Uno de los elementos que han
prevalecido durante décadas como formas de hacer política es estimular el odio
hacia el contradictor o su oponente político. Este método tuvo su punto más
alto en los gobiernos del nefasto Uribe Vélez, donde todo aquel que no
perteneciera a su círculo léase “banda buenos muchachos”, era considerado un
perverso enemigo al cual había que combatir no solo con medios legales, sino a
través de intimidaciones, seguimientos, entre otros muchos.
Para que estos odios
encontraran su cauce, estuvieron los medios de desinformación que diariamente hacían
y hacen eco de lo que diga el patrón, lo que ha llevado a una exacerbación de
odios, incluyendo la pobreza del lenguaje y todas aquellas manifestaciones que
a diario se pueden leen a través de las redes sociales, lo que supone que se ha
venido creando lo que podríamos llamar la
ideología del odio. En un país donde a diario se estrenan nuevos términos como
la ideología de género u homosexual, el castro-chavismo, la narco-ideología. Todo
ello con el ánimo de implantar temor y odio.
Esta ideología del odio
puede explicar por qué a diario se suceden infinidad de víctimas por riñas
callejeras e intolerancias, que no son más sino el reflejo de lo que desde el
gobierno se ha venido estimulando. Santos no ha sido la excepción así mantenga
una mesa de diálogos en La Habana, su doble moral y la poca importancia que le
ha dado a los Acuerdos de paz, dieron como resultado que los colombianos
valoraran más la ideología del odio que un proceso de paz.
Para ello, solo necesito un
socio estratégico con capacidad de gerenciar la campaña del NO, dando la idea
de que la derecha y la extrema derecha, eran enemigos irreconciliables, lo que hacía
prever los resultados que se obtuvieron en el plebiscito. Fue más bien un
acuerdo tácito, entre estas élites que tarde se dieron cuenta, que la
insurgencia estaba dispuesta a cumplir lo pactado y el proceso no tenía marcha atrás,
como en anteriores procesos.
Para estos sectores todavía
resulta más rentable justificar sus campañas políticas y sus programas de
gobierno con el discurso de la lucha contra guerrillera, con ello recibir mayor
apoyo de los países industrializados, con el fin de seguir manteniendo la máquina
de guerra que opera desde país, con el sello de exportación made in Colombia.
Esto puede explicar el doble
discurso que se venía difundiendo desde el gobierno, cuando el mismo Santos
afirmaba que las FARC jamás llegarían al poder, o el del vice un politiquero con
ínfulas de presidente afirmo que a las FARC se derrotarían en las urnas, este
doble discurso fue sin duda el que contribuyó a que los votantes se sintieran
identificados con el odio y votaran por jamás la paz, bienvenida la guerra
perpetua.
Ya sabemos que el gobierno
promotor del plebiscito como única fórmula de refrendación de los acuerdos,
esperaba un mínimo margen que le diera el SI, para impedir su implementación
hasta no definir la infinidad de demandas que los del NO, iban a interponer
frente a las Cortes, ya había anunciado una tutelaton todo con el fin expreso
de sacar réditos políticos en elecciones del 2018. Su campaña política iba
argumentar lo inviable y nefasto para la “democracia” si se permitía que
guerrilleros llegaran a ejercer su derecho al ejercicio político. Olvidando que los paramilitares ya tuvieron su
cuarto de hora y no lograron pacificar el país.
Ahora aliadas las élites del
SI-NO, pretenden acorralar a la insurgencia con el desmantelamiento de la columna
vertebrar de los acuerdos, como son la justicia transicional, participación
política, tema de tierras. Lo que no han logrado durante más de 60 años de
guerra, recibiendo ayuda extranjera, lo pretenden en una Mesa.
No podemos llamarnos a
engaños si Santos hubiera visto si quiera una posibilidad remota de vencer a la
insurgencia por la vía armada lo habría hecho, como lo pretendieron sus
antecesores. Por ello, le convenía una victoria con un mínimo margen donde prácticamente
quedara atado, que un triunfo contundente, lo que posiblemente podría definir
las presidenciales del 2018.
En este momento se
puede decir que el proceso de paz se está definiendo entre la pax romana, que
no pudieron lograr los del NO durante 8 años y la paz neoliberal propuesta por
Santos, cambiar para que todos siga igual, sin modificar el modelo económico,
sin participación de amplios sectores sociales. Lo que supone la continuidad del conflicto
armado.