Dicha iniciativa unirá también a Australia, Brunéi, Canadá, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam, representará en conjunto un Producto Interno Bruto de 21 billones de dólares -alrededor del 30 por ciento del mundial- y generará 4,4 billones de dólares en las exportaciones de bienes y servicios.
El aparente “olvido” fue titular en la prensa internacional y de inmediato surgieron múltiples análisis sobre la “poca atención” concedida por Washington a sus vecinos del continente desde la gestión del expresidente republicano George W. Bush.
Pero con los viajes en este mes de mayo de Obama a México y Costa Rica, y de Biden a Colombia, Trinidad y Tobago y Brasil, vale la pena preguntarse por qué la Casa Blanca voltea ahora la mirada hacia América Latina.
Curiosamente los recorridos ocurren tras la muerte en marzo del presidente venezolano Hugo Chávez, a quien Washington consideraba un enemigo por promover bloques regionales de integración política y económica comprometidos con erradicar la pobreza, males sociales y el estancamiento derivado del neoliberalismo.
Los países incluidos en las giras de Obama y Biden destacan por un desarrollo en ascenso pese a la inestabilidad financiera global, y algunos se convirtieron en la opción de miles de inmigrantes europeos y estadounidenses que escapan de la recesión imperante desde 2008.
A juicio de expertos, las políticas fiscales y sociales de muchas naciones de la zona refuerzan sus mercados internos y les permite posicionarse como potencial competitivo a nivel internacional.
Por otro lado están los recursos naturales. Latinoamérica y el Caribe atesoran inmensos yacimientos de petróleo, gas, biodiversidad y el pulmón ecológico de la cuenca amazónica.
La región tiene siete de los 10 países mineros más importantes del mundo y solo en América del Sur radica hasta el 35 por ciento de las reservas de agua dulce del planeta.
Todas esas riquezas, el creciente peso internacional y las oportunidades comerciales del continente llaman la atención de potencias europeas, Canadá y economías emergentes como China e India, y por supuesto, Estados Unidos no pretende descuidar lo que siempre calificó como su “patio trasero”.
“Los países de las Américas, incluyendo Colombia y Brasil, están desempeñando un rol cada vez mayor y más importante en los asuntos globales”, dijo recientemente a periodistas un alto funcionario de la Casa Blanca bajo anonimato.
Sin dudas, Obama y Biden buscan recuperar la influencia perdida y consolidar la interconexión con los vecinos del sur mediante la vía diplomática, en vez de viejas tácticas como la entrega de altas sumas de dinero y los golpes de estados.
El vicepresidente estadounidense describió las visitas como “el período más activo de contacto a alto nivel con América Latina en mucho tiempo.”
“El Hemisferio Occidental siempre ha sido importante para Estados Unidos, pero más aún hoy en día porque tiene más potencial que en cualquier momento de la historia americana”, expresó al anunciar su periplo de casi una semana.
Los viajes de los dignatarios norteamericanos tuvieron lugar pocos días antes y después de la séptima Cumbre de la Alianza del Pacífico, cuya aspiración es convertirse en un nuevo motor económico y de desarrollo regional bajo el manto del libre flujo de bienes, servicios, capitales y personas entre sus miembros.
Ese mecanismo lo integran México, Colombia, Chile y Perú, y desde su creación en 2012 generó rechazos, críticas y desconfianza.
Para el politólogo argentino Atilio Borón, se trata de una maniobra político-económica de Washington a fin de reconquistar el continente tras el fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas y contrarrestar la influencia de los gobiernos progresistas.
Mientras, el investigador peruano Carlos Alonso dijo que el proyecto discuerda con espacios integracionistas como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el Mercado Común del Sur y la Unión de Naciones Suramericanas, y apunta a dividir la zona para facilitar el reposicionamiento de Estados Unidos.
El analista definió ese bloque como la armonización de los Tratados de Libre Comercio que sus cuatro socios plenos y los observadores Panamá y Costa Rica tienen con el país norteño y entre sí, para entonces propiciar la Asociación Transpacífica, que a Washington le interesa dominar.
De manera similar se pronunció el experto estadounidense Adam Isacson, quien además vaticinó una nueva estrategia de la Casa Blanca de amarrar a sus aliados latinoamericanos.
“El paso lógico es aumentar la actividad diplomática. No será como una Guerra Fría pero se desarrollará una situación en que se estrechan los nexos con los países que no están en el bloque bolivariano o izquierdista y se evitan incidentes que puedan inclinarlos en esa dirección”, dijo a la británica BBC.
De hecho, Biden adelantó que las visitas de altos funcionarios norteamericanos continuarán a lo largo del año bajo el pretexto de fortalecer los vínculos económicos y comerciales con América Latina y el Caribe, vista históricamente como un foco de subdesarrollo, problemas de drogas e inseguridad.
Los presidentes Sebastián Piñera (Chile) y Ollanta Humala (Perú) estarán en la Casa Blanca el 4 y el 11 de junio próximos, respectivamente, mientras la dignataria brasileña, Dilma Rousseff, lo hará en octubre.
Sin embargo, algunos entendidos opinan que a Estados Unidos esta vez no le será tan fácil seducir a las naciones latinoamericanas porque existe la sombra del tema migratorio, el alto índice de deportaciones de hispanos y el narcotráfico, cuestiones aún pendientes de solución por la actual administración demócrata.
Tomado: tercerainformacion.es