El día de ayer la ciudad de Bogotá vivió una protesta de un sector considerable de la población de la ciudad que considera que el sistema de transporte masivo denominado Transmilenio está colapsado, presta un pésimo servicio y su pasaje es demasiado costoso para la mayoría de sus usuarios. Un usuario promedio gasta por lo menos el 15 de sus ingresos mensuales en el pago de este tipo de transporte. El problema se magnifica para los que no tienen ingresos, como ocurre con los estudiantes.
La protestas se venían acumulando durante los últimos años, los habitantes de Bogotá son cada día más y el problema de transporte público y de movilidad de la ciudad sigue irresuelto. La indignación frente al problema creciente es generalizada.
Las causas del problema aparentemente están claras y las soluciones estructurales también. El Distrito ha gastado miles de millones en estudios para diagnosticar el problema y proponer las soluciones. Llama la atención que se suceden los gobiernos nacionales y distritales y nada cambia. Es obvio que hay un pequeño grupo de beneficiarios del problema que se lucran del drama diario de los bogotanos. Una élite del poder político y económico a la que no le conviene ninguna solución.
El alcalde "confundido" se ha empeñado en concentrar la atención en los disturbios con un tratamiento inapropiado, sin hablar de soluciones. Antes de que se iniciaran las protestas ya había señalado a los supuestos conspiradores contra su administración, a los indignados los denominó "vándalos", los reprimió con la subsiguiente respuesta violenta, con el resultado previsible de destrozos, detenidos y heridos.
Como en cualquier película mala de los Uribeños, el alcalde se dirigió durante todo el día por Twitter a la clase media y al voto de opinión de la ciudad, sus seguidores mediáticos, para alentarlos con sus improvisadas medidas de represión y contingencia, ofreció recompensas por los "vándalos" y trinó victorias desde las esquinas oscurecidas, por los gases, de la Avenida Caracas.
De la jornada de ayer queda la oportunidad, es necesario construir una propuesta que sin dilaciones solucione el transporte público y la movilidad de Bogotá. Un escenario donde los ciudadanos participen de la solución y la impongan a una minoría que se resiste a que la inversión pública, finalmente, beneficie a la mayorías de la ciudad.
Metro, trolebuses, tranvías, trenes de cercanías, transmilenio, ciclovías, andenes, centro peatonal hacen parte de la única solución. La solución se construye con poder político y respaldo ciudadano. Este alcalde que se precia de listo y que dice siempre tener pruebas contra todas las irregularidades debe salirse de su ego y aprovechar la oportunidad que se le presenta.
Finalmente, Alcalde, Bogotá no es una ciudad de "vándalos", esas personas a las que usted señala son los trabajadores, los estudiantes de las barriadas populares, son gente hastiada de un problema. Son habitantes de una ciudad, sin embargo, progresista que ha elegido "gobiernos de izquierda" durante los últimos años. Una izquierda que en Bogotá ha cometido los mismos errores que sus antagonistas. Los "vándalos" son realmente el pueblo que ha visto frustradas sus esperanzas.
Por Cesar Jerez
Tomado: Agencia Prensa Rural