El Protocolo de Palermo, documento de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, define la trata de personas como cualquier relación de autoridad y sumisión entre dos personas, con fines de explotación (prostitución ajena, explotación sexual, trabajos forzados, esclavitud, servidumbre, extracción de órganos). Esta violación de derechos humanos puede tomar muchas formas particulares, entre ellas cualquier tipo de traslado de personas basado en amenazas, engaños o abusos de poder.
De acuerdo con el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) de los más de 30 000 menores que son víctimas de trata para explotación sexual, ocho de cada diez tiene menos de 14 años de edad. En cuanto a los que son forzados a hacer otro tipo de trabajos, hay 3,6 millones menores de 17 años.
La esclavitud y la extracción de órganos son crímenes ligados a la trata de personas en México, donde se ha visto un incremento en lo que va de 2019.
Según cifras proporcionadas por la Procuraduría General de la República (PGR), México es el segundo país en proveer víctimas de trata a Estados Unidos y ocupa el primer lugar como consumidor de personas en situación de Trata con cualquier fin (traslado, explotación, servidumbre, etc.).
El norte de México es el escenario donde miles de migrantes que intentan llegar, al «sueño americano» caen en manos de los traficantes inescrupulosos, personas que han perdido toda sensibilidad humana. Sudamericanos, centroamericanos, caribeños –incluidos los cubanos-, han sido víctimas de las mafias que operan este «negocio».
Ana Isabel Treviño Morales es el nombre de la mujer que fundó uno de los carteles más sanguinarios de México, se trata del Cártel del Noreste (CDN).
Para lograrlo, primero tuvo que desertar de las filas de otra organización criminal, «Los Zetas», cuyos jefes eran sus hermanos, Miguel Ángel, alias «Z-40», y Omar, «Z-42».
Luego del arresto, en 2013, del «Z-40», y dos años más tarde del «Z-42», Ana Isabel y su sobrino, José Francisco «Kiko» Treviño Chávez, fundaron el CDN, que tiene como centro de operaciones el estado de Tamaulipas, territorio donde crecieron «Los Zetas».
Ella fue una pieza fundamental para que la organización criminal se apoderara del estado de Nuevo León, pero aunque la venta y distribución de droga forma parte del negocio, lo que en realidad los hizo «grandes» fue el secuestro y la trata de personas.
Algunos de sus centros de operaciones estaban en el estado fronterizo y desde bares como los renombrados Terraza y Rumba se organizaban secuestros, robos y extorsiones.
Ana Isabel Treviño controlaba diversas actividades vinculadas con la trata de personas, el contrabando, la extorsión, el secuestro, las desapariciones forzadas y los homicidios.
No pocos migrantes han sido presa de esta organización y otras similares; ella y otra delincuente, apodada la «güera», «ayudaron» a no pocos migrantes a cruzar la frontera. Al menos eso les prometían a sus víctimas, que muchas veces eran vendidas a otros carteles o a las redes de prostitución, o sometidas a esclavitud laboral, o usadas en el floreciente negocio del tráfico de órganos.
Los perpetradores involucrados en reclutar a «ingenuos migrantes», a los que prometen un futuro brillante, son vulgares y crueles delincuentes.
El añorado «sueño americano» se convierte en el infierno de quienes, en el mejor de los casos, terminan siendo objeto de extorsión, ellos o sus familias.
Tomado: Granma