lunes, 28 de abril de 2014

Los diálogos de paz y las FF.MM



Luego de que se iniciara el ciclo 24 de diálogos en La Habana entre la guerrilla y el gobierno colombiano, la delegación del gobierno hizo énfasis en una discusión que según los medios ha trascendido al interior de las Fuerzas Armadas sobre lo que se estaría negociando acerca  del tema, el equipo negociador del gobierno afirmó: “el futuro de las fuerzas militares y policiales” no es tema de negociación”.

Si bien, este tema no está contemplado en la agenda, lo que no quiere decir que en un eventual proceso de paz, este no sea un tema fundamental, pues si las Fuerzas Armadas no se reestructuran, no tendría sentido el fin del conflicto; en primer lugar el gasto militar no se justificaría, el número de miembros no puede seguir siendo el mismo que en periodos de guerra, sin olvidar que Colombia es el país que tiene más fuerza pública en la región, este crecimiento les ha permitido ir acumulando un amplio poder de orden nacional.

En segundo lugar, el gasto que se destina más de 6.2 % del PIB, no tendría una justificación, pues hasta ahora aunque el gobierno y el estamento militar lo deseen no somos potencia militar ni nos estamos preparando para una guerra mundial.  En tercer lugar, cuál sería la función que tendrían los militares que ya no están en el combate. Tampoco puede ser que dentro del mismo Estado o de las Fuerzas Armadas se inventen nuevos actores armados esto para justificar el gasto y el número de militares.

Lo que realmente queda en evidencia es que a los militares lo que más les preocupa es que se acabe la guerra, pues con ello probablemente se acabaría los gastos reservados que últimamente han evidenciado una alta corrupción, los privilegios por ser militares de alto rango, no es lo mismo ser un soldado raso que un general  de la república, el primero es quien arriesga la vida mientras el segundo es quien recibe las condecoraciones, en esta misma dirección no puede ser la misma concepción de paz de un soldado prestando guardia en el Paramo o en una zona de combate, que la de un general en su escritorio, sin duda, serían dos concepciones encontradas. Al igual que la moral de las tropas de la que tanto hablan los políticos y los generales, hasta ahora no ha quedado claro que es; si es falta de combate, perder beneficios, reducción en los gastos reservados, ¿o que exactamente?

Sin olvidar que la guerra les ha otorgado prebendas; como el de ser el único sector que fija las pensiones de sus servidores a partir del salario de los tres últimos meses de trabajo, como también el único que conserva la retroactividad en las cesantías, otros beneficios como las muertes en combate de guerrilleros que dieron lugar a los mal llamados falsos positivos, entre otros, resulta que con el fin del conflicto necesariamente debe existir una reforma en este orden, a la que hay que oponerse con el fin de no perder los beneficios que la guerra ha dejado.

Otro aspecto de esta reforma debe ser la venta de servicios a particulares, el mercenarismo, con lo cual el ejército nacional custodia las multinacionales que operan en el país, pues esta alianza ha permitido la violación a los derechos humanos.

De ahí la importancia de una reestructuración de las Fuerzas Armadas que debe venir de la mano de un proceso de paz, que ubique a todos los combatientes en procesos sociales, educativos y laborales, con el fin de que la guerra no siga siendo la única fuente de empleo o de negocio.


Finalmente es equivocado pensar como lo ha planteado el gobierno y la comisión de paz en La Habana que el futuro de las fuerzas militares no se está negociando, sino es así las profundas asimetrías sociales seguirían, mientras se conserva un gasto militar que hace imposible el progreso y el desarrollo para el conjunto de la sociedad.