Octubre 12 de 2020. Primer día de una semana de mucho ajetreo político para un presidente enfermo con la COVID-19. Donald Trump comienza un verdadero maratón en una desesperada búsqueda de votos para su ansiada reelección en la Casa Blanca.
Preguntas van y vienen: ¿Es verdad que tuvo la COVID-19? ¿Será un recurso mediático más de sus acostumbrados shows? ¿Son tan irresponsables, él y quienes lo siguen, como para incumplir las normas sanitarias y contagiar a otras personas?
Responder cada interrogante no pasa por mi lógica para abordar un tema tan complicado a tres semanas de las elecciones del 3 de noviembre.
Pero sí me propongo llevar a los lectores algunas de las más recientes actuaciones del mandatario.
¿Qué dijo este domingo, aun sin cumplir la cuarentena, luego de haber dado positivo a la prueba de la COVID-19?: «Parece que soy inmune, no sé, tal vez durante mucho tiempo, tal vez poco tiempo, tal vez de por vida. Nadie lo sabe realmente, pero soy inmune».
Y continuó: «Tienen un presidente que es inmune (...). Hoy tienen un presidente que no necesita esconderse en su sótano como su oponente», agregó en referencia a Biden.
Todo esto, antes de iniciar un maratón electoral por tres estados claves en su afán por los votos: Florida, Pensilvania e Iowa.
Trump lleva solo diez días luego de que las pruebas dieran positivo al coronavirus. Recordemos que los protocolos sanitarios al respecto señalan que «hacer cuarentena significa que alguien que podría haberse expuesto al virus, pero que no presenta síntomas, se tiene que quedar en casa». Esto se debe a que podría estar infectado y contagiar a otras personas, aunque se sienta bien.
La cuarentena debe ser durante 14 días, luego repetirse la prueba y de dar negativo, debe mantener las medidas de distanciamiento social (que Trump no ha cumplido), mantenerse en casa (es decir en la Casa Blanca), no asistir a actos públicos y usar la mascarilla de manera permanente, entre otras medidas.
El mandatario, luego de su muy mediático contagio e ingreso hospitalario –donde solo estuvo tres días– emprendió lo que tenía previsto: hacer de su enfermedad un show mediático y de su posible cura, un arma electoral, cuando se refirió a las «maravillas del sistema de salud y los medicamentos de su país».
Se olvidó de las lejías y desinfectantes que tanto recomendó a otros como cura.
Cuando él se contagió se olvidó de esos productos de limpieza y ha acudido a los tratamientos más novedosos en uno de los mejores hospitales, el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed, describe el diario The New York Times.
Allí, según la fuente, hacia donde viajó en helicóptero, además de varias pruebas de coronavirus, recibió oxígeno, esteroides y un tratamiento experimental con anticuerpos.
Para cualquiera que no sea el presidente, esos tres días costarían más de 100 000 dólares, de acuerdo con las tarifas del sistema de salud estadounidense.
Una situación que, en el país con más contagiados en el mundo, con casi ocho millones y unas 213 000 muertes, y donde más de medio millón de personas han estado ingresadas en hospitales, muchos de los que sobreviven reciben facturas de hasta 400 000 dólares por los tratamientos, según el propio diario.
Para Donald Trump, nada de esto parece importarle y ha optado por lo que más añora en su vida: hacerlo todo, al precio que sea necesario, incluso el de contagiarse él y contagiar a los demás durante sus actos electorales, por tal de ganar las elecciones del ya cercano 3 de noviembre.
Tomado: Granma