«No es fácil vivir aquí”, dice Edwin Pérez, apu de la comunidad nativa de Oori, situada entre las cuencas de los ríos Yurúa y Breu, en la región amazónica de Ucayali, en el Perú. El líder indígena asegura que los invasores entran a sus tierras, “talan los bosques para sembrar drogas” y que nunca llegan las autoridades. Sus palabras resumen el olvido que se vive en la frontera.
Su comunidad, Oori, está ubicada en los linderos entre Perú y Brasil, y es el hogar de familias yaneshas, amahuacas y asháninkas que resisten desde hace años el avance del narcotráfico en sus territorios. Como si eso no fuera suficiente, grupos armados brasileños como el Comando Vermelho cruzan al Perú para supervisar el creciente negocio de la droga.
La precariedad y violencia que vive la comunidad de Oori en la frontera con Brasil no es una excepción. A lo largo de la Amazonía peruana, los territorios de frontera están abandonados por el Estado y se han convertido en zonas propicias para el desarrollo de mafias como las de minería y tala ilegal, y en el peor de los casos, del narcotráfico.
Un equipo de Mongabay Latam investigó y viajó a las comunidades más alejadas del país para conocer de cerca la vida en las fronteras amazónicas. Lo que se reporta desde el campo se sintetiza en dos palabras: violencia y olvido.
Tomado: tercerainformacion