jueves, 24 de noviembre de 2016

Los fantasmas que salieron a la luz con Trump


“Hail Trump!, Hail nuestra gente!, Hail nuestra victoria!” Richard Spencer, uno de los pocos referentes visibles del nuevo movimiento de extrema derecha en Estados Unidos concluyó con esa evocación germanófila un discurso que dio el fin de semana pasado en Washington DC. Unas doscientas personas, en su mayoría varones, blancos, vestidos con trajes costosos y peinados militares, celebraron aplaudiendo y algunos levantaron su brazo derecho imitando el saludo nazi. Desde el triunfo de Donald Trump, el alt-right o derecha alternativa, este espacio político no orgánico, nacido y criado al calor de las redes sociales, que repudia tanto al progresismo liberal como al conservadurismo religioso tradicional, pasó a los primeros planos, y obligó al presidente electo a tomar distancia públicamente de uno de los grupos que más fuertemente lo apoyó durante la campaña. Quiénes son exactamente estos nuevos abanderados de las consignas más reaccionarias y cuál será su peso real en la política norteamericana en los próximos años es la pregunta que hoy atraviesa los medios mainstream, desde los más liberales hasta los más conservadores.

Más una etiqueta que un movimiento político uniforme, el alt-right engloba a un nuevo tipo de simpatizante de ultraderecha blanco, de clase media alta o alta, con educación superior, agnóstico o ateo, más vinculado a los movimientos de ultraderecha europeos que a la tradición supremacista americana. El término fue acuñado en 2008 por Spencer, director del think tank National Policy Institute, que lo definió como un “paraguas amplio” que reúne a los simpatizantes de varias ideologías diferentes de extrema derecha con factor común en el supremacismo racial blanco y la necesidad de preservar “la identidad occidental” desde una perspectiva moderna y cientificista a diferencia de la aproximación religiosa a esas ideas que practican grupos ultraconservadores más tradicionales.

No tienen tampoco una estructura política organizada: no se trata de un partido ni de una agrupación sino que son una nebulosa de pequeños espacios e individuos sueltos que se apropiaron de la etiqueta y la usan para reconocerse y darse a conocer. Más aún: aunque existen think tanks y ONGs que hacen lobby para el alt-right ante el establishment político que luego aborrecen, la mayoría de sus actividades tienen lugar en la virtualidad de Internet y muchas veces enmascaradas en el anonimato que el medio propicia. Foros virtuales como 4chan, medios de comunicación online como Breitbart News y las redes sociales, especialmente Twitter, funcionan como ágoras virtuales para esta nueva ultraderecha con formación universitaria, teléfono de último modelo y nostalgia por las raíces europeas. 

“Nadie nos honrará por ser buenos perdedores. Nadie lamenta los grandes crímenes que se cometieron en contra nuestro. Para nosotros, es conquistar o morir”, dice Spencer en uno de los pasajes de su discurso de este fin de semana en la sede del NPI en Washington, que llevó a su movimiento a las primeras planas. “Los medios mainstream, o quizás debamos llamarlos, en alemán original, ‘Lugenpresse’ (se escuchan aplausos de los asistentes), no es que sean simplemente izquierdistas o parásitos, no es que muchos no sean genuinamente estúpidos, uno se pregunta si estas personas son realmente personas o si son golems sin alma animados por poderes oscuros”, sigue. 

Una más: “Ser blanco es ser perseverante, un cruzado, un explorador y un conquistador. Nosotros construimos, nosotros producimos, noso- tros ascendemos. Y reconocemos la mentira de las relaciones raciales en los Estados Unidos: nosotros no explotamos a otros grupos, nosotros no ganamos nada por su presencia. Ellos nos necesitan, no al revés. No debemos vivir avergonzados, débiles y desgraciados. No debemos rogar por la validación moral de parte de algunas de las criaturas más despreciables que hayan pisado la tierra. Debemos superarlos, porque eso es lo normal y lo natural para nosotros. Los Estados Unidos fueron, hasta hace una generación, un país blanco designado por nosotros y para nuestra posteridad. Es nuestra creación, es nuestra herencia, nos pertenece”.

La viralización del video de Spencer obligó a Trump a tomar distancia del grupo que fue uno de los pilares de su campaña. “No son un grupo al que yo quiera darle energías. Y si se sienten energizados quiero ver qué pasa allí y por qué se comportan de esa forma. Por supuesto que los repudio y los condeno”, dijo el martes, en una entrevista que concedió a The New York Times, consultado por el asunto. Aunque antes de la elección el presidente electo inflamó con su retórica antiinmigrante e islamofóbica a esta ‘derecha alternativa’, que fue una de las principales difusoras de su mensaje a través de Internet; una vez victorioso, y rápido de reflejos, tomó distancia de estos grupos más extremos y se acercó, aunque sea tibiamente, al establishment del Partido Republicano.

Incluso el flamante jefe de asesores Stephen Bannon, ex director de Breitbart, uno de los principales portales de noticias y artículos orientados al público alt-right, decidió tomar distancia y aclaró hace unos días en una entrevista que no se considera un “nacionalista blanco” sino un “nacionalista económico”, intentando defenderse de las impugnaciones por racismo que recibió en estas semanas desde que se conoció su nombramiento. La virtual vocera del nuevo mandatario, Kellyanne Conway, también salió a marcar distancia entre su jefe y ese movimiento. “Trump fue muy claro en su repudio –dijo Conway–. Me parece muy injusto que se le haga cargo a él de cada cosa que piensa o dice alguno de sus simpatizantes.”

Aunque la naturaleza de este movimiento hace difícil evaluar sus opiniones y acciones a menudo contradictorias, en los últimos días la distancia que tomó el flamante gobierno con ellos fue recibida en los foros online donde intercambian opiniones como una traición, agravada por las noticias o los rumores sobre el desembarco de figuras del establishment conservador, al que los alt-right desprecian tanto o más que a los liberales en el futuro gabinete. Nombres como el senador Jeff Sessions (futuro secretario de Justicia) o Mitt Romney (posible secretario de Estado) rompieron el pacto tácito entre los supremacistas y el presidente electo. Pero el mensaje que se repite en todos los foros online donde el alt-right se incuba es unísono: estaban esperando el momento de salir a la luz y saben que es ahora.

Tomado: Pagina/12