El Gobierno de Israel planea otra vez apoderarse de territorio palestino por medio del uso de la fuerza. En esta ocasión, los halcones sionistas manifiestan ante la comunidad internacional que en julio ocuparán una gran parte de Cisjordania.
«Este acto unilateral socava el derecho de los palestinos a la autodeterminación y amenaza con arrastrar al mundo de regreso a tiempos más
oscuros, cuando la conquista era aceptable, las fronteras podían ser redibujadas y la integridad territorial se veía socavada regularmente», afirmó recientemente Michael Lynk, relator especial de las Naciones Unidas, sobre la situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado desde 1967.
En efecto, queda descubierto nuevamente que la ocupación más larga en la historia contemporánea tiene el primerísimo objetivo israelí de anexionarse, en la práctica, tanto territorio palestino como sea posible, contraviniendo gravemente el Cuarto Convenio de Ginebra y su Protocolo Adicional 1.
Tel Aviv viola el Derecho Internacional
La Ley Básica del Estado-Nación de Israel, aprobada por el Knéset (Parlamento israelí) el 19 de julio de 2018, estableció que «considera el desarrollo de asentamientos judíos como un valor nacional y actuará para estimular y promover su establecimiento y su consolidación».
Según estadísticas de finales de 2019, más de 400 000 colonos israelíes viven en los asentamientos ilegales existentes en Cisjordania. Bajo esa premisa, una de las promesas de campaña del primer ministro Benjamín Netanyahu fue extender la soberanía de Israel sobre Cisjordania, en caso de ser reelegido. De ahí que, al tomar posesión el pasado 17 de mayo al frente de un Gobierno unitario en su país, haya resaltado como uno de los puntos principales de su gestión la anexión de parte de ese territorio palestino para el próximo mes de julio.
Pero este acto unilateral, además de pisotear el Derecho Internacional y las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de condena a la adquisición de territorio por la fuerza, legitima ante el planeta desalojos forzosos y desplazamientos de la población palestina y la confiscación ilegal de tierras y apropiación de recursos naturales del Estado árabe.
El espaldarazo fundamental para la ejecución de esta política anexionista, a pesar del rechazo de la comunidad internacional, lo recibió el Estado judío de su «tutor» Estados Unidos, con la publicación del documento titulado Paz para la prosperidad. Una visión para mejorar la vida de los pueblos palestino e israelí, denominado como Acuerdo del Siglo.
Este supuesto plan de paz para «resolver» el histórico conflicto, promovido por el presidente estadounidense Donald Trump y presentado el pasado 28 de enero en la Casa Blanca reconoce, entre otros aspectos, la anexión por Tel Aviv de alrededor del 30 % de Cisjordania, mientras que a los palestinos se les prometen varios territorios en el desierto de Néguev.
En esencia, ¿cuál es el interés de Israel para aventurarse en esta peligrosa e ilegal contienda? ¿Qué objetivo geopolítico persigue que lo hace desafiar la clara postura de la comunidad internacional sobre este tema?
Confiado en que cualquier intento de sanción contra su país será vetado por Washington, el ejecutivo sionista busca apoderarse del Valle del Jordán, alrededor de un tercio de Cisjordania, pero que por su carácter estratégico es esencial para Palestina. Desde el punto de vista económico, esta zona de fértiles tierras puede producir frutas y verduras durante todo el año, mientras que el acceso al mar Muerto y sus aguas ricas en minerales, también ofrece turismo y otros beneficios comerciales a su poseedor. Por ello, algunos analistas definen esta región como «la canasta de alimentos del pueblo palestino».
Estratégicamente, la anexión del valle dejaría a los palestinos con solo enclaves de territorios aislados y rodeados por Israel. «Lo que quedaría de Cisjordania se convertiría en un Bantustán palestino, un archipiélago de islas distanciadas, completamente rodeado y dividido por Israel y desconectado del mundo exterior», considera Michael Lynk.
De ahí que esta jugada sea una estocada mortal en el plano político para la conformación del futuro Estado árabe que incluya a Cisjordania. Tel Aviv gana con este terreno una línea defensiva en la frontera con Jordania, ante eventuales ataques del este y, a su vez, obtiene una importante posición en la región del Levante.
Además de otras cuestiones históricas, Cisjordania siempre ha sido un punto decisivo en el conflicto israelo-palestino.
Por el momento, el presidente del Estado de Palestina, Mahmoud Abbas, anunció el rompimiento de todos los acuerdos y entendimientos con los gobiernos de Estados Unidos e Israel, y de todas las obligaciones basadas en estos, incluidos los de seguridad.
De forma preliminar, de concretarse la anexión de Cisjordania por Israel, se pisotearía flagrantemente la firme postura de la comunidad internacional en este tema –especialmente las 87 resoluciones de la onu– y el orden mundial basado en normas, se arrojaría más pólvora en la volátil región del Oriente Medio, y significaría la existencia de una Palestina fragmentada y sumida en un régimen de apartheid a causa de Tel Aviv. En esencia, el acto sionista no solo destruye la solución de los dos Estados, sino también cualquier oportunidad de paz, con consecuencias de alcance imprevisible.
Tomado: Granma