dos hicieron parte del mismo gobierno, comparten posturas ideológicas, modelo neoliberal, cero política social y son los artífices de los mal llamados falsos positivos. Por lo que no se explica el por qué los colombianos siguen apoyando estos políticos inescrupulosos, ineptos, ignorantes y corruptos.

La cuestión surge cuando distintos sectores incluyendo la izquierda moderada ha anunciado apoyo a Santos y al proceso de paz, si bien, la paz es una necesidad y un derecho fundamental, el que se apoye o no a un candidato no quiere decir que se esté dando el gran salto hacia el fin del conflicto, pues Santos menos Zuluaga son garantía de paz.

Si tenemos en cuenta que si bien se ha avanzado en 3 puntos, no existe garantía que en un ataque de nacionalismo desenfrenado y acosado por las élites, ejercito, empresarios y multinacionales, Santos decida pararse de la mesa, desconociendo el apoyo de los distintos sectores sumados en favor de la paz.

Lo que cuesta creer es que la izquierda se sumara, sin que se pactaran unos acuerdos programáticos; como el de iniciar diálogos con el ELN, o la iniciativa de la asamblea constituyente, el fírmale a Santos ese cheque en blanco, resulta dar un salto al vacío, y la izquierda podría perder el apoyo que hasta hoy ha logrado, esto por no buscar alternativas y mantenerse al margen izquierdo.

La izquierda parece olvidar que Santos no es alguien del que se pueda confiar si tenemos en cuenta lo sucedido con Alfonso Cano, momento en el cual existían unos acercamientos con el gobierno, la forma como ordeno su asesinato.

Por otro lado, existe la insurgencia quienes han dejado claro que se trata de pactar acuerdos y no de una desmovilización la cual espera el gobierno, ya lo advirtió el máximo comandante Timoleón en entrevista sobre las salvedades que existen en los acuerdos[1], lo que puede dar lugar a que se levante la mesa, sin que se logre el propósito de la paz. Entendiendo por supuesto, que la élite no está dispuesta a transformarse ni a propiciar cambios.

En este sentido parece que no existe otra alternativa sino Santos-Uribelaga, para la segunda vuelta. Pese a esto, se dejó el espacio para el voto en blanco, aunque el registrador advirtió que no tiene validez, lo cual parece que representa una burla, aquí surge una pregunta ¿si el voto en blanco gana que pasa con los candidatos? Se elige a si no cuente sino con un mínimo y los abstencionistas, si se habla de democracia está también es una participación. No se puede olvidar que el 60% no se sintió representado por ninguno de los candidatos.  

Frente a lo expuesto debemos entender que la paz no es propiedad privada de Santos sino de todos los colombianos, por lo que conviene tener claro que la élite jamás ha concebido un proyecto de país, su voto solo legítima lo ilegitimo.




[1] http://pazfarc-ep.org/index.php/entrevis/1934-entrevista-exclusiva-con-timoleon-jimenez-segunda-parte.html