Sobre los diálogos de
paz en La Habana se ha especulado desde diversos sectores, algunos con el ánimo
de continuar la confrontación armada, han creado toda una oposición sin
argumentos que permitan un análisis riguroso de lo se cree se está negociando,
basta con escuchar algunos congresistas y su pobre discurso y memoria sobre los
diálogos, ya se les olvido los beneficios que acordaron entregarle a los
paramilitares, tramitados en la ley de Justicia y Paz o la invitación que le
hicieron a Mancuso para asistir al Congreso.
Para estos, eso no
constituyó un exabrupto, pero si lo consideran cuando se trata de la
insurgencia no solo su participación en el congreso sino en un futuro cercano
convertirse en una opción política, aquí surge una pregunta cuántos de estos
congresistas que rechazan la participación de la insurgencia en el Congreso no
estarían complacidos de que Mancuso y demás, compartieran no solo sillón sino
curul.
En un escenario democrático
estas discusiones serían bienvenidas, contribuyendo a ampliar el sistema
políticos, caso que no es el colombiano, con el antecedente de dirimir las
diferencias o la oposición a bala, lo que permite presumir que algunos sectores
no solo políticos sino económicos y sociales les beneficia mejor la guerra que
la paz y sus intereses se construyen ahí.
Por otro lado, está
el gobierno Santos quien solo ha utilizado el tema de los diálogos para fines
propios e intereses políticos en la medida que este tema le garantice réditos
no solo al interior de la sociedad sino frente a la comunidad internacional, estará
feliz y promocionando al país como un centro de negocios, incluso se ha
atrevido a hablar del postconflicto, lo que parece un chiste, sobre todo cuando
viene de Santos, nada sorprendería que un día amaneciera diciendo que esos
tales “diálogos de paz no existen” o que “esa tal guerrilla no existe”.
Por ello, de vez en
cuando amenaza con levantarse de la mesa si esos rebeldes facinerosos no se
doblegan a su propuesta de paz, incluso dice que les caerá toda la fuerza del
Estado, como si eso ya no hubiera ocurrido. Pese a esto, según dice nos
seguimos preparando para el postconflicto, la mala costumbre de los colombianos
de ensillar antes de tener las bestias.
De manejar falsas
expectativas para salir bien librado, si los diálogos por algún hecho fortuito
se rompen, como buen jugador de póker siempre tiene el as bajo la manga. Qué
les diría a los colombianos en su alocución presidencial que tenemos que
aplazar el postconflicto porque esos bandidos no quisieron recibir la mano
tendida del Estado y por ello, el presupuesto previsto para el postconflicto se
debe gasta de forma inmediata en compra de armamento y en la persecución por
tierra, mar y aire a esos bandidos, para estar tranquilos les garantizo que ya
mañana me confirman el paradero de Timochenko.
De verdad el gobierno
cree que nos estamos preparando para el postconflicto, cuando ni siquiera los
temas claves para generar desarrollo y equidad les ha dado respiro, ningún
cambio se ha visto durante su larga estadía en la casa de Nariño, aparte eso
sí, de los TLC, de la cooperación con la OTAN, de hacer parte del selecto grupo
de la OCDE, temas realmente importantes no para Colombia. Eso de que somos el
tercer país más desigual del mundo o el primer en crisis humanitaria, no le
dice nada, sin contar que somos los más felices.
Lo importante para el
gobierno es invitar inversionistas a Bogotá y Cartagena para que conozcan el
progreso y lo buenos anfitriones cuando de vender el país se trata, si hasta la
pobreza y el desempleo han mejorado, en el sentido inverso por su puesto. Lo que
hace pensar que el postconflicto está cerca.
Lo que si no ha dicho
Santos, es que el postconflicto es un proceso largo que no solo con la firma de
la paz se empieza a materializar. La puesta en marcha de los acuerdos, los
procesos que se deriven de estos y las transformaciones sociales que impliquen
cambios sociales y políticos son temas claves, que no son postconflicto, pero,
le dan legitimidad a lo acordado.
Por otro lado, están los
elenos mientras no se logre ningún acuerdo con esta guerrilla, de cual
postconflicto hablamos, sin olvidar que el gobierno está en la obligación del
desmonte definitivo de los paramilitares, no como lo ha planteado el Congreso
declarar a las Bacrim actores del conflicto, esto sería la justificación más
burda del sinfín del conflicto y de paso el reacomodo de algunos sectores que
pierden con la paz y por supuesto el reencauche de las fuerza armadas, quienes
justificarían su razón de ser, no el de cuidar las fronteras, sino el perseguir
a los armados. Será que el gobierno está dispuesto a esto.
En un hipotético caso
de postconflicto, este tampoco es de forma inmediata, el tiempo se define a
partir de los cambios que empiece a experimentar la sociedad, ligados no solo a
las operaciones militares, dejación de armas por parte de la insurgencia o
asesinatos selectivos o a la desaparición de las bandas criminales. Sino a
partir de un nuevo sistema político legitimó que funcione para toda la sociedad
en igualdad de condiciones, se eliminen las asimetrías sociales, la pobreza y
falta de educación sean temas del pasado.
Solo de esta forma
Colombia empieza a transitar por la senda del postconflicto, cerrando la
posibilidad a que nuevos actores sociales o grupos criminales tomen las armas
con otros fines o los mismos. Será que en este periodo presidencial se logra?