lunes, 15 de marzo de 2021

De las pelotas de trapo a las máquinas de guerra

 


En Colombia ser niño, pobre y campesino, es haber nacido con un sino trágico, si fuera una profesión se diría que es la más riesgosa, no se recomienda para menores de edad, se debe practicar con precaución y en compañía.

Esto parece un chiste, pero es la realidad de la niñez pobre en las zonas apartadas de las ciudades en la periferia y la regla que confirma, el riesgo de ser niño o menor de edad en las zonas rurales de Colombia, no solo porque no cuentan con la protección que el Estado debe tener a la niñez, la Carta Magna, establece que los derechos de los menores de edad están por encima de cualquier derecho.

Pese a esto, los niños campesinos no cuentan ni siquiera con el derecho a la educación, los menores deben caminar arduas jornadas para dirigirse a su escuela, cruzar ríos por puentes colgantes que son un peligro para su vida, muchos pequeños se deben desplazar solos a merced no solo de animales salvajes, sino de depredadores sexuales, bandas de delincuentes, grupos armados

 Vale decir, es un lugar que no cuenta con la infraestructura necesaria para que los menores reciban clases, los pupitres están en mal estado, las aulas muchas tienen las paredes a punto de colapsar, los techos se llueven, en temporada de lluvias muchos niños no pueden asistir a tomar clases, por falta de un lugar adecuado, la falta de docentes es una constante.

La pobreza de la niñez campesina o de los barrios subnormales, implica que estos niños, no tengan siquiera un juguete para la recreación, los niños se la ingenian para hacer sus propias pelotas, estas las hacen envolviendo unos trapos viejos amarrados entre sí, para que no se abran a la hora de patear la pelota, otros niños se las ingenian metiendo unos trapos viejos en una bolsa o periódicos viejos, luego la amarran, es así, como juegan el fútbol, otros hacen con cajas de cartón, deslizadero.

En este panorama de abandono crece la niñez colombiana, muchos de ellos, deben sufrir violencia intrafamiliar, el abandono de sus padres, las violaciones sexuales y la falta de alimentación y vivienda adecuada, sin tener derecho a recibir atención médica. En este escenario desolador aparecen los grupos armados, las bandas criminales, que ven en los menores, la forma más rápida para crecer sus organizaciones criminales.

El uso de menores en la guerra es un asunto de suma gravedad, no solo porque el Estado les está negando el derecho que tiene todo niño de recibir educación, vivienda, alimentación, de forma digna. Pero no nos digamos mentiras el ejército nacional, también recluta niños, no solo los que obliga a prestar el servicio militar, un caso aberrante son los dos jóvenes que secuestró el ELN, se notaba que hasta el camuflado que usaban les quedaba grande, las niñas que utiliza para infiltrar la guerrilla, son temas que se han conocido, pero que el mismo Estado no ha respondido frente a esta violación a los derechos de la infancia y adolescencia.

Cuesta creer que, el 29 de agosto de 2019, la fuerza aérea bombardeara un campamento en Caquetá, donde se encontraban menores de edad, donde se pudo probar que el ejército sabía que en ese lugar había un número indeterminado de niños, según se conoció posterior al debate político, los menores que quedaron heridos fueron rematados por tropas del ejército nacional, ahora se conoce que lo mismo ocurrió en el Guaviare, un número indeterminado de menores de edad fue bombardeado por el ejército, vale decir, que los bombardeos no pueden ser acciones deliberadas, sino producto de inteligencia militar, que conoce, quienes hacen parte de este grupo armado, el número de personas y en este mismo sentido, la existencia de niños o rehenes.

El Estado no puede bombardear un lugar sin tener idea de quienes están ocupando ese lugar, podría estar atentando contra civiles o matando a rehenes y peor aún como ha ocurrido menores víctimas de reclutamiento forzado, el Estado no puede justificar la presencia voluntaria de un menor, este no tiene la capacidad de tomar decisiones y su elección es con base a su realidad a la carencia y desprotección del Estado.

Que el ministro de defensa Diego Molano, antiguo director del ICBF, afirme que los menores son máquinas de guerra, para justificar su sentencia de muerte, con el argumento miserable que los comandantes guerrilleros ingresaron siendo niños, demuestra que el Estado sentencia a los niños a muerte sin existir la pena de muerte, sin juicio.

La justificación del ministro es que los menores no estarían estudiando para el ICFES, los despoja de toda condición, bien sabe el ministro que estamos en pandemia, por lo que los menores no han asistido a la escuela y en las zonas rurales es limitada la educación, es una burla para justificar que la niñez no vale nada en un país como el colombiano.

Se olvida el ministro que muchos niños carecen de las condiciones mínimas para recibir clases, en los caseríos no hay servicios públicos, electricidad menos internet, que mucho de estos niños debieron abandonar sus hogares y emplearse en algún oficio, el Estado indolente prefiere masacrar menores que procurar proporcionarles sus derechos. Sin olvidar que el ejército también secuestra y viola menores, hace poco se conoció el caso de una menor de 11 años indígena.

Finalmente, si desde el Estado se plantea que un menor es una máquina de guerra, que futuro puede tener un niño.