En los últimos meses se ha intentado instalar desde Washington la idea de que Rusia intervino deliberadamente en las elecciones de EE.UU. para favorecer el triunfo de Donald Trump. Si bien no existen pruebas al respecto, sí hay certezas de las múltiples ocasiones en que los estadounidenses pretendieron alterar los resultados electorales de otros países.
Según el periodista David Brooks, citando al experto Dov Levin de la Universidad Carnegie Mellon, “EE.UU. ha intervenido para influir en los resultados de elecciones de otros países al menos 81 veces entre 1946 y el año 2000“. Ese número “no incluye golpes de Estado o intentos para derrocar gobiernos –los famosos cambios de régimen– sino solo intentos directos de influir en una elección a favor de una fuerza política”, añade.
El caso probablemente más conocido es el de Chile. Allí durante la década del 1960 se fue consolidando una figura política que alcanzaría finalmente la presidencia en 1970: Salvador Allende. Este médico, que ya había sido diputado y senador, impulsó la llamada ‘vía pacífica’ al socialismo.
Ya en las elecciones de 1964, en las que Allende fue candidato, la CIA intervino para evitar su triunfo. De acuerdo con documentos desclasificados en 2004,EE.UU. gastó 2,6 millones de dólares en apoyo directo al principal rival del socialista, Eduardo Frei. Pero esto no se redujo solo al momento electoral y en los años posteriores se destinaron millones para hacer propaganda anti-Allende.
Para los comicios de 1970 se repitió la misma metodología de financiación de adversarios. Sin embargo, ante el triunfo del candidato socialista, el presidente estadounidense Richard Nixon intentó evitar que asumiera el poder. De esta forma se evaluó la posibilidad de un golpe de Estado “preventivo”. Descartada finalmente esta opción, se procedió a una política de desgaste permanente y guerra económica contra Chile que finalizó con el conocido golpe de 1973 a cargo del general Augusto Pinochet.
Nicaragua: 1990
En 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) había logrado terminar con la dictadura de la familia Somoza en Nicaragua. A partir de entonces se instaló un gobierno de izquierdas que fue ratificado en elecciones libres en 1984.
Sin embargo, para ese entonces EE.UU. –que había apoyado la dictadura– impulsó un embargo económico que buscó socavar las bases de apoyo del gobierno sandinista. Asimismo, Washington financió y sostuvo a la llamada ‘Contra’ nicaragüense: una organización terrorista que atacaba a la población desde sus bases en Honduras y Costa Rica. Nicaragua denunció al Gobierno estadounidense ante la Corte de La Haya que, en 1986, falló a favor del país latinoamericano.
Finalmente, en las elecciones de 1990, Washington apoyó a la candidata opositora Violeta Chamorro, que se terminó imponiendo. El periodista Augusto Zamora analizó que en aquella oportunidad la población acudió a votar “con una pistola en la cabeza” ya que, de no ser derrotado el sandinismo, los EE.UU. amenazaban con continuar “la guerra, el bloqueo económico y las penurias”.
La Italia de 1948 se encontraba todavía devastada por la Segunda Guerra Mundial y muy necesitada de la ayuda económica estadounidense. En las elecciones de aquel año se enfrentaban la Democracia Cristiana y una coalición de izquierdas liderada por el Partido Comunista.
El investigador Dov Levin señala que la CIA elaboró un plan donde entregó encubiertamente “bolsas de dinero” para cubrir los gastos de los democristianos, se enviaron expertos para ayudar a dirigir la campaña y se amenazó con poner fin públicamente a la ayuda estadounidense a Italia si los comunistas eran elegidos.
Catalogada por diversos analistas como la primera intervención de la CIA en unos comicios extranjeros, las elecciones italianas de 1948 resultaron simbólicas y un punto de referencia para lo que vendría después. De hecho, el ganador de un Premio Pulitzer, Tim Weiner, aseguró que “después de su éxito en Italia, la CIA tomó esta fórmula –la cual incluía emplear millones de dólares para promover campañas de influencia– y la aplicó por todo el mundo en lugares como Guatemala, Indonesia, Vietnam del Sur, Afganistán y más”.
Haití: 1987/88
En 1986 el dictador Jean-Claude ‘Baby Doc’ Duvalier debió abandonar Haití luego de una sublevación popular. EE.UU. perdió así a uno de sus aliados en el Caribe. Las elecciones celebradas en 1987 fueron determinantes para el futuro del país. Aunque no era candidato, la influencia del sacerdote progresista Jean-Bertrand Aristide –férreo opositor a la dictadura– era creciente.
La CIA decidió entonces financiar candidatos más afines a su política. De todas formas la inestabilidad del país llevó a una sucesión de gobiernos y golpes de Estado. En 1991 el propio Aristide se presentó como candidato y triunfó pero un nuevo levantamiento militar lo sacó del gobierno a pocos meses de haber asumido el poder. Luego de diversas negociaciones finalmente el sacerdote regresó al país en 1994 para completar su mandato.
Años más tarde, ‘The New York Times’ reveló que la CIA tenía una nómina de posibles miembros de una junta militar que, en última instancia, estaba dispuesta a destituir a Aristide. En 2004, cuando el sacerdote se encontraba encabezando su segundo mandato, un nuevo golpe orquestado por los EE.UU. lo destituyó y desde entonces una fuerza militar internacional ocupa Haití.
Rusia: 1996
En una paradoja de la historia, las acusaciones estadounidenses contra Rusia se vuelven aún más hipócritas si se tiene en cuenta la influencia de Washington en los comicios rusos de 1996 a favor de Boris Yeltsin. A pesar de la disolución de la Unión Soviética en 1991, el Partido Comunista ruso tenía entonces mucho peso electoral, lo que para los estadounidenses era un problema.
Así fueron enviados los consultores George Gorton, Joseph Shumate y Richard Dresner, a colaborar en la campaña de Yeltsin. “Durante unas semanas la tarea fue simple educación, Campaña 101“, declaró Gorton tiempo después. Desde su perspectiva, los asesores de campaña del entonces presidente ruso estaban “atrapados en la mentalidad soviética”.
A esto se sumó el respaldo del presidente estadounidense Bill Clinton para que el Fondo Monetario Internacional entregara a Rusia un préstamo por valor de 10.200 millones de dólares. Ello permitió a Yeltsin sanear varios problemas económicos y mostrarse como el único candidato con posibilidades de resolver los problemas rusos.
Tomado: matrizur.org