En Brasilia, Porto Alegre y San Pablo ya habían sido denunciados ataques, en algunos casos brutales, contra quienes repudiaban al gobierno post impeachment. Desde China, donde participaba de la cumbre del G-20, Temer había desdeñado los actos en su contra.
El Partido de los Trabajadores anunció que denunciará ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la violencia de la Policía Militarizada contra decenas de miles de manifestantes que exigieron la salida de Michel Temer de la presidencia y la convocatoria a elecciones “Directas Ya”.
Debido a la omisión de la Fiscalía brasileña ante los ataques policiales ocurridos en la noche del domingo contra manifestantes y reporteros, el PT llevará el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
“El accionar represivo parece ser algo orquestado por el gobierno de Temer, no podemos aceptar esta escalada autoritaria” declaró el senador petista Lindbergh Farias durante una rueda de prensa realizada ayer en el Sindicato de Periodistas de San Pablo.
Medios locales y en especial los extranjeros registraron las agresiones y detenciones arbitrarias perpetradas por la Policía Militarizada de San Pablo contra los indignados.
Un periodista de la BBC contó la paliza que le propinaron los miembros del Batallón de Choque policial. “Recibí golpes en mi mano, en mi pecho, en el brazo, cuando la policía se acercó grité que era de la prensa, y ellos nos dijeron ‘salgan, basuras’”, denunció Felipe Souza, del servicio de la BBC en portugués.
Souza estaba equipado para cubrir situaciones de violencia urbana con casco y chaleco antibalas durante la concentración que se inició en la Avenida Paulista, centro de la ciudad, y concluyó en el Largo da Batata, en la región oeste.
Los periodistas se han convertido en blancos “de la policía porque no quieren que se registre la violencia desmedida” que busca intimidar a la población, sostuvo Paulo Zocchi, del Sindicato de Prensa.
Unos cien mil manifestantes participaron en esa concentración del domingo, que fue la marcha más concurrida desde que Temer asumió la presidencia, tras la destitución de Dilma Rousseff, ocurrida el miércoles pasado después de tres meses de juicio político en el Senado.
En otros actos realizados precisamente aquel miércoles en Brasilia, Porto Alegre y San Pablo ya se habían observado ataques, en algunos casos brutales, contra quienes repudiaban al gobierno post democrático.
La semana pasada una bala de goma policial le vació el ojo izquierdo a la estudiante Débora Fabri, de 19 años. “Una chica quedó ciega y si esto continúa así en algún momento alguien puede morir. Esto no puede ser consentido, el terrorismo de Estado es algo gravísimo, es así como comienzan las dictaduras” dijo Dilma el viernes ante corresponsales, entre ellos el de Página/12.
Zapatos con taco
Temer no da pie con bola: viajó a la cumbre del Grupo de los 20 en China con el propósito de hacer creer a la comunidad internacional que la ex democracia brasileña es un régimen donde impera la “institucionalidad”.
Era tanta la prisa por estar en la reunión de los presidentes más importantes que el miércoles pasado, tras la caída de Dilma, juró a las corridas en el Congreso en una ceremonia de 9 minutos sin discurso, y dos horas más tarde ya estaba volando hacia China.
Un aliado de Temer, el senador Aécio Neves, respaldó el viaje de apuro pues se impone “desconstruir ante el mundo la narrativa del PT que dice que en Brasil hubo golpe”.
Junto con el reconocimiento de la comunidad internacional, el objetivo último de Temer era ser saludado y tomarse una foto junto a Barack Obama, de quien había recibido varios gestos de respaldo a través de manifestaciones del Departamento de Estado y el vocero de la Casa Blanca. Pero no tuvo suerte.
Ayer emprendió el retorno hacia Brasilia sin haber estrechado la mano de Obama, de quien tampoco recibió una declaración de apoyo, que sí la tuvieron otros mandatarios de países tercermunistas como India y Argentina. Su paso por Shanghai y Hangzhou estuvo marcado por la crisis política post impeachment y los actos de protesta, tema recurrente en sus encuentros con los enviados de la prensa brasileña.
Luego de haber declarado el fin de semana que lo tenían sin cuidado las movilizaciones de “unos 40” militantes impotentes que se oponen a su gestión, ayer tuvo que retractarse frente a la multitud reunida el domingo en San Pablo.
Lo hizo a través de su ministro de Hacienda, Henrique Meirelles. “Fue una manifestación razonable, con un número muy sustancial, cien mil personas es un número sustancial” reconoció el ministro, aunque citó que en las últimas concentraciones que exigieron la salida de Dilma hubo “un millón de personas”. El funcionario sostuvo que la realización de actos contra el gobierno demuestra que en Brasil se respeta el derecho de protesta y la democracia.
En medio de la cumbre del G20, Temer sorprendió a la prensa cuando fue a comprar un par de zapatos chinos, lo que fue criticado por Heitor Klein, titular de la Asociación Brasileña de la Industria del Calzado, dado que las ventas y la producción se vinieron a pique por al dumping oriental.
La imagen de Temer en una zapatería de Hangzhou fue ironizada por el humorista Macaco Simao. “¿Habrá ido a comprar zapatos de taco para alcanzar a su esposa (la joven y bonita Marcela Tedeschi), que le lleva media cabeza?”, se burló Simao, en su columna de humor radial.
El gobernante es aguardado este martes en Brasilia, donde presidirá el desfile del Día de la Independencia, en un palco al que ayer se le realizaban los últimos retoques. Le espera otro dolor de cabeza: cerca de la tarima donde verá pasar a los soldados ayer acamparon cientos de campesinos sin tierra que exigen elecciones “Directas Ya”.
Tomado: Pagina/12