A lo largo de la historia las mujeres han sido y siguen siendo objeto prioritario de las fuerzas militares en su ataque a objetivos civiles. Sucedió con las violaciones de coreanas por parte de las tropas de ocupación niponas, con la violación masiva de mujeres alemanas por parte de soldados del Ejército Rojo en 1945 o, mucho más recientemente, los hutu abusaron de las mujeres tutsi en Ruanda en 1998 y son todavía masivas las violaciones en la región del Kivu, al este de la República Democrática del Congo (RDC) (donde prosiguen los combates entre el gobierno de Kinhasa y los rebeldes del M23). La violencia contra las mujeres de un territorio se ha dado incluso por parte de soldados de las tropas que, supuestamente, lo liberaban, como sucedió en Normandía en 1944 con los ataques sufridos por muchas francesas por parte de soldados norteamericanos.
La Guerra Civil Española no fue una excepción a la regla. Se produjeron abusos sexuales entre los dos bandos contendientes, aunque la mayoría de historiadores consideran que fue en la llamada zona nacional donde se dieron de forma más sistemática y contaron, si no con la complicidad, al menos con la tolerancia de los mandos. Algunos autores, sin embargo, como José Luis Mena en su libro Los moros de la Guerra Civil Española (Actas, 2004) aseguran que los milicianos abusaron sexualmente de centenares de mujeres las cuales acabarían siendo brutalmente asesinadas. En la misma línea se manifiesta José Javier Esparza en El terror rojo en España (Áltera, 2005). Ahora bien, la propia Causa General de 1940 solo cuenta un único caso de violación a una monja en toda la guerra La cuestión podría ser objeto de otro estudio, pero en este, vamos a centrarnos en los abusos sexuales que padecieron las mujeres por parte de las tropas a las órdenes de los sublevados.1
Guillermo Rubio Martín afirma que en la primera fase de la guerra, desde el golpe de julio de 1936 hasta noviembre del mismo año, con la estabilización de los frentes, la violación sistemática siguió la estela del avance de las tropas rebeldes. Este historiador granadino distingue entre dos tipos de violaciones. En primer lugar, las perpetradas por el ejército africanista, veterano de élite, compuesto por la Legión Extranjera y las tropas indígenas de los Regulares. En segundo lugar, había las que llevaban a cabo falangistas y requetés. Establecer tal distinción es importante, subraya Rubio Martín, porque el carácter y el número de violaciones que realizaron los sublevados varían, según se trate del primer o del segundo tipo de tropa. Para el primero, los crímenes sexuales contra la población femenina se cometen en primera línea, junto a los fusilamientos sobre el terreno y el saqueo de las propiedades. Las mujeres son violadas dentro del frenesí de destrucción y, normalmente, asesinadas con posterioridad. Son habituales las violaciones en grupo y las de menores. Tales hechos son característicos de la guerra colonial que el ejército de África importó a España desde Marruecos. Es imposible, sin embargo, hacer un recuento del número de mujeres violadas de esta forma pues solían ser asesinadas después de los abusos y no se hacían comprobaciones de tipo forense.2
Los soldados falangistas, al contrario, actuaban como tropa de retaguardia. Llegaban una vez que los combates habían finalizado o a lugares donde ni siquiera se habían producido. De entrada, llevaban a cabo una gran variedad de acciones humillantes contra las republicanas como raparlas, obligarlas a beber aceite de ricino y propinarles brutales palizas. Luego, mandaban a estas mujeres, esposas de fusilados o huidos, a féminas que hubieran votado a la izquierda o sospechosas de cosas como “mostrar simpatía pública por Roosevelt” a trabajar en los cuarteles y campamentos de las tropas. Allí las obligaban a limpiar, cocinar, eran violadas y, en muchos casos, asesinadas. En otras localidades, como ocurrió en algunos pueblos andaluces, las recientes viudas eran llevadas en un camión a un paraje en donde eran violadas, fusiladas y enterradas. Después y como colofón de tan macabro modus operandi, sus asesinos desfilaban con su ropa interior en los fusiles.3
Según afirman Belén Solé y Beatriz Díaz en Era más la miseria que el miedo (Asociación Elkasko de Investigaciones Históricas, 2014) había una forma de represión dirigida a las mujeres que buscaba la destrucción psicológica de la persona4:
“Consistía en rapar el pelo y obligar a tomar aceite de ricino para provocar la defecación espontánea de la mujer castigada. Esto se realizó de forma sistemática por todas las localidades que el ejército franquista iba ocupando a lo largo de la guerra. Tras aplicar este castigo vejatorio a una o varias personas, se les obligaba a pasear por las calles de su pueblo o barrio. Al tratarse de un castigo sencillo y hacerse en público, tomaba un valor ejemplarizante para la comunidad transmitiendo el mensaje de que a todas las personas que no aceptaran la norma imperante les podía tocar”.
Que no se trataba de hechos puntuales o aislados, lo evidencian las alocuciones radiofónicas del jefe de la sublevación militar en Sevilla, Gonzalo Queipo de Llano, el cual .nada más controlada la situación en la capital hispalense, empezó a utilizar los micrófonos de Radio Sevilla donde cada noche daba una de sus “charlas” propagandísticas. Sus discursos exaltados solían ser reproducidos por el ABC sevillano, La Unión, El Correo de Andalucía y, más adelante, por gran parte de la prensa de la España franquista. Su objetivo era amedrentar y ridiculizar al enemigo y enaltecer a las fuerzas propias. Queipo hablaba de los asesinatos cometidos por sus hombres durante el día, de los que cometerían al día siguiente al entrar en tal pueblo o ciudad, de lo que habían hecho con las mujeres e hijas de los republicanos así como de lo que iban a hacer con las mujeres e hijas de los rojos de las localidades liberadas y no se privaba de llamar a La Pasionaria prostituta de burdel. En sus diatribas se refería a los republicanos como “la canalla marxista” y, en algunas de ellas, ponía en telo de juicio su valentía y virilidad5.
Ver https://www.tercerainformacion.es/articulo/memoria-historica/26/11/2020/el-abuso-de-la-mujer-como-arma-de-guerra-en-la-zona-nacional/