En los países africanos que lograron su independencia en las primeras décadas del siglo XX, las heridas de la colonización aún no han sido sanadas.
La penuria en que los sumieron las metrópolis, luego de haberles saqueado sus recursos naturales, junto a la explotación de sus pueblos y la carencia de planes de desarrollo social y de inversión económica durante los tiempos coloniales y neocoloniales, son el legado que les dejó occidente a estas naciones, desestabilizadas por esa razón y por componentes añadidos tras la independencia.
La inestabilidad gubernamental, el asedio constante de grupos armados vinculados al terrorismo, evidencias de corrupción y mal manejo de la economía, han sido caldo de cultivo para asonadas golpistas, muerte de líderes políticos y otros fenómenos que, en muchos casos, aún acompañan a estos países en el siglo XXI.
Esta misma semana el mundo despertó con la noticia de un nuevo golpe de Estado en la República de Mali, un país en el que más del 50 % de sus habitantes viven en la pobreza, identificado por Naciones Unidas de acuerdo con el índice de Desarrollo Humano, entre los que peor calidad de vida tienen en el mundo.
Otras cifras relacionadas con la niñez, reflejaban en 2018 una mortalidad infantil de 67,6 niños fallecidos por cada mil nacimientos.
El golpe militar se consumó cuando un grupo de oficiales se alzó en el cuartel de Kati, secuestró al presidente del país, Boubacar Keita, y al primer ministro, Boubou Cissé, obligados minutos más tarde a dimitir de sus cargos, mientras el vocero de los militares golpistas, coronel Ismael Waghe, aseguró que «tomaban el poder en nombre del pueblo», y que «celebrarían elecciones democráticas en un tiempo razonable».
El propio oficial dijo, ante la televisión pública OETM, que «las fuerzas patrióticas agrupadas en el Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, hemos decidido asumir nuestras responsabilidades ante el pueblo y ante la historia».
De acuerdo con una entrevista divulgada por Radio Francia Internacional, Ibrahim Maïga, investigador del Instituto de Seguridad de Bamako, la capital de Mali, subraya que «este es un momento que puede ser utilizado por los grupos extremistas violentos y terroristas para propagar la inseguridad dentro del país».
Por su parte, el sitio digital ruso Sputnik señala que «la historia del descontento popular con el presidente de Mali, Ibrahim Boubacar Keita, quien llegó al poder en 2013, viene desde junio pasado, cuando la oposición maliense protagonizó manifestaciones multitudinarias exigiendo la dimisión del líder de la nación».
El actual golpe militar y la retención del presidente y demás funcionarios, fue condenada por la Unión Africana, que exigió la liberación inmediata del gobernante. De igual manera se manifestó el secretario general de la ONU, António Guterres. Mientras, Estados Unidos, Francia y otras potencias occidentales pusieron en alerta sus embajadas y rechazaron el golpe.
Tomado: Granma