viernes, 5 de diciembre de 2025

EEUU expulsa al jefe de Comando Sur por cuestionar ataques en Caribe

 En un informe publicado el miércoles, el periódico estadounidense The Wall Street Journal ha revelado el motivo del retiro en octubre del almirante Alvin Holsey, encargado de las operaciones militares estadounidenses en el Caribe, menos de un año después del inicio de su misión, una revelación que muestra que esta acción fue tomada bajo presión del secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth.

Citando a dos funcionarios del Pentágono que hablaron bajo condición de anonimato, el informe precisa que el mismo Hegseth le pidió a Holsey que se renunciara, y que no se trataba de la jubilación del comandante, tal y como justificaron luego.

Al respecto, afirma que la medida se decidió tras meses de desacuerdo entre los dos hombres, surgido después de que Holsey expresara su preocupación por la legalidad de las letales redadas del Pentágono en barcos acusados ​​de transportar drogas en el Caribe.

Poco después, Hegseth anunció que Holsey se retiraba. Según se informa, Hegseth le dijo a Holsey “o estás en el equipo o no. Cuando recibas una orden, actúa con rapidez y no hagas preguntas”.

Según funcionarios del Pentágono que hablaron con The Wall Street Journal, Holsey inicialmente tenía preocupaciones sobre la legalidad de bombardear barcos sospechosos de transportar drogas y también objetó que partes de la operación estaban fuera de su control directo.

Entretanto, Hegseth también sospechaba que Holsey podría ser la fuente de las filtraciones a los medios, y había perdido la confianza en él, por lo que estaba buscando un reemplazo incluso antes de que comenzaran los ataques en el Caribe.

El informe aumenta las dudas sobre los mortíferos ataques militares estadounidenses en la región del Caribe, que se llevan a cabo bajo el pretexto de combatir el narcotráfico y contra el Gobierno venezolano.

Hegseth está bajo presiones por los ataques estadounidenses en el Caribe, además de que una nueva investigación del Pentágono lo encontró culpable de usar el mensajero Signal en su dispositivo personal para enviar información confidencial sobre ataques en Yemen, subrayando que dicha acción podría haber puesto en riesgo a las fuerzas estadounidenses si hubiera sido interceptada.

Desde septiembre, el Ejército estadounidense ha llevado a cabo 21 redadas en barcos que presuntamente transportaban drogas en el Caribe, matando a 83 personas en esas operaciones.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió el miércoles que “el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha declarado claramente que el derecho internacional no es compatible con este tipo de ataques”.

Tomado: tercerainformacion

Petro rechaza amenazas de Trump y defiende soberanía de Colombia

 El presidente de Colombia, Gustavo Petro, rechazó este jueves las amenazas de su homólogo estadounidense Donald Trump de realizar operaciones militares terrestres en territorio colombiano bajo el pretexto de combatir el narcotráfico.

Durante una ceremonia de ascensos militares en la Escuela Militar José María Córdova de Bogotá, Petro enfatizó que “a Colombia no se le amenaza. Porque cuánta sangre de ustedes o de la Policía Nacional y de los colombianos del común y de los que no son del común, porque cuántos líderes de este país no han muerto hermanos del narcotráfico”.

Las declaraciones del mandatario responden a las críticas de Trump el pasado 2 de diciembre, cuando incluyó a Colombia entre los países que, según él, “exportan drogas ilegalmente” a Estados Unidos y que podrían enfrentar acciones militares. Petro reiteró que Colombia no aceptará intimidaciones extranjeras y destacó el sacrificio de las Fuerzas Armadas y líderes sociales en la lucha antidrogas.

“Como para que nos vengan a decir hoy que es que no estamos luchando contra el narcotráfico y aquí hay un Cartel de los Soles. Todos sabemos aquí que el narcotráfico puede comprar el corazón codicioso”, afirmó, aludiendo a estructuras criminales transnacionales.

Tomado: Tercerainformacion

jueves, 4 de diciembre de 2025

¿El pacificador? Las costuras del guion reciclado de Trump

 Al igual que Javier Milei ha prostituido a nivel internacional el concepto de ’libertad’ al confundirlo con una suerte de derecho al abuso y de carrera darwinista, Donald Trump está haciendo lo propio con el concepto de ’paz’, degradándolo a nivel semántico como una herramienta más del chantaje del más fuerte contra los débiles.

Claro que el presidente de EEUU lo tiene más fácil: ese país ha construido históricamente una retórica que le allana el camino.

Hollywood lleva décadas fabricando el imaginario de la intervención estadounidense como espectáculo. Cada "amenaza" geopolítica tiene su correlato cinematográfico: desde los generales rusos con misiles robados en El Pacificador (1997), hasta los estereotipados "dictadores" latinoamericanos de Los Mercenarios (2010).

Los talibanes, por su parte, fueron héroes aliados contra los soviéticos en Rambo III (1988) y enemigos genéricos del nuevo milenio poco después. Todo bajo la premisa de que el presidente de EEUU puede salvar al mundo… incluso desde el aire, como en Air Force One (1997).

Durante décadas, Washington ha justificado su accionar en todos los rincones del planeta con el discurso del "deber moral", como si el mundo necesitara a ese gendarme autoerigido tras la Guerra Fría. Pero esa narrativa, ya frágil desde sus orígenes en el Destino Manifiesto, hoy resulta doblemente absurda.

En primer lugar, porque un mundo que aspira a la multipolaridad no puede seguir tolerando que EEUU se sitúe en el centro de todos los conflictos. Y, en segunda instancia, porque ya parece muy viciado eso de autoproclamarse "juez" cuando todos sabemos que es "parte", y además una parte fundamental en los principales focos de guerra.

Trump, cuya trayectoria se ha basado en los negocios y en apariciones "estelares" en películas comerciales, se ha apropiado de ese guion. Su promesa de ser un "presidente de paz" es más una estrategia de marketing que un viraje real. En la práctica, su política exterior se parece a una producción de serie B de esas mismas películas mencionadas al inicio. Solo con dos diferencias: la sangre es real y el presupuesto no proviene de un estudio, sino del Estado.

"Acabaré la guerra de Ucrania en 48 horas", "firmaré el acuerdo más justo para Oriente Medio", "EEUU volverá a ser respetado como nunca antes".

Las promesas de Trump, lejos de representar una ruptura, beben de esa larga tradición de eslóganes insertados en la mayor de las ficciones estadounidenses: la de su excepcionalismo. Una narrativa que se sostiene sobre la idea de que EEUU tiene derecho a intervenir donde quiera y cuando quiera porque, supuestamente, encarna un orden moral superior.

En esa dirección, la Franja de Gaza se ha convertido en uno de los escenarios más dramáticos de esta política. Mientras cientos de miles de personas en todo el planeta gritaban "¡Alto al genocidio!" y Sudáfrica presentaba una demanda histórica ante la Corte Internacional de Justicia, Trump lanzaba su propio plan unilateral de paz.

Un plan que ignoró deliberadamente tanto a los palestinos como el contexto histórico central del conflicto: más de setenta años de ocupación, apartheid y limpieza étnica sistemática.

El llamado "Plan de Paz para Gaza", presentado en septiembre de 2025, ofrecía una tregua parcial (incumplida), la imposición de un protectorado gestionado por Naciones Unidas —a través de la Resolución 2803— y la exigencia de desmantelar toda forma de resistencia palestina.

Es decir: una recolonización encubierta que subvierte los principios de descolonización reconocidos por el derecho internacional (como la Resolución 1514 de la ONU) y elimina toda posibilidad de autodeterminación.

Bajo el disfraz multilateral, avalado por una ONU en fase terminal, el plan unilateral de Trump reimpone una autoridad externa, niega la voz del pueblo colonizado y formula una amenaza velada: aceptar el "acuerdo" o enfrentar algo peor. Peor que un genocidio, según las propias palabras del presidente estadounidense.

La lógica es clara: cuando el relato dominante ya no puede justificar la masacre, se recicla bajo un nuevo ropaje. Se convierte en "proceso de paz" lo que en realidad es continuidad del exterminio; y quien se oponga será señalado como enemigo. Así, la palabra "paz" se prostituye mediante un chantaje semántico: un ultimátum que santifica la violencia estructural mientras criminaliza la resistencia legítima palestina.

En Ucrania, el guion se repite. Como en Gaza, Trump presenta su plan de paz —unilateral, de nuevo— no como una vía real de resolución, sino como un instrumento para prolongar la hegemonía estadounidense bajo apariencia de neutralidad.

Mientras en Gaza se extorsiona con el exterminio para imponer una recolonización, en Ucrania se encubre la derrota estratégica de los socios atlantistas con una supuesta mediación que en realidad busca administrar la retirada sin que EEUU asuma responsabilidades. El objetivo, como siempre, es controlar el relato: convertir la desescalada forzada en gesto magnánimo. Pero tras cada movimiento opera una misma lógica que disfraza la imposición como diplomacia.

El caso de Venezuela es aún más atroz por la ausencia de disimulos. EEUU defiende una suerte de intervención simplemente porque puede. No hay guerra en curso, ni conflicto bilateral abierto, ni resistencia militar activa. Solo una ofensiva sistemática, asimétrica y unidireccional por parte de Washington desde hace décadas.

Desde el regreso de Trump al poder, la agresión ha escalado sin medida: bombardeos a embarcaciones en aguas del Caribe, la inclusión sin pruebas del presidente Nicolás Maduro en listas de supuestos "narcotraficantes", las amenazas abiertas de invasión terrestre y una campaña internacional destinada a forzar el cierre del espacio aéreo venezolano, mediante el miedo y la presión a aerolíneas comerciales.

Se trata de una escalada unilateral, como el mundo que Trump se niega a dejar atrás. Lo grave no es solo la impunidad: es el silencio cómplice que legitima esta ofensiva, naturalizando la agresión como si fuera política exterior ordinaria. En Venezuela, el falso pacificador ni siquiera disfraza la violencia, y al parecer, ni le hace falta.

La narrativa del "pacificador" no es más que una ficción mal escrita. En Palestina, como ya se ha dicho, el supuesto plan de paz se parece demasiado a una recolonización encubierta. En Ucrania, se intenta camuflar la derrota estratégica de la OTAN bajo una mediación que solo busca prolongar la guerra en beneficio de los negocios. Y en Venezuela, ya ni se disimula: se imponen la violencia y el chantaje sin pretextos diplomáticos.

Lo que Trump representa no es una política exterior coherente, sino una coreografía que mezcla amenazas, chantajes y gestos rimbombantes. El viejo héroe hollywoodense regresa degradado: sin épica y sin coherencia, pero sobre todo sin final feliz.

Lo único que conserva es el espectáculo… y el presupuesto militar. La palabra "paz" ha sido deformada hasta el absurdo: ya no nombra una aspiración colectiva ni una solución justa, sino una coartada cínica para justificar la continuidad de la violencia y una soberbia unipolar cada vez más patética.

Pero mientras Trump se mantiene fiel a la máxima de que el espectáculo siempre debe continuar, las víctimas son reales. Las bombas no son efectos especiales. Los refugiados no son extras. Y lo más importante: la historia avanza, y los pueblos que resisten acabarán, tarde o temprano, por desbordar este pésimo guion. Solo así diplomacia, paz o justicia recuperarán su necesario sentido.

RT

Tomado: Agencia Prensa Rural

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Manuel Zelaya denuncia intervención de Donald Trump en elecciones hondureñas

 El expresidente hondureñoManuel Zelayadenunció el martes en una contundente declaración en su cuenta en la red social X la intervención del presidente Donald Trump, con el objetivo de manipular el resultado de las elecciones en Honduras.

El también coordinador general del partido Libertad y Refundación (LIBRE), advirtió que esta injerencia pretendía sabotear la candidatura de Rixi Moncada, candidata de su partido, para frenar el proyecto político de LIBRE.

Zelaya afirmó que el presidente estadounidense y sectores del bipartidismo hondureño buscan imponer un “golpe electoral”, pero la situacióin actual refleja a Xiomara Castro como líder con “más del 55 por ciento de apoyo por su buen gobierno”.

«LIBRE presenta a una candidata intachable, honesta, sensible, capaz, con carácter firme y una campaña profundamente democrática, basada en una propuesta económica que libera al pueblo y rompe los privilegios de las élites», agregó el exmandatario al referirse a Rixi Moncada, la propuesta del partido para las nuevas elecciones.

Tomado: tercerainformacion

Ejército ruso extendió su control a cuatro poblados más en la jornada de ayer

 En su habitual parte de acciones combativas publicado en su página oficial de Telegram, el ente castrense comunicó que las unidades de la agrupación de tropas Centro completaron la toma de la estratégica ciudad de Krasnoarmeisk (Pokrovsk para los ucranianos), en la República Popular de Donetsk.

Por su parte, el grupo Este tomó bajo control las localidades de Zelioniy Gai y Dobropolie, en la provincia de Zaporozhie; en tanto el grupo Norte, ocupó la ciudad de Volchansk, en la provincia ucraniana de Járkov.

La cartera militar rusa estimó en torno a mil 400 las bajas que el Ejército ucraniano sufrió en la zona de la operación militar especial en el último día. 495 de esas pérdidas fueron resultado de operaciones del grupo de tropas Centro.

El grupo Este causó 265 bajas al enemigo durante la última jornada; el grupo Oeste, 235; el grupo Norte, 205; el grupo Sur, 120; y el grupo Dniéper, 80.

Las pérdidas de material bélico del lado de Ucrania en el último día incluyen ocho blindados, tres piezas de artillería, 61 vehículos militares, 14 estaciones de guerra electrónica, 15 almacenes de municiones, material y combustible, así como 44 drones.

Rusia continúa desde el 24 de febrero de 2022 una operación militar especial en Ucrania, cuyos objetivos, según el presidente Vladímir Putin, son proteger a la población de «un genocidio por parte del gobierno de Kiev».

Igualmente pretende atajar los riesgos de seguridad nacional que representa el avance de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este.

Tomado: Tercerainformacion

viernes, 28 de noviembre de 2025

A cincuenta años: el franquismo después de Franco

 Este 20 de noviembre se cumplen cincuenta años de la muerte del dictador Francisco Franco. Pero si algo demuestran estas cinco décadas es que, muerto el dictador, no terminó lo que significaba su régimen. Porque lo que movilizó al franquismo no empezó en 1939 ni acabó en 1975, sino que se inició con el golpe de estado de 1936 —organizado por oligarquías agrarias, financieras y militares— y, con nuevas máscaras, sigue operando hoy.

La Segunda República fue una consecuencia política de una transformación social profunda. España tenía un movimiento obrero poderoso, mujeres que se incorporaban al espacio público, jornaleros que tomaban tierras —como en el trienio bolchevique andaluz— y un hartazgo popular estructurado.

Por eso, el bloque golpista reunió a fascistas, tradicionalistas, sectores de la Iglesia, terratenientes y capitalistas. Su enemigo era claro: la España que estaba por venir. Y su respuesta es mundialmente conocida.

La reforma fiscal republicana, la reforma agraria, los derechos laborales, la educación laica y el reconocimiento de las autonomías, fueron demasiado para una clase social que estaba acostumbrada a hacer lo que le daba la gana y que no iba a permitir perder ni un poco de su poder. Así no solo promovieron un golpe de Estado que desembocó en una guerra, sino que después reorganizaron el país para que nada volviera a moverse. El famoso "atado y bien atado" de Franco.

El franquismo no solo aniquiló físicamente a la izquierda organizada. Impulsó un modelo de acumulación basado en el expolio, el trabajo esclavo y las concesiones a dedo. Los March, Koplowitz, Entrecanales o Villar Mir consolidaron imperios empresariales al calor de ese Estado.

Luego, en 1959, vino la "modernización": el Plan de Estabilización de Alberto Ullastres que desmanteló industrias, expulsó trabajadores hacia Europa y subordinó la economía al capital internacional. La transición no rompió ese ciclo, lo adaptó a las nuevas circunstancias.

Y así estas élites, paridas por la dictadura, se proyectaron hacia el exterior, especialmente hacia una América Latina mutilada por otras dictaduras (de carácter similar), como las del Plan Cóndor, donde el capital español encontró nuevas vías para seguir ganando la guerra contra el pueblo que había comenzado en 1936.

El encargado de garantizar esa continuidad fue Juan Carlos de Borbón, el rey que Franco colocó a dedo. Y que, lejos de traicionar al régimen, lo administró con fidelidad, como él mismo reconoce —con emoción filial— en su reciente biografía, publicada precisamente por el Grupo Planeta, cuyo fundador participó en el golpe contra la República y llegó con las tropas franquistas a Barcelona.

Desde su creación en 1949, Planeta ha levantado un imperio editorial que actúa prácticamente como un monopolio: ha absorbido sellos, adquirido canales televisivos y medios de comunicación y consolidado un poder cultural concentrado que es fundamental para entender la España actual.

Así, hoy, ese monarca impuesto —el "rey emérito"— es una suerte de prófugo institucionalizado: vive fuera del país, pero entra y sale como quiere, sin responder por los numerosos casos de corrupción que lo rodean.

Las investigaciones sobre sus comisiones millonarias en operaciones internacionales, muchas de ellas conectadas con la red de relaciones que tejió en pleno franquismo y que consolidó una vez coronado, son la expresión más nítida de una institución construida desde la impunidad.

Juan Carlos no solo agradece a Franco el trono, sino que encarna el modelo de inmunidad y acumulación que define a las élites españolas surgidas de la dictadura. Un modelo que excede a la monarquía y que encuentra su reflejo también en el Grupo Planeta: un gigante cultural, como dijimos, nacido del golpe del 36, blindado durante el franquismo y convertido hoy en un actor casi hegemónico en la producción del sentido común para la sociedad en España.

La historia de ambos —el rey y el imperio editorial que publica su biografía— muestra la misma lógica estructural: continuidad, concentración y protección.

Porque si el poder económico y político del franquismo se recicló, no podemos afirmar lo mismo de su base ideológica. El franquismo sigue operando hoy en España como un relato mítico sostenido que sirve para anular las posibilidades de crítica o transformación, incluso si estas son mínimas. A través del Movimiento Nacional, Falange y la Iglesia, se moldeó una cultura autoritaria y nacional-católica que nunca fue desmantelada.

A las mujeres se las devolvió a la obediencia doméstica con el "manual de la buena esposa"; a los trabajadores se les delegó a la obediencia a los "proveedores", que es como el Fuero del Trabajo denominaba a los patrones. Solo así se garantizaba una "España de paz" que sirve, además, como una amenaza constante. Si tocas, aunque sea mínimamente, los intereses y arbitrariedades de estos, volverá la guerra.

Hoy, esa pedagogía del orden revive como parodia entre ’influencers’ que reivindican a Franco entre memes y banderas, sin saber lo que realmente fue. Pero no es solo ignorancia: es una consecuencia directa de una transición que no explicó que el franquismo fue terrorismo de Estado al servicio del capital.

Por eso no sorprende que cincuenta años después, el franquismo siga en el núcleo del Estado, tanto en la fortuna blindada del rey emérito, como en las grandes empresas que cotizan en el IBEX 35. En el poder cultural concentrado. Pero también en la judicatura que actúa como policía política, porque tampoco aprendieron —nadie les enseñó ni les recriminó— que debiesen actuar de otra manera.

La extrema derecha europea lo sabe, y por eso había elegido el 20N para movilizarse en Madrid. La expresión visible de un ecosistema reaccionario global en plena expansión, donde partidos, ’think tanks’, ’lobbies’ religiosos, magnates mediáticos e ’influencers’ comparten estrategias, financiación, discursos y objetivos.

Vox y la Comunidad de Madrid se han convertido en uno de los nodos principales de esa red: un laboratorio político donde se ensayan políticas liberales extremas, ofensivas culturales ultraconservadoras y una estética abiertamente fascistizante. Allí convergen actores de la derecha extrema de EEUU, Italia, Argentina, Venezuela, Brasil o Polonia, todos articulados en una misma internacional reaccionaria.

En paralelo, Europa avanza hacia un modelo cada vez más autoritario: leyes mordaza, vigilancia reforzada, criminalización del disenso y recortes de libertades independientemente de quién gobierne. Todo ello acompañado de un proceso de expolio social: privatización de servicios públicos, degradación de derechos laborales y transferencia sistemática de recursos colectivos a grandes empresas.

Y como columna vertebral de esta reconfiguración, el militarismo europeo se consolida como un nuevo eje de acumulación del capital.

La supuesta "ayuda a Ucrania" anunciada por Pedro Sánchez es un ejemplo: dinero público canalizado hacia el complejo militar-industrial español (Indra y otros) y hacia las corporaciones armamentísticas estadounidenses, bajo un relato "humanitario" destinado a encubrir lo esencial: las guerras se han convertido en el gran negocio del capitalismo europeo en crisis.

Cincuenta años después, el pueblo español no enfrenta solo una coyuntura peligrosa, sino un edificio entero construido sobre la continuidad del franquismo: su cultura política, su arquitectura económica, sus mecanismos de impunidad, sus élites y sus alianzas internacionales.

Franco murió. El franquismo —y lo que significa— sigue vivo.

Tomado: Agencia Prensa Rural

Alertan desde Panamá que EE.UU. podría desatar un ataque a gran escala contra Venezuela

 Ante el aumento de la presencia militar de Estados Unidos en el mar Caribe, el Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales de Panamá (Frenadeso), alertó en un comunicado que la escalada militar estadounidense podría desatar un ataque a gran escala contra Venezuela, Colombia, México y otros países de la región.

En una carta enviada a la cancillería panameñaFrenadeso señaló que al menos 80 personas han sido ejecutadas extrajudicial por parte de las fuerzas estadounidenses bajo el supuesto argumento de la lucha contra las drogas.

De acuerdo al frente panameño, los ataques estadounidenses contra embarcaciones civiles son crímenes de lesa humanidad que violan el Derecho Internacional, los derechos humanos y los convenios internacionales sobre la convivencia pacífica entre las naciones.

Para justificar una eventual agresión contra Venezuela, luego Colombia, México y otros, se recurre a un ficticio «Cártel de los Soles», un ardid recurrente en las administraciones de los Gobiernos de EEUU desde 1990 y del cual echa mano Trump para implicar al Gobierno Bolivariano como un narco Estado aun cuando la ONU declaró que ese país no tiene un papel relevante en el narcotráfico internacional” añadió Frenadeso.

El frente panameño afirmó que la supuesta lucha contra el narcotráfico en el Caribe, es otra de las mentiras utilizadas por EE.UU. como lo hicieron en Irak, Siria, Libia y otros países para justificar invasiones, como la ocurrida en Panamá el 20 de diciembre de 1989.

Además recordó que, como parte de la Comunidad de Estados de Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Panamá suscribió la Declaración de La Habana de 2012 que proclamó a América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Siendo así, el Gobierno panameño debe actuar en consecuencia.

Frenadeso advirtió que el actual Gobierno de Panamá ha colaborado con los planes belicistas de Donald Trump en la región. “A solo días de su toma de posesión, fue recibido Marco Rubio en Panamá, precedido de las amenazas de Trump de tomarse el Canal”.

Tomado: Tercerainformacion