Los
indígenas dejaron claro su decisión de no permitir que sus territorios sean
utilizados como teatro de operaciones; por lo que dieron un ultimátum a los
actores armados de salir, hecho que no se cumplió por lo cual los indígenas se
vieron obligados a desalojar los militares apostados en el cerro Toribio, en el
cloque hubo disparos de la fuerza pública, saliendo 26 indígenas lesionados.
A
estos hechos se suma la muerte del indígena Fabián Guetio, joven de 22 años
estudiantes, a manos del ejército, que como no tuvo otra alternativa por la
permanencia de la guardia indígena y lo evidente
de los hechos, reconoció que fue “un error”, con ello el ejército busca disculparse.
Con
el argumento de no ceder soberanía el gobierno se propone incentivar la guerra
en el Cauca, para ello retoma el refrito de siempre sobre la connivencia de la
guerrilla y los indígenas. Desconociendo el verdadero problema que existe en el Cauca el abandono
total de estas comunidades por parte del Estado, donde no cuentan ni siquiera
con vías de comunicación, escuelas donde se garanticen los derechos mínimos de
la población. A partir de estas manifestaciones es que el país se entera de la
dura crisis que existe en esta región. Pues, los medios de (des)información
solo cuentan los logros de la política de seguridad democrática y la forma
indignante según estos por la forma como fueron sacados los soldados del cerro.
Lo indígnate es que asesine un indígena a manos de militares y nadie se indigne.
¿Cuál acto es más cruel?
Por
otro lado, el gobierno no solo ha desconocido la soberanía sobre el territorio
que ostentan los indígenas sino que ha dividido las comunidades entre lo que se
podría llamar los “uribistas” apoyados entre otros por el ex juez Baltazar
Garzón y los indígenas que luchan por su reconocimiento, los que gobierno tilda
de ser aliados de las FARC. A pesar de la forma como el gobierno utiliza a
estas comunidades, vale decir, que estas tampoco reciben algún reconocimiento
estatal. Un viejo adagio popular reza: divide y venceras.
Los
indígenas del Cauca representan la otra Colombia, la que el Estado desconoce y
agrede no solo por la fuerza sino por la falta de políticas.