El pasado 11 de julio, Cuba vivió un acontecimiento casi inédito en la historia reciente de la Revolución: sucedieron manifestaciones masivas en localidades de varias provincias del país.
Varios factores crearon el escenario propicio para el estallido de las protestas. En primer lugar, la crisis económica agravada por la coyuntura mundial que pulsó la pandemia del covid-19 recrudeció el genocida bloqueo económico, financiero y comercial impuesto hace 62 años por el gobierno de Estados Unidos contra la mayor de las Antillas.
La pandemia en Cuba, al igual que en la mayoría de los países del mundo, provocó la interrupción de operaciones aéreas comerciales y, por consiguiente, la caída estrepitosa del turismo (segundo renglón económico de entrada de divisas al país).
Unido a ello, se intensificó el embargo económico de la administración norteamericana. Durante el gobierno del expresidente Donald Trump se dictaron un total de 243 medidas dirigidas a asfixiar la economía cubana. De ellas, unas 50 fueron emitidas en el año 2020.
El bloqueo en tiempos de pandemia
En la práctica, estas medidas se materializaron en persecución de las finanzas cubanas, con acciones de todo tipo (desde amenazas hasta multas millonarias) para impedir que bancos extranjeros realicen operaciones monetarias con la isla, lo cual se traduce en dificultades para pagar y adquirir en el mercado mundial bienes imprescindibles para la población y para el desarrollo de los procesos productivos internos.
También se ha manifestado en la persecución de embarcaciones que transportan combustible hacia Cuba, lo que ha provocado periodos de crisis energética, con interrupciones del servicio eléctrico y disminución del transporte público.
Igualmente, los efectos del recrudecimiento del bloqueo han impedido la llegada de cargamentos de ayuda humanitaria a Cuba para enfrentar la pandemia. La suspensión del envío de remesas desde el exterior; la obligación de tener que adquirir los productos en mercados lejanos y a mayores costos, entre otras limitaciones que, junto a las deficiencias internas de la gestión gubernamental, reconocidas públicamente por los dirigentes del país, han sumergido a la nación en una grave situación económica que impacta directamente en la vida de sus habitantes.
Esta coyuntura se expresa hace más de un año en desabastecimiento y escasez de insumos y artículos de primera necesidad, como alimentos, medicamentos y productos de aseo; grandes filas para adquirir lo poco que llega a la red de comercio; precios muy elevados en el mercado negro que laceran la capacidad monetaria de las personas; apertura de tiendas comercializadoras en moneda libremente convertible (dólar estadounidense, euro, libra esterlina, etcétera), una medida necesaria por la baja disponibilidad de divisas en los bancos cubanos, pero desagradable para la población, pues en los centros laborales no se paga con esas monedas y la adquisición de las mismas en el mercado negro se ha incrementado a razón del valor de cambio con el peso cubano.
Crisis energética y colapso sanitario
A la situación de escasez y de transmisión de la pandemia se sumaron los cortes prolongados del servicio eléctrico en casi todo el territorio, debido a roturas y sobrecargas en el sistema nacional. Estas interrupciones en varias localidades no fueron debidamente informadas y explicadas por las autoridades y, en algunos casos, se produjeron sin una programación ordenada, lo cual llevó a algunos municipios a estar más de 12 horas del día sin el servicio.
Por último, a las tensiones ya latentes se unió el agravamiento de la transmisión del covid-19. Desde enero de 2021, Cuba empezó a experimentar un crecimiento sin precedentes en el número diario de casos positivos, tendencia que se mantuvo y que en los primeros días de julio alcanzó cifras de 6.000 contagios, que provocaron el colapso sanitario, especialmente en la provincia de Matanzas.
Mientras todo esto transcurría en el complejo contexto cubano, desde hace tiempo atrás se venían gestando planes subversivos, ejecutados fundamentalmente por grupos, organizaciones y personas residentes en la isla que son opositoras al Gobierno revolucionario, y financiados por entidades estadounidenses, con el apoyo incondicional de la administración de ese país y de la mafia anticubana radicada en la Florida.
Estas acciones –dirigidas claramente a provocar un estallido social en Cuba, derrocar al gobierno y restaurar el sistema capitalista– han estado representadas en la gran campaña mediática, orquestada tanto en las redes sociales como en los llamados medios de comunicación alternativos; en sabotajes y hechos vandálicos cometidos contra la infraestructura pública; y en provocaciones e incitación al caos y la violencia.
El 11 de julio
En la mañana del 11 de julio estallaron las primeras manifestaciones en el poblado de San Antonio de los Baños, perteneciente a la provincia de Artemisa, y cercano a los límites de La Habana, capital de Cuba. Allí la población salió a la calle expresando su descontento debido a las prolongadas interrupciones del servicio eléctrico y la escasez de alimentos y medicamentos.
Seguidamente, y durante la jornada, se sumaron a las protestas localidades y municipios de las provincias Pinar del Río, en la propia Artemisa, Mayabeque, La Habana, Isla de la Juventud, Matanzas, Villa Clara, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo. De acuerdo con los reportes oficiales, de las 15 provincias de la Isla, solo en Sancti Spíritus y Las Tunas no se registraron manifestaciones.
En respuesta a los hechos, el Presidente de la República de Cuba, y también Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, se presentó en San Antonio de los Baños, para atender directamente los reclamos de los habitantes.
Posteriormente, en mensaje al pueblo transmitido en cadena nacional, declaró: “En San Antonio de los Baños, un grupo de personas se concentró en uno de los parques más céntricos de la ciudad para protestar y reclamar. ¿Quiénes eran esas personas? los componían personas de pueblo que están viviendo parte de las carencias y dificultades, lo hicieron personas revolucionarias que pueden estar confundidas y que puede que no tengan todos los argumentos o que estaban expresando sus insatisfacciones”.
Sin embargo, el mandatario denunció, a través de la comparecencia televisiva, la presencia de un grupo que no protestaba en sí por las carencias, sino que buscaban un estallido popular a niveles mayores.
Como respuesta a esos grupos que estaban incitando disturbios, Díaz-Canel convocó a todos los revolucionarios a “salir a las calles a defender la Revolución en todos los lugares”, un llamado que ha generado polémica, en algunos casos, y oportunismo en otros para culpar al Presidente cubano de confrontar al pueblo.
Noticias falsas y manipulación mediática
Pero lo cierto es que el domingo 11 de julio, independientemente de los propósitos de los que salieron a manifestarse, se mostraron en las calles dos modalidades de protestas: la pacífica y la violenta. Esta última generó actos vandálicos de saqueo y robo en centros comerciales; daño a la infraestructura pública (ataques con piedras y otros objetos a instituciones y vehículos); empleo de la violencia física para agredir a las fuerzas policiales y a la propia población, lo cual provocó heridos y lesionados.
Por solo citar un ejemplo, en el municipio de Cárdenas, provincia de Matanzas, atacaron con piedras un Hospital Pediátrico, destinado al ingreso de infantes con la COVID-19; un hecho ampliamente repudiado que puso en peligro la vida de las personas que se encontraban dentro de la institución médica.
Por su parte, la población defensora del proceso revolucionario cubano y opuesta a cualquier intento de caos acudió al llamado del presidente Díaz-Canel y salió a defender las calles y a denunciar el uso de la violencia.
Mientras esto ocurría en la Isla, en las redes sociales se gestaba una gran campaña de manipulaciones con imágenes falsas o fuera de contexto, fake news, y llamados a continuar con la violencia en las calles y a que Estados Unidos interviniera militarmente en Cuba.
El panorama en Cuba, en estos momentos, se mantiene tranquilo, aunque tenso, por tratarse de hechos inusuales a los cuales la población no está acostumbrada. Quedan muchas sombras en torno a lo ocurrido el 11 de julio que están por esclarecerse, como son los verdaderos orígenes de las manifestaciones; o la implicación, casi segura, de los Estados Unidos en los sucesos, en su empeño por revertir y destruir el socialismo cubano.
Publicado en Semanario Voz
Tomado: Prensa Rural