No piense nadie que a Donald Trump se le había quedado la ética en la Casa Blanca durante el primer debate televisivo con su contrincante Joe Biden, porque en realidad no la tiene, aunque le puedan sobrar unos cuantos millones de dólares, como primer «mérito» de quien se proponga ocupar esa silla presidencial.
El encuentro de la noche del martes tuvo muchas carencias, me atrevería a asegurar que, entre las más importantes, estuvo la de un comportamiento, al menos adecuado, para quien es presidente de un país o pretende serlo.
El show exhibió a un Trump, que según The New York Times, «desde la campanada de apertura, salió como un atacante, al hablar por encima de Biden en lo que parecía ser casi un desastre premeditado: arrastrar a un concurso de lanzamiento de lodo al exvicepresidente, quien se ha presentado como un estadista que promete restaurar el alma de Estados Unidos».
Cuando se observan estos bochornosos mecanismos para captar votos, nos damos cuenta de cómo esa sociedad y su gobierno padecen de una enfermedad grave, tal como lo representan Trump, Pompeo y otros personeros, con sus anuncios diarios que lo mismo persiguen cada acción legal que haga Cuba en sus relaciones económicas y financieras internacionales, que arremete contra los médicos cubanos que cumplen la más digna de las misiones de solidaridad, bloquean y roban patrimonio venezolano en bancos extranjeros, o declaran una verdadera guerra contra China, país al que culpan de la dramática situación que vive Estados Unidos por el mal manejo de Trump en relación con la pandemia.
Lo inconcebible es que este señor pueda ser presidente y, además, quiera reelegirse.
El mismo gobernante repulsivo y egocéntrico, que propició un supuesto diálogo en el que no dejaba hablar a Biden, o arremetía contra el moderador, Chris Wallace, un día antes estaba en la picota pública por el fraude de no declarar ni pagar todos los impuestos en los últimos 20 años, tal y como muestra una larga investigación del citado diario.
Para algunos especialistas, no hubo vencedor en el debate y advierten que Trump desató el caos, y al hacerlo no solo mostró una ferocidad y una desesperación inusitadas en un encuentro de esta naturaleza, sino que, tras decir un caudal de mentiras, insultos y distorsiones, se mostró incapaz de responder a la altura sobre cuestiones imprescindibles para la nación estadounidense, según reportes de Yahoo Noticias.
En cuanto a Biden, tampoco sobresalió por sus explicaciones, y está por verse si fueron efectivos sus mensajes y sus respuestas a un adversario desenfrenado.
Incluso, en algunas oportunidades, optó por dirigirse al público y no sentirse aludido por la arremetida de Trump, generalmente vulgar y sin ética.
Según el Times, la visceral aversión de Biden hacia Trump también estalló a través de la pantalla. Le dijo que se callara. Lo llamó payaso y mentiroso. Lo etiquetó como racista. «Eres el peor presidente que ha tenido Estados Unidos», expresó en un momento dado.
El demócrata dirigió sus dardos contra el pésimo manejo de la pandemia por parte de Trump, la consiguiente recesión económica y todos los demás componentes que se avecinan, entre otros.
El mandatario llegó más lejos, cuando más tarde, se rehusó a decir que acataría los resultados de las elecciones y se negó a indicarles a sus seguidores que mantuvieran la calma y evitaran los disturbios civiles.
En fin, fue el primer debate televisivo anterior a las elecciones del 3 de noviembre entre los principales contendientes. El mes que comienza hoy, seguramente, dejará ver otros «encuentros extravagantes» o shows de mala factura, como el escenificado este martes, tras el cual, a propósito del caricaturesco desorden protagonizado, provocó que la comisión encargada de los debates presidenciales en Estados Unidos anunciara que hará cambios en el formato para las sesiones restantes, a fin de «asegurar una discusión más ordenada de los temas».
Tomado: Granma