La sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) concluyó la víspera sin una condena sobre Venezuela, lo que constituye hoy un logro de la diplomacia del país suramericano y un duro golpe para la oposición y sus aliados internacionales.
Tras una primera votación en la mañana, en la que los Estados miembros decidieron, por 20 votos a favor y 12 en contra, discutir el informe condenatorio presentado por el secretario general, Luis Almagro, el debate se diluyó hasta concluir con una mayor inclinación a la vía del diálogo para resolver la compleja situación venezolana.
La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, logró poner al descubierto en Washington, Estados Unidos, ciudad donde ocurrió la sesión, la componenda entre Almagro y representantes de la derecha venezolana para justificar el desprestigio del gobierno legítimamente electo e, incluso, la posibilidad de un golpe de Estado.
Los escenarios parecían oscuros para la representante del gobierno presidido por Nicolás Maduro; Almagro barajaba varias propuestas, como una expulsión del organismo internacional o el envío de una misión diplomática, anticipo de una intervención militar, a juicio de Caracas.
El pretexto utilizado fue una supuesta crisis humanitaria por falta de alimentos y medicinas, impugnada este jueves por Rodríguez durante su segunda intervención por constituir una mentira difundida por la oposición y los grandes medios de prensa.
Queda en el aire si este debate se retomará y, en caso de hacerse, cuándo sería, porque la sesión se levantó sin ningún anuncio al respecto.
Durante su intervención en esos debates, Rodríguez criticó que el informe "desconoce expresamente que hay un gobierno legítimo y constitucional en Venezuela y se parcializa con los sectores que quieren el derrocamiento del gobierno".
Ese documento coincide con las declaraciones en 2015 del jefe del Comando Sur norteamericano, general John Kelly, quien anunció una intervención si se presenta una coyuntura de crisis humanitaria, como dictamina el documento
Mientras tanto, el presidente de la Asamblea Nacional (AN) venezolana y principal líder opositor, Henry Ramos Allup, quien pidió ser escuchado por el cónclave, no pudo entrar y tuvo que conformarse con una rueda de prensa en un salón aledaño.
De acuerdo con las leyes del país, Ramos Allup violó las facultades permitidas a un jefe del Legislativo, pues la representación en la arena internacional corresponde únicamente al presidente de la República o uno de los ministros designados por él.
Para que Ramos Allup hubiera participado, un Estado miembro o el secretario general, debieron haber propuesto su intervención formalmente en el Consejo, que tendría que haber votado acto seguido si lo aprobaba por mayoría. Pero ningún embajador se atrevió a invitarlo, ni siquiera el de Estados Unidos.
A juicio de algunos analistas, la ambigüedad de la Casa Blanca sobre el caso venezolano pudo amedrentar al alto mando de la OEA, a los cabecillas de la oposición y a los gobiernos indispuestos con Caracas, para que no tomaran una postura de abierta confrontación en la asamblea.
Lo cierto es que a pesar de la prórroga del decreto donde el presidente Barack Obama califica a Venezuela como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, en una reunión del bloque hemisférico celebrada en República Dominicana la semana anterior apareció un nuevo matiz en la postura de Washington.
El secretario de Estado, John Kerry, llegó con un discurso conciliador, en el que pidió buenas relaciones con Caracas, celebró el diálogo entre la oposición y el Gobierno y comisionó a un subordinado para buscar el mejoramiento de relaciones entre ambos países.
El hombre elegido, el subsecretario de Estado Thomas Shannon, llegó a la capital venezolana el 22 de junio, se reunió con el presidente Nicolás Maduro y con algunos líderes de la derecha, como el gobernador del estado Miranda y jefe del partido Primero Justicia, Henrique Capriles.
De acuerdo con la opinión de analistas, este doble juego de la Casa Blanca, así como el fracaso en la OEA de lograr un consenso contra Venezuela, no significan el fin de las arremetidas, pero obligará a los enemigos del gobierno socialista a reconsiderar la táctica para enfrentarlo en la arena internacional.
Tomado: Prensa Latina