Los sudafricanos participaron masivamente en las elecciones legislativas, para elegir un nuevo Parlamento, y regionales, en las cuales el Congreso Nacional Africano (ANC) es favorito a pesar de los escándalos de corrupción y el desempleo. Los sondeos previos prometían al partido fundado por Nelson Mandela una mayoría de escaños, menos importante que la actual pero suficiente para que el presidente Cyril Ramaphosa obtenga un nuevo mandato.
Rodeado de simpatizantes y periodistas, el jefe de Estado votó poco antes del mediodía en su pobre suburbio natal en Soweto, en las afueras de Johannesburgo. “Estoy apasionadamente confiado. La nación y nuestro pueblo son entusiastas con la idea de votar”, declaró Ramaphosa, quien prometió “una nueva alba, una nuevo punto de partida, una nueva esperanza”, a todos los desilusionados con su partido. Considerado pragmático y competente, el exsindicalista que se hizo millonario y que durante un tiempo se perfiló como delfín de Mandela logró, al parecer, limitar la caída de popularidad del ANC. Sin embargo, el principal interrogante tiene que ver con la amplitud del retroceso del ANC, en el poder desde 1994, cuya popularidad se hundió durante la presidencia de Jacob Zuma (2009-2018), salpicada por numerosos escándalos. Los sondeos actuales le otorgan entre 51% y 60% de los votos, por debajo del 62,5% obtenido en las legislativas de 2014. Las primeras tendencias de los comicios recién se conocerían hoy.
Los desafíos del presidente que será investido el 25 de mayo son muchos. La criminalidad, el desempleo –que afecta al 27% de la población activa y a 54% de los menores de 24 años– y la pobreza son una gangrena para la mayor potencia industrial del continente.
Estas elecciones coinciden con el 25º aniversario del fin del apartheid y de las primeras elecciones libres en el país.
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