En Colombia es una tradición la celebración de los quince
años a la mujer, en esta celebración se hace la presentación en sociedad de la
quinceañera y se entiende que pasa de niña a mujer. Esta parece ser la
celebración el próximo 4 de febrero en La Casa Blanca entre EEUU y Colombia, al
cumplir 15 años de la nueva estrategia de guerra que se diseñó desde el
Pentágono para Colombia.
Entre Bill Clinton y Andrés Pastrana, con la que se ha
pretendido no solo permitir la entrada de militares norteamericanos a dirigir
las bases colombianas, sino la participación en operativos militares, la
llegada de un gran número de mercenarios entre contratistas y soldados de los
que hasta el día de hoy no se conoce su número, lo que supone una invasión
militar encubierta. Esto con el
argumento de la lucha antinarcóticos, pero que desarrolló una estrategia
antisubversiva.
El Plan Colombia fue diseñado y puesto en funcionamiento por
el entonces presidente Pastrana, quien en ese momento mantenía unos diálogos de
paz con la insurgencia, por lo que la ayuda militar no se justificaba y por el
contrario pateaba la mesa. Era necesario un nuevo escenario de confrontación,
para justificar la entrada de los militares norteamericanos y la implementación
de la ayuda, no en inversión social y sustitución de cultivos ilícitos, sino en
intensificar la guerra y mantener el control geopolítico en la región como
finalmente se logró, luego de la salida de los militares gringos de la base de Manta,
Ecuador, ahora ubicados estratégicamente en todo el territorio nacional.
¿Pero que ha implicado la implementación del Plan Colombia?
Por un lado, está el cambio tecnológico y estratégico sobre la concepción de la
guerra, lo que según algunos expertos han llamado la modernización de las
fuerzas armadas, con mejores armas y tecnologías, el combate a la insurgencia
supuso el fin por la vía militar o su rendición en masa. Sin olvidar que bajo
esta misma ayuda y la entrega de resultados surgieron las bonificaciones y
permisos que llevaron a idear la nefasta estrategia convertida en política, los
mal llamados “falsos positivos”.
Entre los “éxitos” del ejército se cuenta la persecución y
asesinato del comandante insurgente Alfonso Cano, más de mil hombres persiguiendo
a uno solo, con armamento de punta, escoltados por aviones de guerra, con edades
entre 20 y 30 años, sin duda, esta es la guerra simétrica a la que hace
referencia el ejército y es motivo de orgullo nacional, de ahí el eslogan sobre
los “héroes si existen”
Los costos económicos, sociales y humanos, mayor poder de
destrucción, lo que ha ocasionado mayor desplazamiento, zonas arrasadas por el
poder de las bombas lanzadas desde el aire y el daño incalculable al medio
ambiente. Esto sin olvidar, que una buena parte del presupuesto invertido no
viene al país sino que se queda en manos de algunas industrias fabricantes de
armas. Entre algunas interesadas en lograr mayor intervención norteamericana,
están Occidental Petrolum, causante del desplazamiento de la comunidad Uwa, la
industria Textron fabricante de los helicópteros Bell Huey y la United
Technologies Inc productora de los Black Hawk.
Sabemos que las potencias necesitan de las guerras, pues son
estas las que dinamizan las economías industriales y estas a su vez, dependen
de un porcentaje importante de fábricas de guerra para la generación de empleo,
probar nuevas tecnologías y armas químicas que pueden ser utilizadas bajo el
discurso de la erradicación de cultivos ilícitos. Todo esto no tendría razón de
ser, sin la existencia de un laboratorio donde probar la efectividad de lo que
se construye y Colombia parece un buen conejillo de indias.
Esto sin contar con la entrada de multinacionales que se han
venido apropiando de los recursos naturales, ahora en manos extranjeras, lo que
se conoce como “generar confianza inversionistas”, insertar al país en la
economía mundo o firmar tratados de libre comercio como finalmente se hizo con
EEUU. Un claro ejemplo de lo que ha sucedido corresponde a la venta de la
electrificadora de ISAGÉN, un servicio público entregado a manos extranjeras.
Es decir, dependemos de la imposición de los dueños de Ia electrificadora y no
del Estado y sus políticas.
Muy seguramente, como se ha anunciado el 4 de febrero se
reunirán “los grandes” Clinton, Bush, Obama seguidos de Pastrana, Uribe y Santos,
para evaluar entre copas y manteles la mancha roja que ha dejado a su paso El
Plan Colombia, el agradecimiento de los gringos a los colombianos por ser estos
los encargados de convertir al país en una máquina de guerra, donde lo único
que predomina es el desprecio por la vida.
Pues, los objetivos de sustitución de cultivos ilícitos, los
programas sociales como la erradicación de la pobreza rural, la construcción de
vías, no solo no se cumplieron sino que por el contrario ha generado mayor
pobreza y enfermedades (malformaciones entre otros tipos de enfermedades),
destrucción de cultivos de pan coger, con las aspersiones aéreas.
Violaciones a los derechos humanos que se cuentan por miles,
esto sumado al gran poder de los militares con el manejo de los recursos que se
destinan para su funcionamiento ha ocasionado que se convierta en uno de los
organismos del Estado más corruptos, que han hecho de la guerra un buen
negocio.
Sin duda, en esta celebración se debería hacer una evaluación
en el país, sobre lo que ha ocasionado la implementación de la guerra y la
entrada de EEUU, cuántos muertos ha dejado, que ha pasado con el ecosistema
impactado por las bombas, qué beneficios ha dejado para el país la entrada de
multinacionales, el por qué Colombia se ha venido convirtiendo en laboratorio
de guerra, pues a partir de esta estrategia se han diseminado los conflictos
por otros lugares.
Pero esta no es solo una celebración de gánster, sino el
rediseño de nuevas políticas, pues llama la atención que en momentos que se
discute el acuerdo final del fin del conflicto se reúnan. Nada raro que
pretendan hacerle conejo a la insurgencia y perpetuar la guerra como negocio rentable,
sin olvidar la lujosa visita del segundo comandante de la OTAN, general Sir Adrian
Bradshaw a las guarniciones militares, cuesta creer que Colombia se esté
sumergiendo en otra guerra de proporciones incalculables a nivel internacional.