Un grupo de ex soldados israelíes que actuaron en los territorios ocupados palestinos denunciaron ayer que el ejército hostiga regularmente a niños palestinos, incluso en períodos de relativa calma. La organización Romper el Silencio, que aglutina a ex soldados israelíes, publicó al menos 30 testimonios de militares, muchos de ellos anónimos, en los que se indica que se actúa con violencia de modo rutinario contra niños en Cisjordania. Se trata de denuncias relativas al período comprendido entre 2005 y 2011, una época de relativa calma, tras la segunda Intifada. Un ex sargento relata, por ejemplo, una operación de represalias en un barrio cerca de Ramalá, en Cisjordania, tras enfrentamientos con palestinos.
“Decenas de soldados con porras golpearon a la gente. Y los niños que quedaron en el piso fueron detenidos. Las órdenes eran correr y hacer caer a la gente al suelo. Al que no corría lo suficientemente rápido, se lo golpeaba, era la regla”, cuenta.
Otro testimonio habla sobre una operación en el pueblo de Azun, también en Cisjordania. En esa oportunidad, los soldados se cruzaron con un grupo de niños de nueve o diez años que se refugiaron en un balcón. El comandante de la unidad lanzó una granada incapacitante para obligarlos a bajar. Luego atrapó a uno de los niños y le puso su arma en la sien.
“El niño estaba aterrorizado, seguro de que lo iban a matar. Suplicó que le salvaran la vida”, recordó el soldado. “Es algo que deja huellas para siempre”, lamentó la misma fuente. El ejército israelí estimó que el documento era impreciso para abrir una investigación. El diario El País de España publicó ayer la denuncia contras las fuerzas de seguridad israelíes. En un testimonio de su edición de ayer menciona al joven D. quien pasó, como la mayoría de los israelíes, tres años en el Ejército. A diferencia del resto, llegó un momento en el que decidió desertar porque no le gustaba lo que veía ni lo que se veía obligado hacer. Pasó por la cárcel y ahora se plantea dejar por escrito las experiencias que lo marcaron como soldado y que no se puede quitar de la cabeza.
Sentado en una cafetería de Jerusalén, D. pone en palabras sus traumas. “Entramos en un pueblo. Tomamos la escuela y detuvimos a todos los hombres de entre 14 y 50 años porque nos habían dicho que gente del pueblo había tirado piedras. Eran las tres de la mañana. Los soldados llegaban con decenas de detenidos, esposados y con los ojos vendados. Uno detrás de otro. Formaban un tren. Estaban aterrorizados. Unos lloraban. Otros se hacían pis. Los soldados los zarandeaban y les tiraban de las orejas. Luego los sentaron durante horas y los interrogaron. Las esposas de plástico les cortaban la circulación”, comenta. Y prosigue: “Me tocó escoltar con otro soldado a un detenido de unos 14 años al baño. El oficial miró para atrás y al ver que no había testigos le dio un puñetazo al chico y lo tiro al suelo, que estaba lleno de mierda”.
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