El golpe militar de 1964 –del que se cumplen 50 años– fue un producto más de las crisis de desestabilización política que Estados Unidos, aliado a las fuerzas locales, ha promovido en Latinoamérica. Es un golpe que se inscribe en la larga lista que incluye a los golpes en Guatemala (1954), en Brasil en contra de Getúlio Vargas (1954), en Argentina en contra de Perón (1955), entre tantos otros.
Los golpes fueron siempre articulados como si fueran levantamientos espontáneos contra gobiernos “despóticos”, “criptocomunistas”, aislados por movimientos democráticos de resistencia en la defensa de libertades amenazadas. Pero se trata de tácticas armadas por las teorías de la contrainsurgencia, que serían perfeccionadas y aplicadas en otros países de la misma región, como Uruguay, Chile y Argentina.
En esos planes es indispensable el rol de la prensa para desarrollar campañas insidiosas en contra de los gobiernos, levantando falsas acusaciones, mintiendo, forjando circunstancias y diseminando un clima de terror, de pánico, entre la población: la democracia estaría en riesgo, las libertades estarían terminando, la libertad de expresión estaría siendo mortalmente atacada, la libertad de culto podría terminar, la educación estaría siendo blanco de campañas comunistas de formación de la juventud, etc., etcétera.
La prensa fue un instrumento ideológico en la preparación del golpe y de la instalación de las dictaduras militares. En Brasil, la prensa convocaba a Marchas de la Familia, con Dios, por la libertad, distorsionaba las políticas del gobierno de João Goulart, llamaba abiertamente al golpe militar en sus editoriales, apelaba al fantasma del “comunismo”, sirviendo a los ideales de la Doctrina de Seguridad Nacional en la Guerra Fría.
Y lo hacía –como se conoce hoy por el acceso a los periódicos de aquel período– como si la democracia estuviera en riesgo y el golpe militar, que ha instaurado el más salvaje régimen dictatorial que el país ha conocido, fuera la salvación de la democracia. En nombre de los riesgos que estaría corriendo la democracia, han actuado abiertamente para que la democracia brasileña fuera destruida.
Sin la prensa no habría sido posible la creación del clima de desestabilización, indispensable a la intervención de los militares, como para imponer el orden en una situación que la prensa propagaba que estaría fuera de control institucional, de una situacion supuestamente pre-revolucionaria.
La prensa fue el vocero del proyecto de ruptura de la democracia y de apelación a los militares para que intervinieran. La prensa saludó al golpe como la salvación de la democracia, se pronunció abiertamente a favor de la instauración de la dictadura y apoyó la represión como si fuera parte del esquema de salvación de la democracia. Sin la prensa no habría sido creado el clima de desestabilización que ha vuelto realidad el golpe y la dictadura militar, que han cambiado la historia de Brasil.
Son crímenes contra la democracia, que han manchado irreversiblemente a los órganos de la prensa que han participado de ese movimiento golpista. En el momento más importante de la historia brasileña reciente, la prensa se quedó del lado de la dictadura y en contra de la democracia.
Por. Emir Sader
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