El 19 de enero del 2018, el jefe del Pentágono, James Mattis, presentó en Washington la versión desclasificada de la Estrategia de Defensa Nacional de Estados Unidos. En su intervención dejó bien clara la proyección militarista que mantendrán en los próximos años: «esta estrategia expande nuestro espacio competitivo y prioriza la preparación para guerras».
Según Mattis, continuarán la lucha contra el terrorismo, pero «la competencia estratégica entre los estados, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación de seguridad nacional de Estados Unidos», lo que significa un reajuste del enfoque desde los atentados del 11 de septiembre del 2001. En correspondencia con la Estrategia de Seguridad Nacional de diciembre del 2017, identifican a Rusia y China como sus principales amenazas. En un segundo nivel declaran a la República Popular Democrática de Corea e Irán, y como el actor no estatal más peligroso al Estado Islámico.
El documento señala que «la Estrategia de Defensa Nacional 2018 respalda los presupuestos para los años fiscales 2019-2023, acelerando los programas de modernización y dedicando recursos adicionales en un esfuerzo sostenido para consolidar la ventaja competitiva» de Estados Unidos. En este sentido priorizarán la modernización nuclear, las inversiones en ciberdefensa y en las defensas antimisiles.
Es la primera vez, en más de 15 años, que Estados Unidos reconoce que su interés en elevar las capacidades militares responde a la necesidad de mantener la superioridad en esta esfera sobre Rusia y China e intentar consolidar la hegemonía global. El terrorismo internacional, ha sido el pretexto empleado durante este periodo para el fortalecimiento de las fuerzas militares norteamericanas, ya que a partir de la caída del campo socialista y la Unión Soviética desapareció la supuesta amenaza que desde la Segunda Guerra Mundial llevó a Estados Unidos a elevar exponencialmente su presupuesto militar, beneficiando a las cada vez más influyentes corporaciones de su país.
El lenguaje empleado recuerda la etapa de conflicto este-oeste durante la llamada Guerra Fría. El máximo exponente de la carrera armamentista fue el presidente Ronald Reagan, quien en 1983 lanzó públicamente la Iniciativa de Defensa Estratégica, en la que solicitó a la comunidad científica que desarrollara una defensa antimisiles para garantizar la protección del territorio de Estados Unidos ante cualquier ataque nuclear. Se le denominó también «Guerra de las Galaxias», como el título de una célebre película de la época. Se demostró que en aquella ocasión el único ganador fue «el Complejo Militar-Industrial».
También en el informe la actual administración reafirma que el uso de la fuerza será aplicado como un principio de política exterior: «para reforzar las herramientas tradicionales de diplomacia de Estados Unidos, el Pentágono proporciona opciones militares para garantizar que el Presidente y los diplomáticos negocien desde una posición de fuerza». Además, plantea que los estados son los actores principales en la escena global, pero los actores no estatales, como los terroristas, las organizaciones criminales transnacionales y los piratas informáticos, también amenazan el entorno de seguridad, con capacidades cada vez más sofisticadas.
El documento enfatiza en que la nueva estrategia «articula el plan para competir, impedir y ganar» en ese ambiente cada vez más complejo. Asevera que «los costos de no implementar esta estrategia están claros, e implicarán una disminución de la influencia global de Estados Unidos, la erosión de la cohesión entre aliados y socios, así como la reducción del acceso a mercados, lo que contribuiría al declive en la prosperidad y el modo de vida estadounidense».
El enfoque estratégico plantea que «la competencia a largo plazo requiere la integración perfecta de múltiples elementos del poder nacional –diplomacia, información, economía, finanzas, inteligencia, aplicación de la ley y militar–». Afirma que «Estados Unidos puede tomar la iniciativa y desafiar a sus competidores, donde tenga ventaja y sus rivales no estén fuertes». Al mismo tiempo, puede ofrecer «oportunidades de cooperación, pero desde una posición de fuerza y basado en los intereses nacionales».
En solo dos ocasiones se menciona a América Latina y el Caribe, cuando se refieren al hemisferio occidental, y a diferencia de la Estrategia de Seguridad Nacional no se menciona a ningún país en específico. Dentro de los objetivos de la estrategia se incluye «mantener balances de poder regional favorables en Indo-Pacífico, Europa, Medio Oriente y el hemisferio occidental».
Profundizarán sus relaciones con los países latinoamericanos y caribeños que «aportan capacidades militares a los desafíos de seguridad regionales y globales compartidos». Precisan que «Estados Unidos obtiene un inmenso beneficio de un sistema hemisférico estable y pacífico, que reduce las amenazas a la seguridad de la nación».
Aunque no lo reconozcan en la estrategia, es válido mencionar que América Latina y el Caribe es la primera área densamente poblada en el mundo que se declaró –hace más de medio siglo– como Zona libre de armas nucleares, por medio del Tratado de Tlatelolco. Precisamente en este mes se cumplen cuatro años de que los 33 países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), reunidos en La Habana, Cuba, los días 28 y 29 de enero del 2014 en la II Cumbre, declararon a «América Latina y el Caribe como Zona de Paz».
Así está el mundo civilizado en el siglo XXI, unos proclaman la paz y otros promulgan la guerra. El Pentágono aseguró que apuesta por «construir una fuerza más letal», en claro desafío a la paz internacional y para justificar los 700 000 millones de dólares al presupuesto para el año fiscal 2018 que le otorgó la Casa Blanca.
La estrategia defiende la plataforma electoral nacionalista del presidente Donald Trump de «Estados Unidos primero», que combina el aislacionismo diplomático y el proteccionismo económico, con el fortalecimiento militar y el rechazo a la amenaza del cambio climático. Una «novedosa» fórmula para intentar mantener la hegemonía global y otro «buen acuerdo» para el Complejo Militar-Industrial.
Tomado: Granma