“En Sicilia me reuní con algunos sobrevivientes que llegaron desde Libia o desde Turquía y que me hablaron de sus viajes angustiantes en barcazas supercargadas y en mal estado, de cuerpos amontonados y olas gigantes, de cielos nocturnos tan oscuros que no permitían definir donde terminaba el cielo y comenzaba el mar y del incesante miedo de hundirse. Y siempre, en esos relatos, hubo niños que no saben nadar, que están hambrientos, exhaustos, que tienen la piel quemada por el sol, por el agua del mar o por el carburante tóxico que se acumula dentro de los gomones”. La frase pertenece al médico y escritor de origen afgano Khaled Hosseini (Cometas en el cielo, Mil soles espléndidos) que como actual embajador de buena voluntad de Acnur, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, escribió la introducción de “Viajes desesperados”, el dramático informe oficial de Acnur sobre migrantes y refugiados presentado ayer.
En el período enero-julio de 2017 y de 2018 llegaron a Italia 95.200 y 18.500 migrantes respectivamente, a España, 12.100 y 27.600 respectivamente y a Grecia 13.800 y 26.000 respectivamente. Se habla de 1600 personas muertas sólo en 2018, tanto en los viajes por mar como por tierra. Y en esta cifra no están incluidos, indicó Acnur, los que pueden haber muerto en los trayectos desde los propios países, atravesando el desierto del Sahara por ejemplo, o Libia. Según Acnur, entre enero y julio de 2018, la cantidad de refugiados y migrantes que intentaron entrar a Europa por Grecia, Italia y España disminuyó un 41 por ciento respecto al mismo período del año pasado. Pero paradójicamente aumentó el número de muertos o desaparecidos en esos trayectos.
Acnur llegó a la conclusión que este año murieron en el mar uno de cada 18 de los migrantes que llegaron a Italia (el año pasado esa relación era 1 cada 42). En Grecia en cambio este año se produjo un muerto cada 165 llegadas y en España un muerto cada 73 llegadas.
Se calcula que sólo en el Mediterráneo central (la ruta que conduce a Italia y considerada la más peligrosa) en los primeros seis meses de 2018 murieron 1100 personas.
A conformar este dramático panorama contribuyó la decisión del actual gobierno italiano y en particular de su ministro del Interior, el derechista Matteo Salvini, de impedir a las naves de las ONG (Organizaciones no Gubernamentales) que salvaban migrantes en el mar –Médicos sin Fronteras, SOS Mediterranée entre otras–, que anclaran en puertos italianos. Esas embarcaciones navegaban cerca de las costas de Libia –desde donde parten la mayor parte de los gomones con migrantes–, mientras desde hace algunos meses ha quedado sólo la guardia costera de Libia para controlar esa situación y por lo visto no puede (o no quiere como sostienen los que acusan a sectores del gobierno libio de complicidad con los traficantes de seres humanos) hacerse cargo.
Curiosamente los muertos también aumentaron entre los migrantes que usan las vías terrestres para llegar a Europa, los Balcanes entre ellas. Este año se verificaron 74 muertes cuando en el mismo periodo del año precedente fueron 42, tal vez debido a que para llegar a Europa deben usar caminos muchos más difíciles porque los ya conocidos han sido cerrados por varios gobiernos que super controlan sus fronteras como Hungría o Austria.
Según el informe también ha cambiado este año el país de origen de los migrantes y refugiados. En los primeros siete meses de 2017, se trató principalmente de gente de Nigeria, Guinea y Costa de Marfil, que llegaron a Europa a través de Italia. Mientras en el 2018 las personas llegadas a Grecia, Italia y España son principalmente de Siria, Irak, Túnez, Guinea, Eritrea, Marruecos y Afganistán, entre otros. Huyen de conflictos armados, de violencias sexuales o de otros tipos, de persecuciones religiosas, étnicas, políticas o debidas a la orientación sexual. Pero también del hambre provocada por esas situaciones o por el cambio climático.
Pero el informe de la organización de la ONU habla de otras cosas aún más impresionantes, como de las entrevistas con unos 900 migrantes y refugiados llegados a Italia en 2017 de las que surgió que el 75% de ellos sufrió abusos de distinto tipo, sobre todo al atravesar Libia. Denunciado como el principal país del norte de Africa cuna de los traficantes de seres humanos, desde la caída de Muamar Khadafi en 2011 Libia ha estado dividida en múltiples tribus y ha sufrido el acoso también de sectores ligados a islamistas radicales que querían apropiarse del territorio y de su poderosas fuentes de petróleo. Actualmente Libia cuenta de hecho con dos gobiernos, el de Fayez El Serraj en Trípoli y reconocido por al ONU, y el del general Khalifa Haftar en Tobruk. Pero desde fines de agosto, la situación interna se ha agravado con el enfrentamiento de distintos sectores militares del país a punto tal que el presidente El Serraj ha declarado el estado de emergencia.
Ante este panorama no se sabe cuánto la guardia costera libia podrá asistir a las barcazas de migrantes en emergencia en el Mediterráneo ni cuánto el gobierno de El Serraj podrá controlar a los traficantes de seres humanos.
De las 900 personas entrevistadas por Acnur, además, el 64% reconoció haber sufrido abusos físicos, violencias o torturas, el 30% dijo haber sido víctima de explotación laboral, el 21% fue víctima de extorsiones o corrupción. Sólo el 3% dijo haber sido objeto de abusos sexuales. Sin embargo Acnur considera que los abusos sexuales fueron mucho más numerosos porque los abusadores no siempre son denunciados.
En cuanto a los menores no acompañados, porque las familias los mandan para que al menos se salven ellos y pensando que así tal vez podrán mandarles dinero para la propia subsistencia, en 2018 llegaron 3500, mucho menos de los 13.300 que llegaron en el mismo período del año pasado. El 94% son muchachitos jóvenes y el 7% tiene menos de 14 años. La mayoría provienen de Pakistán, Afganistán y Siria.
Al concluir este impresionante y detallado informe, Acnur pidió a los gobiernos europeos entre otras cosas, una mayor colaboración, asegurar el acceso a los que piden asilo o protección internacional, crear lugares donde facilitar esos trámites y mejorar los canales seguros de llegada de los migrantes para combatir la trata en distintos puertos de embarque y los riesgos del mar.
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