Entrevista con Luis Eduardo Celis, sociólogo e investigador de la Fundación Paz & Reconciliación, sobre la reactivación de la negociación con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, el papel de Venezuela como país garante, la hoja de ruta articulada con la participación social y la polémica propuesta de acordar e ir implementando.
Venezuela ha aceptado ser garante en el proceso de paz que se piensa reactivar con el ELN. ¿Por qué es tan importante este paso para la negociación?
Es importante decir que Venezuela lleva mucho tiempo ayudando a la paz de Colombia. El presidente venezolano Carlos Andrés Pérez (1989-1993) le ayudó al M-19 en la recta final de la negociación en 1989. También recordemos que en abril de 1991, en medio de la constituyente, una delegación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar visitó la Embajada de Venezuela en Bogotá, lo que derivó en el proceso de Caracas y Tlaxcala, que en el caso del ELN es el primer ejercicio de negociación con el Estado.
Este es un ejemplo de cómo el hermano pueblo venezolano lleva décadas ayudando en el esfuerzo de paz. Para esta negociación con el ELN, Venezuela es y seguirá siendo un país garante.
Como investigador, usted ha planteado una hoja de ruta para reactivar la mesa de negociación con el ELN…
El gobierno del Pacto Histórico tiene dos grandes planteamientos que coinciden con los intereses del ELN. El primero es la participación. Este es un gobierno que le gusta, que va a convocar y potenciar la participación de la gente. El segundo tema es que este ejecutivo tiene un mandato de cambio y el ELN quiere transformaciones.
Bajo esos dos grandes principios, me aventuro a dar una hoja de ruta inmediata. Lo primero que debe pasar es que la delegación del ELN pueda salir de La Habana y se pueda reencontrar con la dirección del ELN. Ellos necesitan hacer un balance del momento y, si lo consideran necesario, recomponer el equipo. De igual forma, el gobierno tiene que conformar su delegación. Una vez se cumpla esto, vamos a ver la instalación de la mesa. Yo deseo que eso sea en octubre. Sobre el lugar, creería que va a volver a ser en La Habana.
En resumen, yo diría que en estos 100 primeros días de gobierno, que se vencen el 15 de noviembre, se debe lograr la instalación de la mesa, hacer el balance de lo que ambas partes retoman, tener un acuerdo sobre la agenda de trabajo, lograr el cese bilateral, tomar las medidas humanitarias en territorios como Chocó, Arauca, Sur de Bolívar, etc., están los presos y presas del ELN que pueden ser unas 700 personas.
Ambas partes han hablado de retomar los diálogos que iniciaron en Caracas el 30 de marzo de 2016…
Así es. El gobierno del presidente Petro y el ELN reconocen que se trata de partir de la experiencia anterior en el gobierno Santos, pero ese retomar requiere un balance. A mi juicio lo que hay que recuperar es la agenda firmada en 2016 y evaluar la experiencia del cese bilateral que se logró adelantar durante más de 100 días en 2017.
–En mi concepto, la agenda firmada en 2016 es plenamente vigente. La esencia de lo acordado en ese momento fue proyectar el proceso de diálogo a una dinámica de participación, a una construcción de las transformaciones y que lo pactado tenga una visión compartida de paz.
Se dice que el ELN funciona como una federación de frentes y que el Comando Central, COCE, no tiene rango de maniobra sobre los frentes alzados en armas. ¿Es cierta está apreciación?
Precisamente ese es uno de los mitos que hay que superar. No es cierto que el ELN por su carácter federado no tenga cohesión interna. En comparación con lo que fue el Secretariado de las FARC, el COCE tiene más intermediación, consultas y deliberación, porque responden a dos culturas políticas distintas. Sin embargo, el ELN es una fuerza cohesionada. El COCE y la dirección nacional responden política y organizativamente por la guerrilla. El cese bilateral de 100 días es un ejemplo de ello.
Esta guerrilla insiste en desmarcarse con el Acuerdo de Paz, incluso han criticado el proyecto de ley de la “paz total” presentado recientemente en el Congreso…
El Acuerdo de Paz firmado en 2016 fue histórico. La izquierda no estaría en la presidencia si la agenda del país siguiera marcada por el conflicto armado. Ahora, sobre los reparos que tenga el ELN, habrá que escucharlos. Pero la realidad es que ese Acuerdo tiene un sentido de cambio de época para la sociedad colombiana.
Sobre las críticas que ha hecho el máximo comandante del ELN Antonio García al proyecto de ley de “paz total”, no corresponden a la realidad. Nunca el gobierno y esa iniciativa parlamentaria está asimilando a la insurgencia con las mafias o con los herederos del paramilitarismo. Es claro que al único actor que se le reconoce un carácter de rebelión política es al ELN. Lo que sí hay que decir es que la política de la “paz total” quiere cerrar todas las violencias organizadas, eso va a requerir sometimiento u otros tratamientos.
También dicen, yo no tengo nada que negociar con el Estado, sino más bien que el Estado negocie con la sociedad que vive en los territorios. ¿Cuál es la interpretación que hace la guerrilla de eso que llaman “sociedad”?
El ELN se ha afincado desde mediados de los años noventa en la idea que la salida de los conflictos, no solo el armado, sino toda la conflictividad social, requiere protagonismo popular. Yo comparto eso. De hecho, nuestra Constitución habla que somos una democracia participativa. Entonces, el planteamiento del ELN es perfectamente constitucional.
Esa dinámica de participación puede tener mil canales y mil dinámicas. Ahí sí como decía el presidente Mao, que se abran mil flores y que compitan mil escuelas. O sea, en la participación nos podemos inventar mil cosas. Cabildos, asambleas, seminarios, mesas de diálogo, pueden existir mil formas de participación, donde la diversidad social, comunitaria, ciudadanía, gremial e institucional participen. Pero a eso hay que darle un orden.
Volvemos a encontrar coincidencias. El gobierno del presidente Petro ha hablado de Diálogos Regionales Vinculantes, que no es otra cosa, que diálogos decisorios. Eso va a ser muy importante, porque estará articulado al Plan Nacional de Desarrollo.
Pero parece muy etéreo…
No si se retoma la agenda. Ya en el 2018, gobierno y ELN habían acordado que la participación puede ser territorial, temática y por sectores. Sí es posible esa participación, sí es posible concretarla y sí es posible aterrizarla en transformaciones que son importantes para las regiones, para la sociedad colombiana. Además, con un planteamiento audaz: acordar e implementar al mismo tiempo. Coloco un ejemplo.
La paz con el ELN pasa por Arauca. Y si se quiere hacer la paz en ese territorio hay que preguntarle a la sociedad araucana, ¿qué sería hoy un pilar en la construcción de paz para el territorio? Seguramente una prioridad será una buena vía entre Saravena y Pamplona que hoy tiene incomunicada a la región y hace inviable cualquier emprendimiento económico.
Si hay voluntad política y se acuerda que la región necesita 140 kilómetros que conectan a Arauca con Norte de Santander, esa iniciativa sale en dos años. Ese “case” de paz es un ejemplo de una acción que puede derivar de un acuerdo y de una implementación automática, con amplio impacto sobre la sociedad.
Hablemos de la lucha armada. ¿Cuáles es la discusión al interior del ELN sobre este tema?
–Hay que dejar claro que desde el año 1991 empezamos a superar la rebelión armada, que en el caso colombiano tiene unas raíces y una explicación. Está demostrado que no es la lucha armada la que va a traer los grandes cambios para la sociedad colombiana. El acuerdo con el M-19 derivó con el proceso constituyente. El Acuerdo de Paz con las FARC nos abrió la posibilidad de crear un ambiente político para el triunfo de la izquierda.
Es decir, han sido las negociaciones de paz las que han desencadenado grandes procesos históricos. La constituyente fue un reordenamiento institucional determinante. El acuerdo con las FARC produjo un ambiente propicio para el triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez.
Pero el ELN se mantiene en la lucha armada. Además, hay que decir algo para las lectoras y lectores, el ELN desde su cuarto congreso en 2005 no está pensando en un triunfo global. El ELN sabe que no va a ganar, que no tiene ni el respaldo ni la fuerza, que no lo acompaña la gran mayoría de la sociedad colombiana.
Desde hace 17 años están en un planteamiento político que es la resistencia armada. Por lo tanto, hay que lograr que el ELN superé su propuesta y se transformé en una fuerza civil sin armas para seguir defendiendo sus ideales. La importancia con el proceso de paz que se quiere reactivar, es que el ELN vea que sus aspiraciones de cambio validan su lucha de casi seis décadas con un acuerdo de paz cuyo enfoque es la participación de la sociedad y las transformaciones necesarias. Es importante resaltar que ese proyecto de resistencia armada no es una apuesta marginal, porque el ELN permanece en 190 municipios de la geografía nacional.
Ellos van a salir de la resistencia armada si ven un camino político distinto y este gobierno está en las mejores condiciones para construirlo.
¿Cómo blindarnos de los sabotajes, de los enemigos de la paz que no son pocos y que tienen mucho poder político y económico?
Es un hecho que el Gobierno del presidente Petro tendrá saboteadores, no solo en el tema de paz sino en muchos otros, y que estarán maniobrando por fuera de la ley. Sin embargo, hay que dejar claro que la oposición democrática, que se puede hacer en las calles o en el parlamento como lo hemos hecho nosotros durante décadas, debe tener todas las garantías. Pero ya hablar de sabotaje es una acción ilegal, gente que va a ejercer violencia para impedir la acción de gobierno por lograr la paz total. A los violentos enemigos de la paz hay que controlarlos democráticamente, hay que aplicarles el Estado de derecho.
¿Es una negociación que tiene al tiempo en contra?
Tenemos 47 meses para sacar adelante el proceso, por eso la importancia de acordar e ir implementando. Mi recomendación al gobierno y al ELN es que rápidamente se pongan de acuerdo con la participación y que entre noviembre y junio del año entrante puedan llevar esa negociación al Plan Nacional de Desarrollo, porque será el gran instrumento de gestión pública para sacar adelante las iniciativas transformadoras que mandató recientemente la sociedad colombiana.
Finalmente, es de conocimiento público la histórica confrontación entre el ELN y lo que podríamos llamar “la familia comunista” en Arauca. Han sido muchos los asesinados por parte y parte, siendo recientemente el homicidio de Luis Fernández, hijo de la histórica compañera Elsa Fernández de Rojas de la Unión Patriótica, algo muy doloroso y que siguen profundizando las diferencias. ¿Por qué persiste esta dinámica de sectarismo armado en los territorios entre distintas fuerzas de la izquierda? ¿Qué podemos hacer para superar el sectarismo armado y que esto no pueda volver a pasar?
Lo de Arauca es sumamente complicado. En la configuración territorial y dinámica de sociedad en los últimos 40 años, las FARC y el ELN han sido muy importantes en el territorio, al igual que el Partido Comunista. La acción de los movimientos de izquierda ha sido fundamental en la historia de la región.
Lo que debemos lograr es concretar este esfuerzo de paz, donde Arauca tome un camino de respeto por la vida, de tramitar pacíficamente los conflictos y de dar garantías para el ejercicio de la política. La situación histórica de peleas entre las identidades políticas en el territorio, que han sido muy difíciles y que han llevado ha situaciones lamentables, son temas que necesitan de un balance histórico y el compromiso de superar esa triste historia de sangre. Todas las heridas abiertas tienen que resolverse, donde las izquierdas con garantías y sin armas puedan aportarle al territorio. Esa triste realidad no debe permanecer ni mucho menos repetirse.
Publicado en Semanario VOZ