Tomado del: EL HERALDO
La corrupción
y la omisión de Uribe
Deyana Acosta Madiedo
24 DE JUNIO DE 2011
La mecánica del cerebro es engañosa al momento de juzgar los actos de corrupción. La reacción electromagnética neuronal que debería rechazar automáticamente la corrupción como un acto criminal, no sucede.
No tenemos la misma reacción mental de rechazo ante un acto violento que ante un acto de corrupción, debido a que tenemos que hacer todo un razonamiento lógico para encausar el acto de corrupción con el daño que puede generar a una sociedad o a un individuo.
En ese camino lógico nos llenamos de justificaciones que sirven de paliativo a ese daño inmenso que terminamos escondiendo. Más escondido termina cuando se está en una sociedad donde reina la impunidad.
Por eso el rechazo a la corrupción depende de nuestra cultura política. El rechazo a la corrupción no surge en las mentes por nacimiento espontáneo, hay que formar ciudadanos de verdad para que libren la batalla racional y moral contra la corrupción. Y así logremos sociedades mejores.
La sociedad colombiana está cambiando en ese sentido. Según la última encuesta Gallup, un 70% de colombianos reconocen un aumento de la corrupción (excepto en Barranquilla, donde parece que el optimismo del cerebro límbico nos atrofia la capacidad de crítica).
Y no es para menos. Todos estos escándalos de falsos positivos, Nules, AIS y otros, hablan de una corrupción que, lastimosamente, por su dimensión pasará a la historia, ojalá con el rechazo social que merece.
Y no podemos hacernos más trampa racional. Esa corrupción se ramificó durante el segundo mandato de Uribe.
No dejemos que nuestras neuronas nos hagan trampas de justificación. Durante ese gobierno se obtuvieron logros que reconocemos, pero eso no nos puede quitar la objetividad de rechazar la cantidad de vagabunderías con que durante los últimos años los amigos del gobierno y las empresas privadas se birlaron la contratación pública, descaradamente, sin recato, sin culpa alguna por el daño que ocasiona ese delito.
Y no caigamos en la redada cerebral de justificar al expresidente Uribe porque nos parezca un delito de poca monta el que se deriva de actitudes omisivas o de ‘dejar hacer’.
Al expresidente le cabe responsabilidad histórica, al igual que a los congresistas que aprobaron esa permisiva Ley 1150 de 2007, que da lo mismo que no existiera para efectos del control a la contratación pública.
Tendremos que evolucionar mucho en nuestra cultura política para castigar esas responsabilidades con la sanción social al momento de elegir a nuestros representantes.
Ahora el país debe preocuparse por recuperar el camino perdido. Un gran riesgo merodea la contratación pública. Los candidatos a gobernaciones y alcaldías deben contarnos cómo van a contener esa andanada de irregularidades en la contratación,
Que nos cuenten cómo van a manejar los anticipos y los ajustes y contratos adicionales donde campean los sobrecostos. Y ni qué hablar de las concesiones, ya es suficiente con las utilidades que han ganado hasta ahora, sobre todo en Barranquilla.
¿Qué proponen los candidatos con ellas? Algunas tendrán su vencimiento en pocos años. La tercerización, sobre todo en salud, nos tiene hasta la coronilla. En fin, los ciudadanos esperamos… propuestas de los candidatos y explicaciones del expresidente Uribe.