En
Colombia ser niño, pobre y campesino, es haber nacido con un sino trágico, si
fuera una profesión se diría que es la más riesgosa, no se recomienda para
menores de edad, se debe practicar con precaución y en compañía.
Esto
parece un chiste, pero es la realidad de la niñez pobre en las zonas apartadas
de las ciudades en la periferia y la regla que confirma, el riesgo de ser niño
o menor de edad en las zonas rurales de Colombia, no solo porque no cuentan con
la protección que el Estado debe tener a la niñez, la Carta Magna, establece
que los derechos de los menores de edad están por encima de cualquier derecho.
Pese
a esto, los niños campesinos no cuentan ni siquiera con el derecho a la
educación, los menores deben caminar arduas jornadas para dirigirse a su
escuela, cruzar ríos por puentes colgantes que son un peligro para su vida,
muchos pequeños se deben desplazar solos a merced no solo de animales salvajes,
sino de depredadores sexuales, bandas de delincuentes, grupos armados
Vale decir, es un lugar que no cuenta con la
infraestructura necesaria para que los menores reciban clases, los pupitres están
en mal estado, las aulas muchas tienen las paredes a punto de colapsar, los
techos se llueven, en temporada de lluvias muchos niños no pueden asistir a
tomar clases, por falta de un lugar adecuado, la falta de docentes es una
constante.
La
pobreza de la niñez campesina o de los barrios subnormales, implica que estos
niños, no tengan siquiera un juguete para la recreación, los niños se la
ingenian para hacer sus propias pelotas, estas las hacen envolviendo unos
trapos viejos amarrados entre sí, para que no se abran a la hora de patear la
pelota, otros niños se las ingenian metiendo unos trapos viejos en una bolsa o periódicos
viejos, luego la amarran, es así, como juegan el fútbol, otros hacen con cajas
de cartón, deslizadero.
En
este panorama de abandono crece la niñez colombiana, muchos de ellos, deben
sufrir violencia intrafamiliar, el abandono de sus padres, las violaciones
sexuales y la falta de alimentación y vivienda adecuada, sin tener derecho a
recibir atención médica. En este escenario desolador aparecen los grupos
armados, las bandas criminales, que ven en los menores, la forma más rápida
para crecer sus organizaciones criminales.
El
uso de menores en la guerra es un asunto de suma gravedad, no solo porque el
Estado les está negando el derecho que tiene todo niño de recibir educación,
vivienda, alimentación, de forma digna. Pero no nos digamos mentiras el
ejército nacional, también recluta niños, no solo los que obliga a prestar el
servicio militar, un caso aberrante son los dos jóvenes que secuestró el ELN,
se notaba que hasta el camuflado que usaban les quedaba grande, las niñas que
utiliza para infiltrar la guerrilla, son temas que se han conocido, pero que el
mismo Estado no ha respondido frente a esta violación a los derechos de la
infancia y adolescencia.
Cuesta
creer que, el 29 de agosto de 2019, la fuerza aérea bombardeara un campamento
en Caquetá, donde se encontraban menores de edad, donde se pudo probar que el
ejército sabía que en ese lugar había un número indeterminado de niños, según
se conoció posterior al debate político, los menores que quedaron heridos
fueron rematados por tropas del ejército nacional, ahora se conoce que lo mismo
ocurrió en el Guaviare, un número indeterminado de menores de edad fue
bombardeado por el ejército, vale decir, que los bombardeos no pueden ser
acciones deliberadas, sino producto de inteligencia militar, que conoce,
quienes hacen parte de este grupo armado, el número de personas y en este mismo
sentido, la existencia de niños o rehenes.
El
Estado no puede bombardear un lugar sin tener idea de quienes están ocupando
ese lugar, podría estar atentando contra civiles o matando a rehenes y peor aún
como ha ocurrido menores víctimas de reclutamiento forzado, el Estado no puede
justificar la presencia voluntaria de un menor, este no tiene la capacidad de
tomar decisiones y su elección es con base a su realidad a la carencia y
desprotección del Estado.
Que
el ministro de defensa Diego Molano, antiguo director del ICBF, afirme que los
menores son máquinas de guerra, para justificar su sentencia de muerte, con el
argumento miserable que los comandantes guerrilleros ingresaron siendo niños,
demuestra que el Estado sentencia a los niños a muerte sin existir la pena de
muerte, sin juicio.
La
justificación del ministro es que los menores no estarían estudiando para el
ICFES, los despoja de toda condición, bien sabe el ministro que estamos en
pandemia, por lo que los menores no han asistido a la escuela y en las zonas
rurales es limitada la educación, es una burla para justificar que la niñez no
vale nada en un país como el colombiano.
Se
olvida el ministro que muchos niños carecen de las condiciones mínimas para
recibir clases, en los caseríos no hay servicios públicos, electricidad menos
internet, que mucho de estos niños debieron abandonar sus hogares y emplearse
en algún oficio, el Estado indolente prefiere masacrar menores que procurar
proporcionarles sus derechos. Sin olvidar que el ejército también secuestra y
viola menores, hace poco se conoció el caso de una menor de 11 años indígena.
Finalmente,
si desde el Estado se plantea que un menor es una máquina de guerra, que futuro
puede tener un niño.