Al parecer en esta ocasión el libreto del montaje, burdo por lo demás, empezó a caerse más rápido de lo que se esperaba. Las primeras dudas sobre las versiones del Ejército, de la víctima y de la dictadura mediática empezaron a salir a flote. Como lo había analizado Notimundo en la edición del pasado domingo, el caso del campesino a quién, según el Ejército, las FARC torturaron, laceraron las manos y le cosieron la boca con alambre, por negarse a atentar con un ‘burro bomba’ contra los uniformados, no podía sostenerse por el peso de sus contradicciones.
El modus operandi de la guerra sucia mediática de la dupla Ejército-medios, en el caso de Caloto, Cauca, es igual a muchos otros, especialmente en el recordado caso del collar bomba, en el que asesinaron a una mujer en el año 2000 en Chiquinquirá, Boyacá. Casos de extrema crueldad para culpar a la insurgencia.
Ayer se supo que la comunidad de El Palo, municipio de Caloto, solicitó una audiencia pública para esclarecer el caso del “campesino torturado por las FARC”, ya que tanto la versión del Ejército, como la del labriego, están llenas de inconsistencias y generan muchas dudas.
Los lugareños sostienen que las afirmaciones del campesino Luis Eider Dagua presentan una serie de inconsistencias y es contradictoria a la versión entregada por las autoridades castrenses.
La comunidad denunció además que la víctima desde hace dos años no vive en la región, sino en el vecino país del Ecuador.
Los pobladores ya habían advertido el sábado pasado un detalle muy importante y es que el lugar donde los supuestos guerrilleros de civil torturaron al labriego es un sitio altamente militarizado y sólo dista 200 metros de un puesto militar y hay varios retenes del Ejército.
Otro hecho que aporta la comunidad es que en el área no hay burros, es decir fue un montaje mal elaborado.
Según familiares de la víctima en declaraciones dada a varios medios, en la tarde del 24 de febrero, Luis Eider estaba con su hermana y un sobrino cerca del río. En el momento en que se retiró para hacer sus necesidades fisiológicas fue cuando los tres sujetos de civil lo torturaron.
En base a lo anterior cabe preguntarse: ¿Los militares presionaron al campesino para que diera esas versiones llenas de contradicciones? ¿Por qué también son contradictorias las versiones del ejército?
¿Hay algún hilo conductor entre los tres atacantes y los militares? ¿Qué se quiere ocultar? ¿Es un burdo montaje, como en el caso del ‘collar bomba’, para desprestigiar a la guerrilla poniendo en práctica la guerra sucia mediática?
El tiempo y las investigaciones se encargarán de resolver esas inquietudes, como sucedió en el caso del ’collar bomba’.
Por Camilo Raigozo
Tomado Agencia Prensa Rural