Por decisión de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, todos los delitos que resultaren de la investigación, directos o conexos, con la masacre de El Salado, deberán ser considerados de “lesa humanidad” y se mantiene firme la condena de un oficial de la armada colombiana relacionado con ese episodio.
El Salado es un corregimiento de El Carmen de Bolívar, costa norte de Colombia, donde tuvo lugar la que hasta hoy, es considerada la más brutal, sangrienta e ignominiosa masacre perpetrada por paramilitares contra una comunidad campesina indefensa.
En el año 2000, entre los días comprendidos del 16 al 21 de febrero, unos 500 paramilitares cercaron a El Salado, y transformaron una pequeña cancha de la única plaza del poblado, en un matadero de seres humanos, a quienes iban sometiendo a vejámenes y torturas hasta quitarles la vida.
Transcurridos 18 años de esa matanza de hombres, mujeres y niños, la Corte deja también en firme la condena del capitán de corbeta Héctor Martín Pita Vásquez, comandante de la compañía ORCA, en la zona, quien no tomó ninguna determinación para evitar la incursión criminal de los paramilitares, autores de un baño de sangre que estremeció al mundo en los cables internacionales de noticias.
Con el paso del tiempo se ha ido pasando, se va aclarando que la infantería de marina fue cómplice de la masacre de este pueblo, de unos 5 mil habitantes, atrapados por una tenaza de varios kilómetros a la redonda, de tal forma que fueron pocos los que lograron salvarse.
Por valiosos testimonios de algunos soldados, obtenidos en una paciente investigación, ha llegado a saberse que destacamentos de infantería de marina y paramilitares se encontraron y departieron comentarios sobre lo que ya había sucedido, cuando muchos cadáveres permanecían esparcidos por los alrededores de El Salado, en una masacre en la que murieron entre 60 y 80 personas.
Después de lo que ya está escrito con sangre inocente en la más reciente historia de Colombia como la Masacre de El Salado, un manto oscuro de llanto y luto, por seres queridos que nunca volverán, cubrió una vasta área donde se cultivaba maíz, yuca, tabaco, ñame y muchos otros frutos propios de los Montes de María.
Un éxodo de dolientes salió de El Salado hacia poblaciones vecinas, dejándole el campo libre a gamonales ladrones de tierras, que financiaron la incursión paramilitar comandada por Salvatore Mancuso y por Enilse López, alias “La Gata”.
La declaratoria de delito de lesa humanidad sobre los autores de la masacre de El Salado, abre un espacio conquistado por un grupo de defensores de derechos humanos para derrotar la impunidad de un episodio que muchos no quisieran recordar.