La FIFA obtiene el 95 por ciento de los recursos generados en forma directa por el evento. Para el país anfitrión existen una serie de promesas y expectativas de generación de riquezas, que pueden no concretarse y sí convertirse en deuda pública.
La inversión para realizar un mundial de fútbol proviene principalmente de dos partes: el país organizador, que se encarga de contar con la infraestructura deportiva, de transportes y turística determinada por la FIFA (Federación Internacional de Futbol Asociación) para la realización del evento; y de la FIFA misma.
En 2007, Brasil presentó un informe a la FIFA en el que calculó en 1 mil 100 millones de dólares la inversión total para construir y rehabilitar 12 estadios de fútbol, así como para la construcción y modernización de su infraestructura de transporte y de servicios, principal demanda por cumplir. Los requisitos de la Federación exigen que el país sede posea una eficiente red de transportes -lo que incluye aeropuertos, metro, sistemas ferroviarios, portuarios y de autobuses-, una estructura hotelera adecuada y una excelente red de telecomunicaciones, además de hospitales y sistemas de seguridad y de energía en buenas condiciones.
Representantes del gobierno brasileño expusieron en diversos países los beneficios económicos que dejará la organización de la Copa Mundial en su país, y la consideraron una oportunidad única para avanzar en la renovación de su infraestructura.
Para el evento deportivo, Brasil cuenta con 12 ciudades sede (Río de Janeiro, Sao Paulo, Belo Horizonte, Brasilia, Fortaleza, Salvador, Porto Alegre, Recife, Manaos, Natal y Curitiba) en las que se espera la presencia de al menos 600 mil turistas nacionales y extranjeros; algunos datos hablan de hasta 3 millones seiscientos mil asistentes. Los estadios construidos y/o rehabilitados también son 12, los cuales cuentan con un aforo total de 662 mil personas. En Río de Janeiro se encuentra el famoso estadio Maracaná, rehabilitado totalmente para albergar la inauguración y la clausura del evento.
La Federación Mexicana de Futbol informa que, a través de sus agencias de viajes oficiales, la asistencia al Mundial tiene un costo que oscila entre los 16 mil y los 41 mil 200 dólares por persona (entre 200 y 500 mil pesos aproximadamente), lo que incluye la transportación aérea y terrestre, el hospedaje y los boletos de acceso para algunos partidos. También se pueden comprar únicamente los boletos, que cuestan entre 200 y 600 dólares por partido.
La FIFA obtiene el 95 por ciento de los recursos generados en forma directa por el evento. Para el país anfitrión existen una serie de promesas y expectativas de generación de riquezas, que pueden no concretarse y sí convertirse en deuda pública.
Los datos aportados en febrero de 2014 por el ministro de Deportes de Brasil, Aldo Rebelo, informan que la inversión máxima actualizada para la organización del mundial es de 13 mil 750 millones de dólares y esperan una inyección en su economía tres veces superior, o sea casi 46 mil millones de dólares. En sus declaraciones, Rebelo afirma que el mundial de futbol generará riquezas “que ayudarán a resolver los problemas estructurales del país y por ese motivo, las inversiones en el evento no pueden considerarse gastos a fondo perdido, sino como inversiones a patrimonio social. El Mundial dura un mes pero quedan como utilidad pública para el país aeropuertos, puertos, viaductos, vías de tránsito rápido, mejorías en seguridad y telecomunicaciones”.
Ante la danza de multimillonarias cifras, la pregunta flota en el aire: ¿Por qué los países se embarcan en estos millonarios gastos? Quizá la respuesta está en la expectativa de colocar al país en los ojos del mundo entero y en el flujo del ingreso de dólares que dejarán los millones de turistas que llegarán al país. Investigaciones realizadas por la agencia Euroméricas sobre el efecto de los mundiales en el pueblo arrojan que cuando en una sociedad crece el desempleo, la corrupción y la inflación, la gente es menos feliz, mientras que pasar tiempo haciendo deportes con amigos trae felicidad, y eso es lo que ocurrió con los Mundiales FIFA. La agencia indica que hacer un mundial no hace a un país rico, ni lo hace crecer en un corto plazo, pero lo hace más feliz.
La situación en Brasil, a menos de 50 días de que inicie el Mundial, es que la inversión prevista para los estadios e infraestructura se triplicó y aún no están listos. En el informe de 2007 presentado a la FIFA se prometieron cosas que no se cumplirán, como el Tren de Alta Velocidad (TAV) entre Río de Janeiro y Sao Paulo. Según el diario O Estado de Sao Paulo, el TAV no estará listo para el evento y tampoco para las Olimpiadas, que se efectuarán en 2016 en Río de Janeiro.
Muchas son las críticas que recibe el gobierno brasileño en torno a la dimensión de la inversión en este mundial en contraste con las necesidades sociales del país. Las protestas sociales y el rechazo al alza del precio del transporte público son de grandes proporciones.
Las cifras resultan escandalosas e insultantes para muchos, pues para reconstruir Filipinas después del tifón Haiyan en 2013, se requerirían casi 6 mil millones de dólares; y para atender a las personas afectadas por conflictos, desastres naturales y otras situaciones de emergencia en 50 países del mundo se necesitan 2 mil 200 millones de dólares. El Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en su campaña denominada “Acción humanitaria para la infancia”, estipula que con ese monto se apoyaría a 85 millones de personas, de las cuales 59 millones son niños, como en Sudán -donde existen más 400 mil niños y sus familias desplazados por el conflicto.
Tomado. tercerainformacion