Cada 25 de noviembre, desde que en el marco del Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, realizado en Bogotá, en el año de 1981, se decidiera que el 25N fuera el Día Internacional de la No Violencia Contra las Mujeres, en cada país se ha realizado un foro, una concentración o una movilización social. Un acontecimiento que busca recordar el asesinato, lo que hoy se ha reconocido en Colombia como feminicidio, en el año 1960 de las hermanas Mirabal, llamadas también Las Mariposas, a manos del dictador Leónidas Trujillo en República Dominicana.
En el año de 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, argumentando que: “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. Sin embargo, es hasta 1999 que la Asamblea General de Naciones Unidas, resuelve que, a partir del 2000, todos los 25 de noviembre sería el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Pese a que existen avances en el mundo que instan a garantizar los derechos de las mujeres, cada año aumentan las denuncias por nuevas violencias, por eso, cada 25N, como evocaría el cantautor argentino Fito Páez, en su canción Aleluya al sol; ¡Todo el mundo a la plaza!
Violencia contra la mujer en el marco del conflicto armado
Colombia fue el epicentro de una decisión que marco un escenario de movilización política a nivel mundial por el reconocimiento y rechazo de prácticas sociales que atentan contra los derechos de las mujeres, pero paradójicamente, también ha sido escenario permanente de las múltiples formas de violencias contra la vida y la integridad de ellas.
Particularmente, en Colombia se ha vivido por décadas una guerra patriarcal, esto ha significado que la violencia no solo se dé sobre el terreno de la confrontación armada entre ejércitos en disputa. Significa, ante todo, que dichos grupos armados también han utilizado el cuerpo de las mujeres como botín de guerra con la intención de reducir el accionar de su contrario. Acciones y elementos discursivos han hecho apología a la violencia contra ellas y no solo fueron normalizados durante años, instituciones del Estado como el Ejército Nacional, empleaban en sus rutinas de entrenamiento cánticos para estimular a sus soldados en el delito de violencia sexual y feminicidio:
“Sube sube guerrillero, que en la cima yo te espero
Con granadas y morteros, de baja te daremos.
A tus mujeres violaremos y a todas mataremos”
El término de “violencia sexual”, en el marco del conflicto armado, según la Cruz Roja Internacional, está determinado por el acto de naturaleza sexual, ejercido por la fuerza o coerción con la intención de causar temor a la violencia, la coacción, la detención, la opresión psicológica o el abuso de poder contra cualquier víctima, ya sea hombre, mujer, niño o niña.
Se utiliza con el objetivo de sacar ventaja de la incapacidad de la víctima para dar su libre consentimiento y comprende la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada, o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable. En la guerra, ha sido una estrategia para cumplir objetivos militares y demostrar supremacía de uno u otro grupo armado. Por ello, estos crímenes han sido catalogados como crímenes de guerra y se constituyen, por su sistematicidad y generalidad como crímenes de lesa humanidad.
En los informes del Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, se evidencia que, entre 1959 y 2020 se han registrado 15.760 víctimas de violencia sexual en Colombia. De este registro de víctimas el 61,8 % corresponde a mujeres, junto al 30,8 % de niñas y adolescentes, suman el 92,6 % del total de personas vulneradas en el marco del conflicto armado interno.
Otras formas de violencia contra la mujer
Otro de los delitos contra las mujeres es el de feminicidio. Las denuncias por este tipo de crímenes se han venido incrementando en el país, según el Boletín No. 29, de Corporación Sisma Mujer, los meses en los que más se denunciaron estos casos fueron los meses de abril y junio, con (14) feminicidios, (8) en abril y (6) en junio. Mayo tiene un registro de (5) y enero (4). Con (2) registros tenemos los siguientes meses: febrero, julio y agosto. Con (1) registro el mes de marzo. Para un total de 30 feminicidios de enero a agosto de 2022.
Son tres los departamentos en donde más se concentró este tipo de hechos; el 50% de los feminicidios se realizaron en Atlántico, Magdalena, Cesar. Con (3) registros Antioquia, con (2) registros en los departamentos: Norte de Santander y Córdoba, entre otros. Las edades de las víctimas de feminicidio entre mayo y agosto de 2022 de todo el país se ubican entre los 30-34 años, seguido de las edades entre 20 y 29 años.
Por otra parte, hay un aumento de los casos de violencia sexual. Entre el 1° de enero y el 31 de diciembre, según el Boletín, el INMLC-CF realizó 21.434 exámenes médicos legales por presuntos hechos de violencia sexual. Del total, 18.726 fueron practicados a mujeres, es decir, el 87,37%; y 2.708 a hombres, o sea, el 12,63%. En este sentido, por cada hombre agredido, aproximadamente 7 mujeres fueron víctimas de violencia sexual. Según estos datos en términos de frecuencia, al menos una mujer fue agredida sexualmente cada 28 minutos. Un incremento de los hechos del 21,11%, en comparación con el año anterior.
Las violencias contra las mujeres también pasan por la ausencia de garantías en el mundo laboral. El desempleo ha mantenido unas brechas históricas entre hombres y mujeres, las cuales se agudizaron en épocas de pandemia. La tasa de desempleo en enero de 2021 para los hombres se ubicó en 14.5 y en el mismo mes de 2022 se redujo a 11.2; mientras que para las mujeres en enero de 2021 se reportó una tasa de desempleo de 21.4 y para 2022 disminuyó a 19.416. Lo cual indica una tasa de empleabilidad menor para las mujeres.
Desigualdad y flagelo contra las mujeres: un asunto de clase
Igualmente, es importante mencionar que los diversos tipos de violencia que se han ejercido contra las mujeres a lo largo y ancho del país, siempre han mantenido mayor impacto sobre aquellas cuyos niveles de vulnerabilidad relacionados con la pobreza, el abandono, las situaciones en el marco del conflicto armado, entre otros. Es decir, son las mujeres más empobrecidas y excluidas del país las que más padecen de la violencia patriarcal, en cualquiera de sus formas de expresión.
Este pequeño acercamiento al difícil panorama de las mujeres en Colombia, es el motor de denuncia del movimiento de mujeres y de las feministas en el país. Cada año las acciones de rechazo crecen, se multiplican las movilizaciones y, aunque han sido importantes los avances en materia de protección de derechos, de acceso a la justicia, o de participación política, en la cual se avanzó en la elección al Congreso de la República (2022-2026), de los 295 escaños, 85 son ocupados por mujeres. O el acuerdo de paz en el 2016, el cual incorporó el enfoque de género con medidas para resarcir el daño sufrido por mujeres y personas LGBT+, en el marco del conflicto. Sin embargo, todo eso sigue siendo insuficiente en la medida en que persisten los niveles de desigualdad y un sistema patriarcal, que excluye y flagela a la mujer por el hecho de serlo.
“Todo el mundo en las plazas” canta Fito Paéz, un gesto que llama a la sociedad a frenar la violencia y a abrirle paso a las mujeres que revolucionan el mundo por derechos para que nunca más “…haya ni una menos”.
Publicado en Semanario Voz