En una declaración firmada en las montañas de Colombia y publicada en su página oficial de internet, las FARC critican las recientes declaraciones del general Juan Pablo Rodríguez Barragán en relación con los diálogos de paz que se desarrollan en La Habana. Para dicho oficial, “la paz en Colombia sólo será posible alcanzarla cuando los terroristas sean derrotados por completo”.
En palabras de la insurgencia comunista, “resulta descarado que el comandante de las fuerzas militares pretenda argüir que con más guerra, con más muertes, con más horror, es como se va a obtener la reconciliación entre los colombianos. Tantas veces hemos escuchado pronunciar esas palabras desquiciadas, que ya no nos queda duda alguna acerca de las verdaderas intenciones que abrigan la oligarquía colombiana y el más rapaz militarismo con relación a nosotros”.
Advierte el comunicado: “Cada vez que se ha ensayado la fórmula de las conversaciones, ha fracasado porque la posición de los gobiernos ha sido la misma, negarse de modo radical a las reformas a su modelo de Estado. O los rebeldes nos sometemos al orden antidemocrático e injusto vigente, o sencillamente seguirá la guerra”.
Ante esta evidencia, llaman al pueblo colombiano, incluyendo a los soldados y policías, a rodear y defender la causa de la paz.
Reproducimos a continuación el comunicado en su totalidad:
Unas declaraciones insensatas
El general en retiro Jorge Enrique Mora Rangel, vocero oficial del gobierno nacional en la Mesa de Conversaciones de La Habana, salió recientemente a aclarar ante el país que no es cierto que dentro de los temas que se discuten con los voceros de las FARC se halle la cuestión de la reducción de las fuerzas militares colombianas. Ese asunto ni siquiera figura en la Agenda acordada, aseguró de modo enfático, desmintiendo a todos aquellos que andan diciendo que el Presidente Juan Manuel Santos engaña al país al negociar su institucionalidad en secreto.
Independientemente de que fuera cierto o no lo afirmado por el general Mora, la ocasión le pareció en bandeja al general Rodríguez, comandante de las fuerzas militares colombianas, para salir a los medios a anunciar el completo respaldo de las fuerzas armadas oficiales del país al proceso de paz que adelanta el gobierno nacional con las FARC-EP en La Habana. Pero al hacerlo, el alto mando castrense expresó una cantidad de cosas que desbordaban lo dicho por Mora Rangel y la propia intención de declarar su apoyo al Presidente Santos.
Dentro de una aparente posición de respaldo a la búsqueda de una solución política por la vía del diálogo a la grave confrontación que vive el país, el general Rodríguez puso de presente una auténtica declaración de guerra. En su parecer, la paz en Colombia sólo será posible alcanzarla cuando los terroristas sean derrotados por completo. Todos sabemos que cuando emplean el término terroristas, los mandos militares y el gobierno nacional se están refiriendo a la insurgencia revolucionaria, es decir a los distintos movimientos guerrilleros que operamos en el país, dentro de los cuales incluyen a las FARC-EP, con quienes se conversa en La Habana, y al ELN, con el que se adelantan contactos para establecer también una mesa de conversaciones de paz.
El general Rodríguez volvió a insistir en el discurso tantas veces repetido por el Presidente Santos y su ministro de defensa, en el sentido de que la Mesa de La Habana ha sido producto de la violenta arremetida que contra nosotros libraron las fuerzas militares durante los años anteriores.
Según lo argumentó el general, las FARC fuimos obligadas por los operativos militares y los continuos bombardeos a aceptar conversar de paz sentados a una mesa de diálogos. Por eso insistió en que es absolutamente necesario sostener e incrementar la embestida militar contra nosotros, a fin de inclinarnos definitivamente a la firma de la paz, dejando perfectamente claro qué significa para él y el alto gobierno su cacareada expresión de que la paz es la victoria.
Resulta descarado que el comandante de las fuerzas militares pretenda argüir que con más guerra, con más muertes, con más horror, es como se va a obtener la reconciliación entre los colombianos. Tantas veces hemos escuchado pronunciar esas palabras desquiciadas, que ya no nos queda duda alguna acerca de las verdaderas intenciones que abrigan la oligarquía colombiana y el más rapaz militarismo con relación a nosotros.
El general Rodríguez dice hablar en apoyo al dicho del general Mora Rangel. Para la oligarquía colombiana, sus inspiradores en Washington y los generales cipayos, está bien que en Colombia subsista, en un escenario de post conflicto, que supone la inexistencia de fuerzas insurgentes, un aparato represivo del tamaño desproporcionado de hoy, concebido dentro de los marcos de la doctrina de seguridad nacional y cuyo objetivo sea la opresión de sus propios ciudadanos antes que la defensa de la soberanía nacional en las fronteras.
Si durante casi una docena de años los colombianos hemos venido escuchando que el fortalecimiento de las fuerzas militares, la compra de equipos y tecnología de guerra, el aumento del pie de fuerza y en general eso que llaman reingeniería, tuvo como propósito reducir la insurgencia a la derrota, o al menos obligarla a sentarse a una mesa de diálogos en donde firme la paz, ¿qué sentido tendría que desaparecida esa insurgencia, permanezca y crezca aún más la máquina de guerra del Estado? Cualquiera puede ver que los miles de millones de dólares destinados a eso, podrían destinarse al desarrollo social del país.
Pero es que además, casi todo lo afirmado por la oligarquía colombiana y el alto mando militar es completamente acomodado a sus intereses, que no son los del país. Eso puede observarse de manera clara al examinar la historia de este conflicto que llega a su cincuenta aniversario.
Los campesinos que se alzaron en armas en Marquetalia no fueron sino 48. Y lo que ellos clamaban era que se les atendiera con ayudas para salir del atraso y mejorar su nivel de vida, es decir con escuelas, puestos de salud, títulos para sus tierras, créditos, mercados, vivienda digna. Pedían encarecidamente un diálogo para acordar esos asuntos. Y todos sabemos que la respuesta del Estado fue la guerra total. ¿Solucionó eso el problema, o más bien lo creó y lo agravó?
Las FARC hemos planteado durante décadas la necesidad de dialogar para encontrar una salida civilizada al conflicto, mientras el Estado ha insistido en aplastarnos por la fuerza. Son la oligarquía colombiana y sus generales orientados desde el Pentágono, quienes se han negado siempre a concertar una solución pacífica. Siempre han pensado como el general Rodríguez, que la Mesa de Conversaciones únicamente tiene por objeto la firma de nuestra rendición y entrega.
Cada vez que se ha ensayado la fórmula de las conversaciones, ha fracasado porque la posición de los gobiernos ha sido la misma, negarse de modo radical a las reformas a su modelo de Estado. O los rebeldes nos sometemos al orden antidemocrático e injusto vigente, o sencillamente seguirá la guerra.
Si hoy día existe la Mesa de La Habana, es precisamente por todo lo contrario de lo que plantean el general Rodríguez y el alto gobierno. Si con la guerra a muerte se hubiera conseguido derrotar a las guerrillas, no existiría ninguna mesa. Ella existe es porque el Estado, a pesar del enorme esfuerzo bélico, ha fracasado en su fórmula de aniquilamiento, y porque en su lugar ha tomado enorme fuerza en la sociedad colombiana la necesidad de recurrir a los diálogos de paz. Las FARC-EP, desde nuestro mismo nacimiento, estamos hablando de conversaciones. Si desde 1964 se nos hubiera atendido, esta terrible guerra jamás se hubiera presentado.
Es hora de que todo el pueblo colombiano en su conjunto, del cual hacen parte soldados y policías que pierden y se juegan a diario la vida por una paga miserable, se cierre a la banda definitivamente por la causa de la paz. Los colombianos debemos dejar de matarnos entre nosotros. No podemos seguir haciéndoles el juego a Presidentes, ministros y generales que solamente legan a la patria sangre y dolor con su cuento de ganar la paz con el fuego de los fusiles y las bombas.
La verdadera paz no es la victoria, sino la justicia social y la democracia para todos los colombianos. Ellos, los de arriba, se van de sus cargos millonarios en bienes y haciendas. Los de abajo en cambio seguimos viviendo entre desgracias y poniendo los muertos. Eso no puede ir más.
Montañas de Colombia, 29 de abril de 2014.
Tomado: Agencia Prensa Rural