Nunca como ahora fue tan real la tensión entre un mundo que se agota, pero trata de sobrevivir, y un mundo nuevo, con grandes dificultades para afirmarse. En ese vacío se inserta un mundo inestable, turbulento y una gran pelea por la nueva hegemonía mundial.
La decadencia de la hegemonía norteamericana en el mundo y el agotamiento del modelo neoliberal son evidentes, pero, al mismo tiempo, no surgen todavía en el horizonte ni una potencia ni un grupo de países que puedan ejercerla en lugar de Estados Unidos. Ni tampoco aparece un modelo que pueda disputar con el neoliberalismo la hegemonía económica en escala mundial. Los gobiernos posneoliberales latinoamericanos no tienen todavía la fuerza suficiente para disputar la hegemonía económica a escala global.
La victoria en la Guerra Fría no ha significado que la imposición de la Pax Americana haya traído estabilidad al mundo. Al contrario, nunca han proliferado tantos conflictos violentos, porque EE.UU. se vale de su superioridad militar para tratar de trasladar los conflictos al plano del enfrentamiento violento. Así lo hizo en Afganistán, en Irak, en Libia, aunque después no tuvo la capacidad necesaria para imponer estabilidad política sobre los escombros de las intervenciones militares. Esos países siguen siendo epicentros de guerra en el mundo actual.
En el caso de Siria –y, por extensión, en el de Irán– EE.UU. ni siquiera fue capaz de generar las condiciones políticas mínimas para nuevas intervenciones militares, teniendo que participar de procesos de negociaciones políticas de los conflictos.
Sin embargo, EE.UU. sigue siendo la única potencia mundial que articula su poder económico, tecnológico, político, militar y cultural, para imponerse como país de mayor influencia en el mundo, el único que tiene una estrategia global. Ni China, ni la debilitada Unión Europea, ni América latina, ni un conjunto de fuerzas articuladas entre sí logran oponerse a la hegemonía norteamericana en el mundo.
La profunda y prolongada crisis económica en el centro del capitalismo ha demostrado cómo sectores del Sur –en Asia y en América latina– han logrado defenderse, sufriendo los efectos de la recesión, pero sin entrar ellos mismos en recesión, como había ocurrido en las otras crisis del centro del sistema. Porque ya existe en el mundo un cierto grado de multilateralismo económico, que permite que los intercambios Sur-Sur, además de los realizados por los procesos de integración regional en América del Sur, unidos a la enorme expansión de los mercados internos de consumo popular, los países con gobiernos posneoliberales han podido defenderse y no caer en recesión. Sin embargo, las fuertes presiones recesivas no dejan de afectar a esos países, haciendo que necesiten respuestas integradas para elevar el nivel de expansión de sus economías.
Sin embargo, a pesar del desprestigio de las políticas neoliberales, responsables por la crisis en el centro del sistema e impotentes, hasta ahora, para superarla, el modelo neoliberal sigue siendo dominante en gran parte del sistema económico mundial. Las medidas puestas en práctica por los gobiernos europeos, por ejemplo, son de carácter neoliberal, para reaccionar frente a una crisis neoliberal, es decir, están echando nafta al fuego.
Porque el neoliberalismo no es solamente una política económica, es un modelo hegemónico, que corresponde a la hegemonía del capital financiero a escala mundial, al bloque EE.UU.-Gran Bretaña del punto de vista político, así como a un modo de vida (el llamado modo de vida norteamericano), centrado en el consumo, en la mercantilización de la vida y en los shopping centers. Es un punto de no retorno del capitalismo a escala global, que coloca a la vez los límites a las propuestas de acción de las grandes potencias políticas y de los grandes organismos internacionales.
Así, el mundo seguirá viviendo, por lo menos hasta la primera mitad del nuevo siglo, un período de turbulencias, en el que la decadente hegemonía norteamericana se mantiene, aun con crecientes dificultades. Del mismo modo sobrevive el predominio del modelo neoliberal, aunque debilitado y condenando a la economía mundial a procesos de aún más grande concentración de renta, de exclusión de derechos y de recesión económica continuada.
Por lo tanto, una profunda y extensa crisis de hegemonía se impone a escala mundial, con persistencia de los viejos modelos y dificultades para la afirmación de las alternativas.
Por. Emir Sader
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