El líder vietnamita escribió estos versos diez años antes de la victoria definitiva de Vietnam (en 1975), tras mucho tiempo de guerra e infortunio, aun después del fin de la Segunda Guerra Mundial y la proclamación de la República.
Entonces, tras la victoria, se tejían otros episodios sangrientos frente a un enemigo superior. En esa larga y cruenta contienda, en la cual la hambruna diezmaba a sus compatriotas, Ho Chi Minh siguió formando líderes y creando combatientes para los cuales el sentido de esas rimas tuvo aún más vigencia, hasta 1975 cuando –ya él fallecido–, las armas revolucionarias vencieron al invasor. «¡Cayó Saigón!»: sería el título de la prensa en el universo.
La independencia y reunificación de Vietnam, dividido en Norte y Sur, hizo valer aquellos versos sostenidos y engrandecidos por el pueblo revolucionario de aquel país, físicamente tan lejano del continente americano.
Celebramos la fundación de la República, cuyo recuerdo les trae a los más jóvenes, gracias a la memoria gráfica, una imagen mucho más cercana que aquella de la Plaza Ba Dinh, donde se proclamó. Es la imagen de los agresores yanquis prendidos a los patines de los helicópteros para huir de Saigón, frente a la victoria de quienes, sin ninguna arma, ni tradicional ni sofisticada, se valieron para vencerlos, porque «nada es difícil, solo hay un obstáculo y es que no sepa el corazón perseverar…».
Imposible celebrar la victoria del pueblo vietnamita sin tener en cuenta las enseñanzas de Ho Chi Minh, del líder que les dijo a los cuadros del Partido y del pueblo, después de la proclamación de la República, vencido el colonialismo: «…Por ende, les hago algunas recomendaciones: han de tener confianza en que, con toda seguridad, venceremos, Estados Unidos será vencido. En ese momento, si vacilamos aún entre el barco enemigo grande y nuestro barco pequeño, en que los aviones enemigos son muchos y los nuestro pocos, en que las armas nuestras son escasas ¿podremos vencer? Eso demostrará que la decisión no es alta… En la guerra hay que soportar el sacrificio, las dificultades y penurias, pero con gran corazón y firme espíritu. Venceremos con toda seguridad, y los enemigos serán derrotados». Y también dijo, en pos de la victoria definitiva: «…hacer que todo el país sea uno en un único fervor de lucha contra los norteamericanos por la salvación nacional y la confianza en la victoria completa».
Las enseñanzas del patriota prendieron, generación tras generación, en los actos materiales y en el corazón de su pueblo.
Tomado: Granma