miércoles, 19 de julio de 2017

La decadente clase política colombiana



Uno de los elementos centrales de la política es la forma como se ejerce, no solo en el cumplimiento de las promesas de campaña; en algún tiempo se creyó que los políticos deberían ser ilustrados, ejemplo al interior de la sociedad, de buenas costumbres y con sentido óptimo de la honestidad. Es decir, que no se apropiaran de forma premeditada y en complot con otros, los dineros y los bienes del Estado. Pese a esto, los políticos, durante toda la vida republicana y como herencia de la corona, se han apropiado de los bienes del bien común, han hecho de la política el negocio más lucrativo agrandando sus fortunas, con todo los beneficios que da manejar las arcas del Estado, alcaldías, gobernaciones y lo que se desprende de estas funciones.

Por otro lado, está la forma como se accede al poder, en casi sino en todas las campañas, esta viene a ser la culminación de un delito de grandes proporciones, caso como los dineros de Odebrecht, son solo un tímido ejemplo, de lo que significa la política, sin contar con temas como la parapolítica, el proselitismo armado, compra y trasteo de votos. Sin olvidar, que el verdadero debate político de ideas, propuestas, con discursos de nación, han sido reemplazados por la mentira, la intriga, con una pobreza intelectual, pero con el apoyo de la prensa que resalta el comportamiento de estos prohombres.  

Pero que hace de importante acceder a un cargo público, aparte de buscar el bienestar como sociedad o país. Los beneficios que trae firmar contratos con multinacionales, vender activos de la nación, pactar acuerdos con consorcios de todo tipo, firmar contratos en desventaja con la nación pero con grandes beneficios para quien realizó el negocio. En pocas palabras un político llega a ejercer su oficio con un capital al finalizar su mandato sale con otros muy elevado, casos como este existen muchos.

En este mismo escenario, están los políticos que saltan de un lugar a otro con tal de buscar socios, con los cuales hacer mejores negocios, por ello, no se distinguen si ese político pertenece a los liberales o conservadores, los cuales vienen a ser los mismos, con el mismo proyecto político, pactando acuerdos por debajo de la mesa.

En este escenario se encuentran Uribe-Santos políticos corruptos que han pertenecido a la misma contienda electoral, que a veces plantean distancia entre sus proyectos políticos, para crear en el imaginario que son contendores. Fue esta estrategia la que esta dupla utilizó en el Acuerdo de Paz, por un lado Santos firmó un acuerdo, que resultó ser la zancadilla a la insurgencia con la refrendación en el plebiscito, lo desmanteló lo que podía ser un avance en política social.

Es decir, pasar de la década de los 50 a los 60, este es el atraso en el que ha permanecido el país, mientras en la región todos los países han avanzado, siendo capitalistas neoliberales. El país continúa disputando el primer puesto a Haití y Angola  en equidad, distribución del ingreso, pobreza absoluta y muertes por desnutrición. Si bien, el acuerdo no venía a ser ese gran tratado social entre pobres y ricos, podía lograr una inclusión para vastos sectores olvidados y reprimidos por el Estado.

Pese a que la derecha logró torcer y sigue torciendo el Acuerdo y con las decisiones de la Corte desmantelar lo que queda, en otras palabras viene haciendo lo que un político inescrupulosos dijo hacer trizas ese maldito papel. Llama la atención el pronunciamiento del nobel de paz, sobre que no le gusto el Acuerdo, en momento de agitación pre electoral.

Sin duda, Santos se está desmarcando de los acuerdos, para desde allí iniciar a perfilar su candidato, con ello seguir ralentizando la implementación, no solo en cumplimiento a las amnistías para los insurgentes, quienes llevan más de 6 meses esperando que un juez firme la salida. En este proceso, que es parte de lo acordado queda en evidencia, la jugada sucia de la rama judicial frente a lo acordado y que es su función. Esto sin contar el incumplimiento que el gobierno ha hecho en la adecuación de las zonas veredales, con la presencia del Estado y la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil.

A mi juicio el proceso de paz no se firmó para que le guste ni al gobierno ni a la insurgencia, sino para transformar el Estado y la sociedad haciendo un país incluyente con desarrollo y progreso para todos, a Santos no le gusto porque en sus cálculos estadísticos estaba la derrota a la insurgencia, sin mediación posible, negarle la participación política y que nunca se evidencie los crímenes de la clase política ni de empresarios y multinacionales, beneficiados y auspiciadores de la guerra.

Para Santos o cualquier político un proceso de paz exitoso, es aquel donde se firmara un pacto social parecido al Frente Nacional, donde solo una élite corrupta y decadente pudiera dirigir los destinos del país, con la creación de un campo de concentración para los insurgentes, donde el tiempo sea el encargado de olvidarlos.


Finalmente mientras en Colombia no se cambie la clase política seguirán existiendo conflictos sociales con el agravante que se pueden convertir en armados.