Cerca de 400 000 personas murieron por sobredosis de opioides en los EE. UU. en las últimas dos décadas, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades del Departamento de Salud y Servicios Humanos de ese país, una situación catastrófica que precipitó en 2017 la declaración de una emergencia nacional.
Medios de prensa estadounidenses aseguran que la crisis ha dejado más víctimas que las guerras de Vietnam y Afganistán juntas, y si se mantiene la actual tendencia de crecimiento –más de 200 fallecimientos diarios– en 2025 habrá más de 70 000 muertes anuales por esa causa.
Sobresalen entre los principales causantes de sobredosis en EE. UU., el Fentanilo, la Oxicodona, la Morfina y la ilegal heroína; todas impactan en las células nerviosas del cuerpo y en el sistema nervioso central, crean dependencia, provocan somnolencia, respiración lenta, niebla mental, náuseas, estreñimiento y administrados sin control o en exceso pueden causar muerte por sobredosis.
John Walsh, director para Políticas de drogas del centro de estudios Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), responsabilizó de la situación actual a las políticas fallidas de EE. UU. en la «guerra contra las drogas» y el papel inescrupuloso de empresas farmacéuticas y médicos estadounidenses que han estimulado y engañado a la población con el abuso de esas sustancias.
Señaló que las regulaciones actuales para el control de las drogas favorecen a las empresas y no a la salud de los estadounidenses; en lugar de construirse infraestructuras necesarias (hospitales o consultorios) para el tratamiento adecuado a los adictos y extender los servicios para la reducción de daños, los pacientes van a prisión o a la muerte.
Añadió que el presidente Donald Trump es cómplice, pues responsabiliza al exterior de invadir de drogas a EE. UU., y culpa a América Latina, una exageración que siempre se ha utilizado para justificar la crisis interna. Dijo además que la «guerra contra las drogas» ha creado intereses y burocracias difíciles de derribar, su expendio ha quedado en manos criminales, no se regula adecuadamente el control de la calidad y las políticas extremas actuales configuran una tormenta sin salida.
VIVIR DE LA MUERTE EN MEDIO DE LA CRISIS
En medio de la catástrofe han estallado los escándalos de magnates de los monopolios farmacéuticos estadounidenses vinculados a conspiraciones para engañar a pacientes y compañías de seguro de salud y sobornar a los médicos para que receten analgésicos adictivos a base de opioides, incluso a personas que no lo necesitaban.
El multimillonario John Kapoor, primer magnate farmacéutico de EE. UU., pudiera ser condenado, junto a otros cuatro directivos, a 20 años de prisión por tales delitos, al invadir el mercado con un medicamento denominado Subsys, un aerosol de Fentanilo para tratar el dolor extremo que es 50 o cien veces más fuerte que la morfina. Esta empresa llegó a pagar más de 10 millones de dólares en sobornos para promover el consumo masivo de la peligrosa sustancia.
A la familia multimillonaria Sackler, fundadora de la empresa Perdue Pharma, una de las más poderosas de Norteamérica, se le acusa de sobornos a médicos por 46 millones de dólares para que recetaran sus productos opioides, disparando las ventas en EE. UU., Canadá, Alemania, Dinamarca y Austria. Más de 500 ciudades y condados estadounidenses demandaron a esta familia por la expansión de la sustancia, que provocó un incremento de muertes por sobredosis sin precedentes en la historia de esa nación.
Las estadísticas señalan que los decesos por estas causas aumentaron en un 54 % entre 2011 y 2016, pero pudieran aumentar en un 147 % para el 2025 si continúa el descontrol gubernamental, la falta de tratamiento, el estímulo al consumo y la proliferación de sustancias en EE. UU., por el crimen organizado o las farmacéuticas insaciables.
Tomado: Granma